¿En qué momento se les ha ocurrido dar el visto bueno a semejante campaña en Ciudadanos? Esta misma pregunta se vienen haciendo comunicólogos de la política y los cuarenta afiliados que deben quedar en la formación naranja. Ni el lema, ni las banderolas que se colocan en las farolas son propicios para la captación del voto. Sí para el meme, la guasa y el cachondeo. Dan a entender que más bajo no se puede caer, que ya no queda nadie al mando o con cabeza en Ciudadanos o que no todo en marketing político acaba por tener sentido para el público al que va destinado.
Es una campaña de abrazafarolas, no se sabe si porque iba borracho el diseñador de la misma (primera acepción), o porque han querido ir al sol que más calienta o volver al peloteo (segunda acepción) del populismo de los comienzos. En realidad, como verán, ni lo uno ni lo otro han conseguido. Comenzando por el lema de las banderolas “Vota abrazos”, igual en tiempos de coronavirus no es lo más apropiado. Cuando la recomendación sanitaria es no abrazarse, no estar cerca físicamente, al diseñador de la campaña sólo se le ocurre que nada mejor que abrazarse en Cataluña como si estuviesen todos en Magaluf. Además que como sub-lema no se llega a captar el sentido cuando el lema es “Para que ganemos todos”. En Ciudadanos no es que hayan sido los más amorosos para aplacar la situación con los procesistas. Todo lo contrario. Han hecho de la beligerancia virtud y no hay político o partido al que no hayan insultado. El último el PSC al que proponen gobernar juntos pero con presidente naranja, aunque saquen más escaños los socialistas. ¿Qué abrazo hay ahí? ¿El del oso?
El tema de las banderolas en las farolas con los abrazos en distintos colores es aún más gracioso. No sólo porque permiten el mismo juego de palabras del titular –a partir de ahora serán conocidos como los abrazafarolas- sino porque también el intento multicolor es realmente incomprendido. Ese intento de jugar con todos los colores para intentar proyectar ciertas imágenes con sentido para las personas parece que no ha funcionado. Primero, no se entiende que los colores de los demás partidos y un abrazo supongan directamente compartir y hacer causa común. Ni el violeta de Comunes, ni el rojo de PSC, ni el verde de Vox, etcétera se verá como ese compromiso de unidad y amor que supuestamente, se supone, quieren transmitir.
Segundo, tampoco ese juego de colores brilli-brilli, diverso y líquido es lo que define la campaña catalana. En el panorama catalán, en este momento, no hay cabida para minorías postmodernas, ni para diversidades, ni para ecologismo. Difícilmente se pueden colocar los temas sociales importantes (gestión sanidad, deuda por gasto en procesismo, caída del PIB catalán…), mucho menos los temas del mundo de la diversidad posmo. El principal eje, por desgracia, es otro. No el mejor, ni el que realmente necesita la ciudadanía, pero es el que hay. Si con lo de abrazos intentaban meter la cabeza en ese eje, con los colorines se alejan. Pero queda el sentido de abrazafarolas, de no saber qué hacer, de incompetencia.
En realidad no se sabe lo que pretenden con la campaña del abrazo. Y cuando no se entiende es que la campaña es mala. Cuando la campaña ofrece un lema insustancial, unas imágenes raras y con declaraciones extrañas de sus dirigentes no se puede esperar un gran logro. Quien o quienes les asesoren o no han estudiado el marketing electoral –a falta de ideas se hace una campaña tipo y fuera-, o no han estudiado el terreno, o carecen de ciertos conocimientos básicos para la captación del voto mediante imágenes y mitologemas. Es el problema de quienes piensan que las campañas políticas son iguales que cualquier campaña publicitaria. En algún caso puede haber impacto (si se juega en terreno conocido), pero en la mayoría de las ocasiones salirse de ciertos patrones psicológicos, históricos y culturales es muy negativo. También les pasa a la mayoría de “expertos y gurús” de la comunicación política no crean, pero esta campaña de abrazafarolas es nefasta y proyecta que en Ciudadanos están en las últimas.