El precio de la energía está desbocado, nadie parece tener la capacidad de controlarlo y esto se ha convertido en un problema global que afecta a los países que nada tienen que ver con sus juegos o sus historias de poder.
En el pasado Foro Económico de Davos, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, afirmó que se está consolidando una fase de recuperación de la pandemia absolutamente desequilibrada, dado que un 80% del dinero destinado a tal fin se estaba gastando en los países más ricos de Europa, Norteamérica, Asia y Oceanía.
Entre las consecuencias que afectan a la recuperación de los países de ingresos medios, por no hablar de los subdesarrollados, enumeró diversas cargas como son una inflación sin precedentes, la reducción del espacio fiscal, los altos tipos de interés y el aumento de los precios de la energía y los alimentos.
«Ahogan cualquier esperanza de crecimiento al dificultar aún más que los gobiernos inviertan en los sistemas sostenibles y resistentes que la gente necesita. La salud, la educación, el trabajo decente y la protección social no son sólo derechos humanos. Representan colectivamente el motor económico de un país», denunció Guterres.
Un motor que consideró que actualmente está parado y produce consecuencias nefastas para los medios de vida de las personas, especialmente para las mujeres y los jóvenes.
Por otro lado, según afirmó Ayhan Kose, economista principal del Banco Mundial, «el alza de los precios de la energía conlleva grandes riesgos a corto plazo en materia de inflación mundial y, si se prolonga, también podría afectar el crecimiento en los países importadores de energía. El fuerte repunte de los precios de los productos básicos está alcanzando niveles más altos que los previstos previamente. La reciente volatilidad de los precios puede dificultar la decisión de políticas a medida que los países se recuperen de la recesión mundial del año pasado».
Movimientos geopolíticos
La subida de los precios de la energía no se sustenta sólo en el precio del gas o del carbón, que también afecta al precio del petróleo, sino que hay otros factores que también influyen. Son los «juegos de la guerra» de los poderosos que terminarán afectando a países que, como República Dominicana, nada tienen que ver.
El precio del petróleo está muy influenciado por las tensiones internacionales como, por ejemplo, la crisis generada entre Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea por la posible invasión de Ucrania que, evidentemente, está generando grandes fluctuaciones en los precios de la energía. Existe una seria preocupación de que Rusia corte el suministro de gas hacia Europa, lo que obligará a los países a una diversificación energética que, evidentemente, aumentará la demanda de petróleo.
Por otro lado, las tensiones en la península Arábica, la guerra de Yemen y los bombardeos contra los pozos petrolíferos en Emiratos Árabes provocan un parón de la producción que la OPEP no duda en aplicar al precio del crudo.
A esto hay que añadir que muchos países productores, en vista de la situación de incertidumbre, han decidido aprovechar la situación para reducir la producción y, de este modo, incrementar el precio del petróleo. Esta situación tensiona el mercado en un momento en que muchos países europeos están levantando las restricciones de movimiento aplicadas desde diciembre, lo que aumentará la demanda en un escenario de precios alcista.
Si todo esto no fuera suficiente, OCP Ecuador, el mayor operador del oleoducto privado del país, suspendió el bombeo de petróleo el pasado sábado como medida preventiva tras la detección de una rotura del ducto en el Amazonas.
República Dominicana
Ante toda esta situación en que el precio del petróleo está en un alza descontrolada, República Dominicana se encuentra con una subida de los carburantes de la que el gobierno Abinader no es en absoluto culpable, sino que el pueblo dominicano se ha convertido en la víctima de los juegos de los poderosos. Eso es algo que no se puede permitir, porque el precio del petróleo influye en prácticamente toda la cadena vital, dado que tiene una incidencia directa, por ejemplo, sobre los precios de los alimentos o de los fertilizantes para la agricultura.
Es el círculo vicioso de las élites mundiales con la que están logrando enriquecerse gracias a una inflación global desbocada. Según distintas encuestas, un 92% de los ciudadanos están muy preocupados por el aumento de la inflación, especialmente cuando se trata de alimentos y de combustibles.
Sería fácil culpar al gobierno Abinader, pero este no es el caso. La realidad es que la inflación está permitiendo que las grandes corporaciones y sus directores ejecutivos ultrarricos están explotando a los consumidores para aumentar sus beneficios y su riqueza.
Las grandes multinacionales han estado obteniendo beneficios récord durante la pandemia y en un año en el que la mayoría de la gente luchó por sobrevivir los directores ejecutivos se han vuelto más ricos, según Forbes. En realidad, han aprovechado todas las oportunidades para llenar aún más sus bolsillos.
Los medios y políticos conservadores se aferran a la narrativa de que la inflación es culpa de las políticas económicas expansivas. Está claro que las ganancias corporativas están obligando a los trabajadores y las familias a hacer sacrificios innecesarios para que los ejecutivos de las grandes multinacionales, petroleras incluidas, puedan enriquecerse aún más.
A esto hay que añadir la herencia recibida por Abinader. Durante los meses más duros de la pandemia, República Dominicana, como ocurrió con el resto de los países del mundo, tuvo que endeudarse para salvar vidas.
Sin embargo, los gobiernos de Danilo Medina y Leonel Fernández mantuvieron una política de endeudamiento indiscriminado que generó obligaciones de pago por 4.767 millones de dólares a los que, si se suman los intereses, la deuda alcanzó los 7.340 millones, es decir, casi un 10% del PIB, una verdadera barbaridad, porque ha lastrado la capacidad de endeudamiento para, entre otras cosas, hacer frente a las consecuencias de la pandemia. Según anunció e propio Abinader, «un 60% de la deuda que hemos tenido que contratar ha sido para honrar compromisos asumidos por otros gobiernos. El pasado que hoy nos pide explicaciones, son quienes tienen que darlas».
Con toda esta situación, República Dominicana tiene que afrontar una situación de la que su gobierno no es, en absoluto culpable. Mientras durante otros gobiernos se endeudaban de manera indiscriminada para comprar petróleo a precios de mercado bajos, el gobierno de Abinader ha tenido que afrontar una situación de inflación mundial que provocó que tuviera que adquirir crudo en el primer trimestre de 2021 con un incremento interanual del 65,3% porque el mercado, movido por circunstancias absolutamente ajenas a la gestión de Abinader.
Quienes culpan al presidente y a su gobierno de una situación demuestran una altura política, cuanto menos, rastrera, porque Abinader no es culpable de la crisis de Ucrania, de los bombardeos en Emiratos Árabes o de las tensiones entre China y Estados Unidos. Los oportunistas son como los trileros que sólo cuentan con la palabra insidiosa y falsa.