Almudena Grandes está ya en la memoria literaria de España como una magnífica escritora. Millones de libros así lo atestiguan, guste más o guste menos. Lo que se está haciendo con su nombre por parte de políticos mediocres, indignos y meapilas, de uno y otro lado, es vomitivo. Por suerte, quien más indigno se está comportando, si es que ello es posible, sólo será recordado en el futuro como “el carapolla”. Madrid tiene estas cosas, cuando te pone un mote estás jodido y quedas con él para toda la vida. Dicen que no le gusta al alcalde… pues así será recordado. En el pecado llevará la culpa.
José Luis Martínez Almeida, alias “el carapolla”, ha vuelto a la mezquindad en una entrevista concedida al amarillento Ok Diario del “patillas” Eduardo Inda (también conocido como el “lametraserillos de Florentino”). Afirma en el amarillo periódico digital que Grandes no merece ser nombrada hija predilecta, a título póstumo, de Madrid pero que él así ha conseguido aprobar los presupuestos. Lo curioso de todo esto es que “el carapolla” jamás ha explicado el porqué de no reunir méritos de la famosa escritora nacida en Madrid. Si es cuestión ideológica, si es por carencias subjetivas que sólo él sabe, si es por ser del Atleti… algo.
Lección de la familia
La familia de la difunta, así como enormes cantidades de personas de distinta ideología, han respondido con mayor elegancia. El viudo y la hermana de Grandes han agradecido a la institución (Ayuntamiento) y a la ciudad de Madrid la concesión de ese nombramiento honorífico. No son tantos los madrileños que han dado gloria y honor a la ciudad como para despreciarlos de continuo. A nadie molestaba esa concesión honorífica pues se reunían las virtudes necesarias para la concesión, pero la clase política da tal asco que tienen que enmierdar hasta estas cosas.
Porque si “el carapolla” se ha mostrado como un ser indigno no menos cabe decir de El grupo de los cuatro, famosos traidores de todas las formaciones de izquierdas a las que se han arrimado, por utilizar el nombre de Grandes para trapicheos políticos. Si no tenían la conciencia tranquila por pactar con el PP y Ciudadanos unos presupuestos propios del capitalismo de amiguetes, no tenían la legitimidad de utilizar el nombre de una escritora para curarse en salud.
Clase política de asco
Todo esto no es más que una muestra del asco que da la clase política. El guerracivilismo que están trayendo a España, del que también son culpables medios de comunicación y palmeros partidistas, está provocando que ningún buen escritor, ningún buen cantante o ningún buen intelectual (no doxósofos, todólogos y médico sabelotodo) pueda ser reconocido sin que haya una disputa estúpida. Qué más da que este o aquel hayan profesado una ideología u otra si ha conseguido hacer reír, llorar o pensar. No dejan de ser patrimonio cultural de España.
Carentes de una visión clara, carentes de capacidades personales (más allá del lametraserismo inilustrado), carentes de virtudes, las gentes de la clase política acaban recurriendo a la irracionalidad para que cualquier elemento racional muestre su completa incompetencia. Hoy es el “carapolla”, mañana puede ser “el guapo”, pasado “el sinsorgo” y al otro “el patriota”. Da igual, utilizan los recuerdos de las personas para sus disputas en el fango. Quieren enfangar todo para que el lodo impida ver la realidad. En este caso, Martínez Almeida será recordado como “el carapolla”. Cuando muera habrá que hacerle una estatua de un falo enorme como homenaje.