La repentina liberación del preso político más conocido de Venezuela, Leopoldo López, vuelve a poner en el primer plano a la crisis que vive este país desde hace meses. Si el régimen ha tomado esta decisión, en una semana en la que asaltó el parlamento y la oposición convocó a una consulta para el próximo 16 de julio, es que algo está pasando en el interior del mismo. O bien se están produciendo las primeras fisuras, lideradas por la Fiscal General de la República que ya rompió abiertamente con el régimen –Luisa Ortega Díaz-, o bien el dictador, Nicolás Maduro, ha comprendido que la salida a la actual crisis política pasa por la creación de un nuevo escenario más distentido y proclive al diálogo con los opositores. ¿Será así o es un mero movimiento táctico sin más consecuencias?
Más de cien días de protestas, casi un centenar de muertos provocados por la brutal represión desatada por la dictadura, centenares de detenidos en condiciones infernales, un país paralizado y una situación ad portas de una confrontación política, amén de una crónica crisis en todos los órdenes, son motivos más que suficientes para que hicieran reflexionar a los maximos líderes de la dictadura y alterarán el incierto rumbo que ha tomado la mal llamada «revolución bolivariana».
Todavía es pronto para valorar el alcance de la medida de casa por cárcel a López, pero no cabe duda que esta concesión, la de liberar aunque sea a su domicilio al que era considerado el enemigo número del régimen y un «terrorista» responsable de decenas de crimenes, en palabras del uno de los líderes más agresivos del régimen, Diosdado Cabello, es un movimiento que claramente tiene una intencionalidad política en las actuales circunstancias. Quizá trate de aminorar la fuerza de las protestas -algo que probablemente no conseguirá a tener del cansancio, malestar y magnitud de la crisis por la que atraviesa el país– o tiene el objetivo de salvar la imagen ante la comunidad internacional de una dictadura brutal, violenta, represiva e irracional que ha llevado a Venezuela a una situación apocalíptica.
INTENTO DE LAVADO DE IMAGEN POR PARTE DE LA DICTADURA
Sin embargo, las imágenes que vimos esta semana, en la que decenas de delincuentes armados por el régimen -los denominados «colectivos»- atacaron salvajemente el parlamento y agredieron a decenas de funcionarios, periodistas y diputados indefensos -algunos heridos graves-, han dado la vuelta al mundo y han mostrado la verdadera cara de una narcodictadura desesperada y de una naturaleza absolutamente criminal. Ya no caben más eufemismos ni más mentiras. Las fotos viendo cómo esas hordas de Maduro, toleradas por la policía, golpean a ciudadanos desarmados hasta caer al suelo y ser luego pateados sin piedad, han causado un daño tan irreparable a la dictadura que quizá ya sea imposible pasar la página sin más. La única salida que tiene este callejón sin salida, y valga la redundancia, es la marcha del dictador Maduro y la convocatoria urgente de unas elecciones libres y democráticas que pongan fin a esta pesadilla que dura ya más de 18 años. Muchos pueden callar ante lo que está pasando en Venezuela, pero las imágenes ya no mienten y revelan la cruda realidad de lo que está pasando en el país.
Pese a todo, y valorando el hecho de la libertad de López, que tiene la intención de desactivar las protestas masivas en las calles y lograr un lavado de cara de la dictadura más impresentable del continente, no debemos olvidar que todavía hay centenares de presos políticos en las cárceles militares, que la represión indiscriminada y violenta por las fuerzas de seguridad contra civiles indefensos continúa y que el régimen todavía no ha dado muestras de querer recuperar la institucionalidad democrática. Auténticos criminales están al frente del gobierno y de las fuerzas de seguridad; no hay propósito de enmienda.
Mas bien lo contrario: el régimen se atrinchera y Maduro muestra cada día que pasa su cara más belicista y violenta frente a las demandas masivas y pacíficas de millones de venezolanos. Quizá algo se mueve en Venezuela, pero quizá también ya es demasido tarde y nada va a parar la fuerza de las calle. Puede que los dirigentes venezolanos traten de tomar oxígeno para llevar a cabo sus elecciones a la Asamblea Constituyente y ganar tiempo para seguir sosteniendo su régimen agónico, pero la gente está en la calle y ni siquiera la libertad de López detendrá la crisis irreversible de la dictadura. Tampoco detendrá el cansancio de todo un pueblo hastiado de esperar en la cola de la historia. La maniobra trata de apaciguar las protestas y las duras críticas de una comunidad internacional que comienza a reaccionar tras décadas de silencio. Puede que algo se mueva en Venezuela pero quizá ya sea demasiado tarde para salvar el barco de una auténtica mafia político-militar que se hizo cargo del Estado venezolano hace casi cuatro lustros. Veremos qué pasa en los próximos días. Atentos.