Tienen complicaciones para gestionar los asuntos terrenales y ahora quieren arreglar los sobrenaturales. Al final PSOE y PP, más sus distintas adiposidades, son lo mismo respecto a lo cultural-social, lo que se ha llamado pensamiento único o neoliberalismo globalizador (véanse los textos de monseñor Francisco Javier Martínez, arzobispo emérito de Granada) está presente en ambos partidos. Unos con unas características, otros con otras, las justas para no parecer lo mismo, pero caminando juntos en la misma dirección.
Si hace una semana aproximadamente la mininistra de Igualdad, Ana Redondo,pretendía que la Constitución obligase a la Iglesia católica a dar la comunión a las personas del mismo sexo que se encuentran en pecado, ahora es Esteban González Pons quien pretende usurpar el poder de Jesucristo para hacer una iglesia a su gusto. Este afán de ambos partidos por hacer que todo lo social acabe entrando en el mundo de los deseos, del consumo y del entregarse al poder político y económico, no es más que producto de la época posmolela que está tocando vivir, por desgracia. ¿Todo lo social? No, contra lo islámico suelen estar callados e, incluso, acaban yendo a Siria a bendecir a yihadistas, los cuales ya están sometiendo a las mujeres y acabando con los cristianos, como hizo Napoleonchu (el mininistro José Manuel Albares).
González Pons, en un artículo dedicado a poner como chupa de dómine a Donald Trump, acaba recurriendo a la episcopaliana Mariann Brude, que parecer ser es obispa anglicana —parece ser porque las religiones herejes no tienen potestad divina en nombrar ese tipo de cargos—, como ariete contra el nacionalismo estadounidense del presidente norteamericano. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (de donde viene otro con ideas de bombero respecto a este tema) ha decidido que la Iglesia católica también tendría que nombrar obispas. No ha precisado si con penes lesbianos o simplemente mujeres, pero con estos seres globalistas postmodernitos nunca se sabe. Otro, que en un corto espacio de tiempo, se lanza a meter su sucias manos en las cosas sobrenaturales de la Iglesia católica. Sí, sucias manos porque, para llegar donde han llegado estas gentes, se ha tenido que pisotear, mentir, golfear y renunciar a los principios mínimos de la ética. Al final no parece que sea casualidad que por un lado y otro se señale a la Iglesia católica con los temas gays y pseudofeministas. Siempre van por ese camino, entre otras cosas, porque carecen de la mínima capacidad intelectual para poder atacar por otro lado y mucho menos la fe, salvo mediante la prohibición. Tema el cual pudiera estar al final del camino de los entes globalistas, pues la Iglesia católica es la única “institución” que “compite” a nivel mundial contra esta agenda de destrucción de la dignidad humana.
Lo sorprendente es que haya sido desde el PP, donde dirán que cada afiliado es libre de decir lo que quiera, desde ese PP exterior donde se juegan realmente las habichuelas, desde ese PP farisaico que comulga por la mañana, aborta al medio día y deja morir en la indignidad a las personas por las noches. Siempre han querido estar cerca de la Iglesia española para controlarla, para hacerla parte de sus maniobras políticas, algo que en cierto sentido han conseguido en numerosas diócesis, pues los obispos no dejan de ser humanos, demasiado humanos. Sin embargo hoy las cosas cambian pues ya no interesa que el cristianismo, en su amplia concepción, sea parte del ethos occidental. Como mucho un cristianismo plegado al wokismo, al neoliberalismo o, dicho en otras palabras, a la agenda de la clase dominante, como son casi todas las iglesias protestantes, de uno u otro modo.
Lo han explicado Joseph Ratzinger, Henri de Lubac o el cardenal Robert Sarah, la misión del sacerdote no es ser servido sino servir a la comunidad. El poder que puedan tener, aunque es mucho más auctoritas que potestas, no les mandata para otra cosa que no sea la extensión de la Palabra de Dios, evangelizar, administrar los sacramentos y poco más. Las cosas mundanas deben ser gestionadas por los seres humanos, con sus errores y aciertos, mientras que la Iglesia tan solo expone el Evangelio y la verdad del hijo del hombre, como le dijo monseñor Luis Argüello a la mininistra Redondo. Eso implica que tengan influencia en los sociopolítico sin duda, pero no les corresponde a los purpurados, ni a los presbíteros, ni a los religiosos posicionarse como institución en los temas de la clase política.
La clase política, de la que González Pons es referente por la cantidad de años que lleva, lo que quiere es limitar esa influencia que sigue teniendo la Iglesia, tanto por la propia acción institucional como por el legado cristiano de siglos, porque solo entiende la vida en términos de estructuras de poder. La clase política española, como la de otros lares, ya no se piensa como servidora pública sino como colectivo superior que manda. De ahí que se intente mundanizar la institución eclesiástica, porque han visto que algunos de sus miembros se dejan interpelar “políticamente” en público y suelen gustar de los oropeles de lo mundano. Sin embargo, la institución Iglesia, fundada directamente con sus propias reglas, por el hijo de Dios —ergo no se puede cambiar la voluntad divina, para que lo vayan entendiendo los cerriles politicastros—, hoy pelea contra esa mundanización que tanto daño puede haber hecho en el pasado.
Al escuchar al papa Francisco seguramente habrán pensado que tenían las puertas abiertas a tomar por asalto la Iglesia para sus propios intereses, llenándola de sus afines y para uso privativo. El problema es que el pontífice romano, pese a errores no doctrinales cometidos por caridad, lleva hablando desde el comienzo de su pontificado contra la invasión de lo civil sobre lo sacro. Cuando se queja del clericalismo, de lo mundano, de la destrucción del clima o de la dignidad de todas las personas no está dando pasos hacia una reforma eclesial. Si se leen las encíclicas, y no las entrevistas, que es donde realmente se expresa la doctrina, lo político y lo relacionado con las estructuras de poder aparecen como entes demoníacos casi. Y así lo ha hecho saber en cada momento, incluyendo cuando ha parecido que no se le ha entendido.
Que exista, con sus problemas, una institución, con halo sagrado además, que se posiciona fuera del ámbito del poder político y económico, pero con la suficiente influencia para mostrar la verdadera faz de ambos ámbitos (si es que son dos), es terrible para el globalismo de PSOE y PP (más adiposidades varias). Controlan los medios de comunicación, controlan las fuentes culturales, controlan casi el pensamiento de los seres humanos, pero ahí se yergue cual roble viejo la Iglesia católica para decir que no, que las cosas no son así. Y eso, evidentemente, molesta. Lo dicho, quiten sus sucias manos de la Iglesia. Si no les gusta pueden hacerse de cualquier otra confesión, incluso islamistas a ver si les va tan bien.