Llevamos ya demasiado tiempo con las negociaciones, por llamarlas de alguna forma, de la investidura embarulladas debido a los egos de dos dirigentes políticos, las estrategias del camarlengo monclovita y el morado y sin saber qué programa real ofrecerán ambas formaciones a la sociedad para gobernar llegado el caso. En este embrollo la voz de, se supone, uno de los interesados ha estado silenciada. Bien motu proprio, bien por mandato imperativo. El caso es que salvo un día en salió a avisar que lo suyo era sentarse a hablar de programa pareciera que a Alberto Garzón se le hubiese comido la lengua un gato y el cerebro un zombi.
Garzón, puesto que sigue siendo el máximo dirigente de Izquierda Unida, en cuyo seno se encuentra el PCE, igual debería haber tenido mayor protagonismo. Tal vez haciendo de árbitro de la pelea entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Intentando canalizar los disgustos u obligando a ambas formaciones a sentarse en una mesa de trabajo hace más de un mes. Los comunistas siempre han sido personas serias, han tenido palabra y siempre han puesto por delante el programa. Así hizo Santiago Carrillo hace cuarenta años cuando se sentó con Alfonso Guerra para llegar a un acuerdo para conseguir numerosos gobiernos en las elecciones municipales de 1979. Un socialista y un comunista sentados, con sus equipos, y pactando gobiernos. Al menos por ese recuerdo de la seriedad comunista, Garzón debería haber apretado un poco tanto a Iglesias como a Sánchez.
Realmente igual no le habrían hecho caso, los socialdemócratas y los populistas son así de tiquismiquis, pero el coordinador de Izquierda Unida habría podido separarse del ridículo que se está viendo en España con algo que parecería mucho más sencillo. Hablar de programa de gobierno y luego pactar cargos públicos en atención a ese programa. Garzón podría haber jugado a ese papel de intermediario y no aparecer como un doméstico del dirigente de Podemos. Es verdad que hay una deuda grande en IU que la coalición resuelve, pero de ahí a estar completamente sometido con vistas a no se sabe bien qué futuribles, es como jugar a la ruleta rusa con una pistola con el tambor cargado de balas. Seguro que acabas pegándote el tiro de muerte. Salvo algo muy truculento, Garzón tenía, y sigue teniendo, la obligación moral de intermediar de verdad.
¿Por qué no pide una reunión en solitario a Sánchez? ¿Tiene miedo a Iglesias? ¿Sabe que hay algún poder fáctico borbónico que no quiere a Podemos cerca del Gobierno y no lo denuncia? ¿Está esperando a que mueran todos para quedar él como único actor en la función de teatro en que se ha convertido la política actual? ¿Después de negar la lucha de clases hace pocos días en Twitter (algo que algunas personas en el PSOE recuperan como argumentario) está mutando a otra posición y por eso está envuelto en seda esperando salga la crisálida? Estas y preguntas como estas se están haciendo a todas horas en la militancia de IU. Mientras sus diputadas y diputados parecen ser los únicos que trabajan en el Parlamento secuestrado (¿por qué no denuncia esto?), él está a otras cosas menos importantes aparentemente.
Ante la oportunidad que le ofrece el contexto político de asomarse como un político de altura, parece que Garzón ha preferido ser el edecán de Iglesias y callar ante todo. Igual tiene una opinión distinta en muchas de las cuestiones que se plantean ¿por qué no las defiende públicamente ya que los demás así lo hacen sin respetar cierta confidencialidad? Ante la famosa requisitoria de Iglesias a sus bases y al ser IU una organización separada (o ¿no?), ¿acepta Garzón lo que digan las bases de otro partido sin preguntar a las suyas? Es un sindiós que nadie entiende y que, por si no hubiera quedado claro, está provocando la práctica desaparición de IU como partido político.
Y Enrique Santiago, como secretario general de un partido que es comunista, con su Comité Central y todo, ¿tampoco tiene nada que decir? ¿Piensa tragar con todo lo que le digan desde la formación morada? Luego se extrañan que la propia militancia les diga cosas en las redes sociales. Suerte tienen de no estar cerca porque la ley de Lynch seguro se le ha pasado por la cabeza a más de una persona. Si ya los comunistas no ejercen de comunistas, y los demás que se dicen de izquierdas están a lo espectacular y a agradar al Borbón ¿qué izquierda nos queda en España?