Algún tuit suelto. Alguna cosita por aquí y otra por allá. Pero la presencia pública de Albert Rivera se ha reducido a casi la nada. Ni una nota de prensa del dirigente de Ciudadanos desde la propia formación naranja desde la finalización de la moción de censura que puso en el poder a Pedro Sánchez y no a él. Nada. Ni ha ido a llorar las penas con Susanna Griso, ni con Ana Rosa Quintana. Ni Pedro J. Ramírez le han entrevistado, ni Eduardo Inda le menciona en sus editoriales. Nada. Salvo alguna malintencionada broma en las redes sociales, en esas páginas de fake news, que decía que había sido ingresado en una clínica. El caso es que ha desaparecido de la vida política totalmente.
Se sabe que hoy mismo estará en Turín en la reunión del Club Bilderberg, para la que tenía que preparar una ponencia sobre populismo. Pero tiene asesores e incapacidad intelectual para eso. Así que no es probable que lleve encerrado tantos días haciendo su ponencia, la cual seguramente no le interese a nadie de los que allí acuden. Sólo cabe la probabilidad de que esté viendo el final del túnel que le lleve a la puerta de salida si no recompone la situación en la que ha quedado su partido. Juan Carlos Girauta, el otro gran intelectual de Ciudadanos, ya ha advertido que el gobierno del PSOE y los nombramientos, que parecen más de Ciudadanos que de un partido socialdemócrata, les obliga a cambiar su reconfiguración política. Pero para quitarse el cuñadismo, el populismo y el nacionalismo fascista tendrían que utilizar cerca de 10 o 12 años, algo que el establishment que tanto les apoya (tanto como para llevar a Rivera a Bilderberg) no aguantaría. Es ahora o nunca.
Unos de sus padrinos, Florentino Pérez, ya fracasó con aquella intentona de los poderes económicos de situar a un catalán en Moncloa, la Operación Roca frente a los socialistas de Felipe González y con una Alianza Popular hundida. Parece que el presidente de ACS no debió aprender la lección y podría volver a fracasar con una situación parecida, aunque esta vez no figura él como secretario general del partido. Por tanto, no es poco lo que se juega Rivera y esta desaparición, por mucho que vaya a Bilderberg (igual le ponen a servir copas), va a suponer un antes y un después en su relación con el establishment español.
Desaparecer cuando las cosas vienen mal dadas, sin dar respuestas firmes a todas esas personas que han depositado la confianza en ti, porque, para su desgracia, la política de esta sociedad espectáculo se focaliza mucho en las personas, supone un descontento difícil de recuperar. Frente a los nombramientos y todo el foco mediático de Sánchez, sólo ha respondido M. Rajoy diciendo que “él se va y que ahí os quedáis”. Escapa sí, pero da la cara y pone a su partido en la senda del hundimiento o la recuperación. Por muchas cuchilladas que se vayan a dar entre unos y otras (este fin de semana comienzan las operaciones tácticas), el PP responde ante la sociedad. ¿Qué hace Ciudadanos? Sacar a Inés Arrimadas a gritar y vociferar el mismo discurso de siempre. Ese mismo que parece extraído del libro de estilo de Joseph Goebbles. ¿Repercusión? Ninguna.
Se necesitaba la voz del máximo representante del partido y no ha estado presente. Si alguien se vanagloria de ejercer el liderazgo, como cualquier lector de la materia por muy principiante que sea sabe, debe ejercerlo en las duras y en las maduras. Así Rivera demuestra que carece de cualquier capacidad de liderazgo. Que es un pelele del marketing carente de cualquier sangre política y sin capacidad, no ya de dirigir Ciudadanos, sino de ser presidente de algo más allá de su comunidad de vecinos. Y como vive en un chalet, según cuentan, pues ya entienden. Una estafa política que va a propiciar que alguien como Sánchez le robe la cartera delante de sus narices. La actitude de Rivera provoca que Ciudadanos inicie la senda de la desaparición como le pasó al CDS de Adolfo Suárez. Sólo que ese partido tenía a alguien preparado para la política y para las duras.
Rivera con su desaparición demuestra que no sirve. Que es un engaño total. Que cuatro discursos bien estructurados, racistas y nacionalistas caen ante la realidad de los hechos. La pinza política de Sánchez-Rajoy ha acabado con Rivera en menos que canta un gallo. Ahora tendrá que poner todos los huevos en la misma cesta porque no le queda otra. Y ahí viene otro dilema: ¿dónde? ¿En Madrid donde Aguado es de su mismo perfil melindroso y poco capacitado? ¿En Andalucía bajo el poder del clan de la manzanilla? Una salida para poder remontar y recrear el partido nada sencilla. Y más si alguien tan inútil, políticamente, como Rivera sigue al frente de la formación naranja.
El establishment apoyara, aunque algunos medios ya se están moviendo en busca de los fondos monclovitas para sobrevivir, pero ni en la misma forma, ni invirtiendo los mismos dineros. De ahí que esos medios se muevan buscando el dinero que les inyectaban desde las empresas del Ibex-35. Se acabó. Con un PP, más o menos limpio, prefieren el original y no la copia. Además, tienen a Sánchez en Moncloa que nunca ha sido un izquierdista peligroso. Más bien el “niño bonito” del lobby europeísta y, por tanto, del establishment. En esta situación, que podría cambiar si se confirma que Sánchez meterá mano al establishment financiero, Rivera no es necesario. Ni Felisuco, ni Girauta, ni Villegas, ni Villacís, ni Aguado, ni ninguno de los cansino cuñados de Ciudadanos que a todas horas inundaban las televisiones y radios. Salvo que quieran impedir que el PSOE repita en el gobierno, por ahora son todo halagos del establishment (¿no se cuestionan en Ferraz tanto halago?), Ciudadanos posiblemente sea historia. Pero con esta desaparición, salvo que sea por algún tipo de enfermedad que no quieran que trascienda, el dirigente de Ciudadanos, el padre del cuñadismo y del populismo naranja, es prescindible. Sí, PRESCINDIBLE.