Un sudor frio ha debido recorrer la frente de Albert Rivera cuando ha escuchado que el nuevo presidente del Partido Popular es Pablo Casado. No tanto porque tenga un perfil personal similar, sino porque tiene más cabeza que él y supone un rearme ideológico del partido conservador. En posiciones neo-cons sí, pero un rearme. Desde Ciudadanos esperaban una victoria de Soraya Sáenz de Santamaría para seguir jugando a los dos palos de la baraja de la derecha. Uno, el palo naranja, desde postulados populistas y cuñadistas, peleando con el palo azul de SSS más técnico. La victoria de Casado explota el pacto de Bilderberg de jugar a las dos derechas y apoyarse mutuamente en beneficio del establishment. Ahora con Casado, que tiene apoyo de la fracción que más está sufriendo las trapacerías de la fracción financiera del Ibex-35, no hay lugar a acuerdos previos.
Le han entrado los celos porque los medios de comunicación se vuelcan con el vencedor. Un ganador que le piensa quitar todos los escaños y que encarna sin imposturas el legado de Adolfo Suárez. Justo lo que quería Rivera tener pero no ha sabido, ni podido. Celoso de que alguien con todo el poder territorial que tiene el PP le haga sombra por joven y rumboso. Eso sí, sin necesidad de recurrir al cuñadismo ideológico de Rivera. Además, celos de alguien que es más de derechas que él, pero que no se esconde. Alguien que tiene una base ideológica potente (de derechas pero potente), frente al populismo sistémico de Rivera. Sólo alguna mente débil puede decir que lo defendido por Casado en los discursos del Congreso es populismo, como hacen en Ciudadanos y otros lugares.
Rivera ya ha deslizado en el encuentro de la juventud del partido naranja que el Brexit es culpa de “las posturas más conservadoras”, no de la juventud. Esa misma que le quiere a él, o debería quererle a él, y no a Casado. Porque Casado es un joven con ideas viejas. Pero con ideas se le ha olvidado decir. Y si el nuevo presidente del PP es el reflejo de las personas que madrugan, en Ciudadanos van más allá y, poniéndose la camisa azul con el yugo y las flechas, afirma Rivera que él propone una “España de valientes que tienen claro hacia dónde van”. Le ha faltado citar al Cid ya que estaba en tierras valencianas para ejemplificar esa valentía española (aunque Rodrigo Díaz de Vivar fuese castellano y no español que esto no existía). Un ejemplo histórico muy bueno para él pues siempre sabe ponerse al lado de quien paga en ese momento.
Ciudadanos es un partido unido, dice Rivera, aunque oculta que es lo más parecido al PCUS que existe en la actualidad en España con numerosos comisarios políticos. Lo dice en contraposición al PP que, a pesar de la llegada de Casado, “el futuro de España es un partido nuevo, limpio, unido y con proyección de futuro y en Ciudadanos va a tocar hacer ese papel porque ni conservadores ni socialistas están en condiciones, unos porque están divididos y llenos de corrupción y los otros están dando herramientas a los nacionalistas”. Establece dentro de esos celos terribles que le han entrado una serie de dicotomías que se derrumban por sí solas.
Cierto que Ciudadanos es más nuevo que el PP, pero sus políticas son tan antiguas como el neoliberalismo que también defiende a su manera el PP. Limpio, limpio Ciudadanos no está. Con sólo tres alcaldías y ya han tenido sus casos de corrupción, además de quebrar un ayuntamiento quebrado, lo que tiene mérito. Así que por juventud política parece que a poco limpio como mínimo están empatados. Si a eso se le suma que apoyan al PSOE de los EREs y las tarjetas black con gastos en puticlubes, pues no sale muy bien parado Rivera. Y sí, unido está mucho más unido Ciudadanos, pero es que a diferencia del PP donde se reúnen desde los liberales hasta los falangistas pasando por la democracia cristiana, en Ciudadanos sólo hay un pensamiento único difundido por el todopoderoso Ibex-35 y su santón naranja.
Sabe Rivera de sobra que el PP cerrará filas en torno a Casado, porque son sumamente obedientes, y habrá un efecto Casado, como ha habido el efecto Sánchez, que le hará subir en las encuestas y le recortará un poco más a Ciudadanos. Debería, incluso, Rivera llamar a Susana Díaz y pedirle de rodillas y suplicando que adelante las elecciones para ya, porque a ese efecto Casado se puede sumar un fracaso andaluz que lo catapulte al Parlament otra vez. Es su única salvación antes de las elecciones de mayo de 2019. O también prometerle amor eterno a Sánchez para que las adelante también. Aunque en este segundo caso no hay interés, aunque pueda haber rescoldos de ese gran amor de 2016.
José Manuel Villegas también ha insistido en la división del PP: “la única novedad que aporta hoy es un PP dividido y fracturado por la mitad”. Saben que es mentira, que las divisiones en el PP dan para dos días y más con elecciones a la vista. Son muy de cerrar filar rápidamente. Pero en Ciudadanos quieren hacer ver que no hay unidad, lo cual tampoco es malo. Peor es tener un partido centralista, cerrado, con financiación sospechosa y con comisarios políticos. En el PP la financiación ya está clara y se darán besos y achuchones mañana mismo. Quienes más podrían hacer mella interna ya tienen garantizados trabajos por parte del establishment. Cosa que no pasa en Ciudadanos. Además, quién sabe si algunos que se fueron o se iban a ir no volverán.