Debe estar en su casa de un millón de euros (eso cuentan en los mentideros), acurrucado en un rincón, con los brazos abrazando las piernas y moviéndose cual mecedora diciendo “¿Por qué a mí? ¿Por qué a mí?”. Entre sollozos, el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, estará buscando una explicación a esta falta de respeto que le tienen los socialdemócratas al presentar la moción de censura. “¿Es que no se han dado cuenta de que soy el elegido del establishment?” se pregunta en su rincón sin encontrar respuesta. Pedro Sánchez, con quien pactaba cosas en el pasado y con quien luchaba contra el populismo, le ha sacado de la partida. Justo cuando él, sí él, ya había comenzado su estrategia (pactada con los jefes de los medios de comunicación del establishment, esos mismos que hoy piden elecciones anticipadas) para derribar a M. Rajoy. La táctica Gila por él diseñada se fue por el retrete al día siguiente, justo en cuanto Sánchez firmó la moción.
El caso es que esta situación ha provocado que Rivera haya desparecido del espectro mediático desde el mismo viernes. Nada se sabe del jefe del fascio naranja. Ha desparecido, como ya le ocurrió en otra ocasión. Cuando en una situación así hasta Rajoy ha pospuesto su viaje a Kiev para ver la final de la Champions y han salido todos los jefes de los distintos partidos políticos de España, él no está. Y en este caso sí se le esperaba. Pero no. Ha decidido tomar un atajo y desaparecer de los medios de comunicación dejando toda la labor en José Manuel Villegas, que no es que sea el más avezado alumno de una escuela de oratoria, ni tiene mucha capacidad intelectual; o en Begoña Villacís, que sonríe mucho pero no se sale de los cuatro argumentos aprendidos.
No es de extrañar, por tanto, que se hayan escuchado la mayor riada de sandeces políticas y errores de primero de parlamento. Que si Rajoy convoque elecciones anticipadas (que no se puede con una moción presentada); que si moción instrumental para convocar elecciones (las mociones deben ser constructivas); que si el PSOE retire a Sánchez y pacte un candidato independiente (tampoco se puede hacer), que no independentista, no se asusten; que si Sánchez es malo, malísimo; que si va a pactar con secesionistas y populistas; que si va a vender España; que si… sigan poniendo ustedes mismos todas las frases típicas del cuñadismo patrio. El caso es que cada vez que abren la boca sube el precio del pan y quedan retratados como lo que son, unos incapaces que están ahí gracias al apoyo de la coalición dominante.
Así Villacís, ufana y sin que se le corra el rímel del cuñadismo, afirma que en Ciudadanos no están “para satisfacer el ego de Pedro Sánchez, sino para convocar elecciones y devolver la voz a los españoles”. Lo primero mejor dejarlo pasar porque de egos van sobrados en Ciudadanos, uno por cada militante, pero lo gracioso es que dicen estar para convocar elecciones (¿cómo?) y devolver la voz a los españoles (¿las voces del parlamento no son de españoles?). ¡Si no pueden porque son cuatro y el de la moto! Se creen tanto las encuestas que piensan que ya son la primera fuerza, cuando son la cuarte. Por eso quieren elecciones para gobernar ellos y ellas y satisfacer sus egos. Y servir a los que les vienen financiando y dando cobijo mediático.
Además, no escuchan lo que dicen los demás. Se ponen a leer a Inda y otros cuatro corifeos del facherío mediático y se lanzan a decir mentiras. Algo que tampoco sorprende porque llevan haciéndolo desde el principio. Dentro de esa locura, Villacís (que quiere ser alcaldesa, ¡pobres madrileños!) dice que la moción es una “muy mala noticia para España porque se creará un gobierno Frankenstein en el que la España unida y estable será moneda de cambio con los que quieren romper el país”. La Unidad de España como destino universal vuelve a aparecer, ese joseantonismo les puede. Pero lo que es curioso es que es falso. El PSOE ha dicho por activa y por pasiva que llevarán adelante un gobierno monocolor, es decir, del PSOE solamente. Así que no hay ningún monstruo. Un monstruo, por cierto, que era el símbolo del poder del hombre por encima del de dios. Vamos lo que le gusta a Rivera, ser más que nadie en esta vida. La amenaza a la unidad de España y el nacionalismo tradicionalista asociado a ello, para dar un golpe de Estado blando con el apoyo del establishment. Y en vez de robar a manos llenas, como con el PP, privatizar todo lo público pero pagado con el dinero de todos en favor del enriquecimiento de unos pocos.
El caso es que la desaparición de Rivera ha dejado a Ciudadanos sin su voz más autorizada justo en el momento más importante. Cuando no se puede hacer más cuñadismo, sino que hay que implicarse y explicar la propia posición sin dudas y con total claridad. Cualquier entrevista en algún medio amigo, es decir, menos tres todos los demás, hubiese dotado a su figura de cierto prestigio en momentos así. Pero queda claro que el presidente de Ciudadanos sólo sirve para hacer populismo, para intentar remover las entrañas más diabólicas de España, para la lucha antagónica, para la política basura y no la que de verdad importa a la ciudadanía. Le han ganado la mano desde el PSOE y no sabe cómo reaccionar. Malo para alguien que quiere gobernar España. Porque lo fácil es ser cobarde como Rivera en estos momentos.