Como se contaba en estas páginas hace unos días, la disolución de Izquierda Unida ha sido decidida por la cúpula del PCE con la consiguiente salida de la coordinación de Alberto Garzón. El ministro de Consumo tiene los días contados al frente de la coalición de izquierdas a la que él mismo ayudó a disolver en la inanidad, todo sea dicho. Enrique Santiago y Willy Meyer parecen haber pactado la fusión completa de la coalición –la única forma de incluirse en Podemos salvaguardando las siglas del PCE- entregando toda la infraestructura de sedes, fundaciones y militancia (cada vez más reducida por la actuación de sus dirigentes) a cambio de cuarenta monedas de plata (cargos para seis o siete).
Pablo Iglesias encantado porque obtiene, a cambio de casi nada, una infraestructura estatal que puede utilizar para intentar asentar Podemos en todo el territorio más allá de la militancia electrónica. Estar cerca de las personas físicamente, el sueño húmedo de Juan Carlos Monedero desde el comienzo de la aventura morada, se puede cumplir sin necesidad de esfuerzo económico alguno y sin depender de cesiones de espacios por las instituciones públicas. Paradójicamente, buena parte de la militancia podemita, que llegó abandonando IU, se preguntará si para este viaje eran necesarias estas alforjas. Pensarán que se ha perdido un tiempo maravilloso para haber organizado un partido “más formal y asentado”, el cual habría disputado en el momento cúspide con mucha más fuerza la hegemonía de la izquierda al PSOE.
Santiago, Amanda Meyer, Sira Rego y tres o cuatro más han decidido apuñalar a Garzón en las puertas del Congreso (aunque se duda que éste diga aquello de Tu quoque, fili mi?). Ahora que, no se dejen llevar por algunas filtraciones interesadas, la deuda ya estaba controlada, se entregan las armas a Iglesias a cambio de seguir en el machito. Dentro de IU sin lugar a dudas se va a plantar batalla a la decisión del PCE con la unión de diversos grupos que siempre se han mostrado contrario, incluso, a la unión electoral. Los apoyos que puedan reunir José Antonio García Rubio, Cayo Lara, Francisco Guarido y demás personas, a día de hoy, son muy estimativos porque en este caso no se trata de una unión electoral sino de la disolución práctica (desbordamiento dicen en tono cursi desde el PCE) y eso es harina de otro costal. Garzón por su parte, con lo poco que pueda reunir, sin duda intentará acercarse a esos grupos contrarios pese a haber sido quien los sacrificó en el altar del electoralismo. Un drama que irá de gira por España desde ya mismo hasta enero, si el coronavirus no lo impide.
Es una batalla interna de IU que a Podemos beneficia y, en principio, no perjudica –aunque quien con traidores se acuesta…-, por lo que Iglesias puede dormir tranquilo por ese lado. Si Santiago y sus compinches logran hacerse con el control mejor, pero si no lo consiguen tampoco habrá mucho problema pues el control mediático, saben en Podemos, lo tiene quien lo tiene. Ahora bien, esta pelea, con sus correspondientes puñaladas –como buen proceso congresual que es- ¿perjudicará al Gobierno?
Pueden plantearse varias hipótesis. La primera es que no afectará en nada porque dejar caer a Garzón e IU no desequilibrará la relación de poder. Si, como se rumorea, Garzón es candidato a salir del gobierno en una futura remodelación, que se dice ordenada por Bruselas para reducir gastos superfluos, su caída en IU hasta podría ser una buena noticia para el gobierno en general. Un tipo menos que aguantar y amordazado como diputado… o eso se piensa. En realidad, Garzón fuera del gobierno y de IU pasaría a ser, salvando las distancias, un Gaspar Llamazares para los medios de comunicación. Una especie de oráculo de los medios de derechas para señalar y punzar, en este caso, al gobierno de las izquierdas. Pedro Sánchez, tan preocupado siempre de la cosa mediática antes que de la práctica, debería pensarlo un tanto.
Una segunda hipótesis es que la bronca sea utilizada por la prensa de derechas -¿cuándo no ha aprovechado estas cosas?- para elevar a los altares de la ética, del compromiso constitucional al grupo contrario a Meyer y Santiago, haciendo perder apoyos al gobierno en general. Una salida de Garzón anterior a esa batalla incidiría en el discurso de la caverna sobre el carácter autoritario de Sánchez e Iglesias, los cuales serían vendidos como los ajusticiadores del repensador de la izquierda. De ser señalado como un republicano peligroso pasaría a ser una víctima “más” del dúo de dictadores que gobierna España –y la victimización suele funcionar-. Eso sumado a que muchas personas no entienden, ni comprende el porqué de esa disolución y ven en el monaguillo a un buen chaval, el perjuicio al gobierno en general sería plausible.
La tercera hipótesis es que Sánchez, una vez tenga presupuestos aprobados –lo que se espera en semanas-, trabe alianza con Garzón y Yolanda Díaz –que está muy callada al respecto, aunque sólo milita en el PCE- y eche un pulso al Iglesias para la renovación de los ministerios. Con esos presupuestos en la mano y con las encuestas a su favor frente a Podemos, podría incluso ir a elecciones generales en enero-febrero y así deshacer la coalición gubernamental y pactar de otra forma, seguramente sin inclusión de la formación morada en el consejo de ministros. Entonces ¿para qué habría servido la disolución de IU si ya no hay cargos que repartir? Es más, llegados a ese límite ¿se presentaría IU por su cuenta y riesgo a unas elecciones como piden los críticos y temen en Podemos?
Sin duda todo lo anterior es especulación sobre pasiones humanas y estrategias que, en un tiempo tan espectacular-veloz, pueden cambiar del día a la mañana. Lo curioso es que ideológica y programáticamente la disolución de IU en Podemos no haya tenido debate. Se asume que todo eso lo gestiona Iglesias y su gente mientras que los que llegan de IU sólo aspiran al cargo, a la prebenda, a salir cinco minutos en televisión. En el terreno de la praxis tampoco lo ha habido porque, como es lógico, ese desbordamiento es una fusión fría de la que ya se habló largo y tendido en estas páginas. El único giro en el guión ha sido que a Garzón le han acuchillado por el camino. Lo importante es que esto no acabe afectando al Gobierno que bastante tiene con lo suyo.