En artículos anteriores hemos visto las principales estrategias sobre la que se asentaba el Plan de Negocio complementario a la ampliación de capital de 2.016 y que hubiese tenido un impacto muy positivo en la entidad, además de haber evitado su intervención. Sin embargo, ni Antonio del Valle ni Emilio Saracho, cada cual defendiendo sus respectivos intereses personales y corporativos, podían permitir que una mejora de la situación del Popular.
Por distintos motivos ni Antonio del Valle ni Emilio Saracho querían que el Plan se cumpliese pues hubiese generado condiciones objetivas muy positivas y hubiera generado internamente importantes volúmenes de capital —hasta 2.000 millones— e importantes plusvalías que habrían garantizado el futuro del Popular y hubiesen facilitado el papel integrador que el banco llevaba ejerciendo con las compras del Pastor, Citibank y BarclayCard.
El primero que se opuso la aplicación del Plan de Negocio fue Antonio del Valle, ya que frenar su cumplimiento era objetivo prioritario para el mexicano puesto que veía que con el cumplimiento del plan se les escapaba la toma de control del Popular que pretendían y a la que Ángel Ron se negaba ya que la estrategia de Del Valle perjudicaría a la gran mayoría de los accionistas. Como el mexicano solo no podía bloquear el cumplimiento del Plan de Negocio, organizó una rebelión interna de otros consejeros y bloqueó el cumplimiento del plan, un hecho al que se sumó con entusiasmo Emilio Saracho.
Las razones del apoyo de algún consejero a las tesis de Del Valle eran expuestas por éste y por Jaime Ruiz Sacristán, presidente de la Bolsa de México, ya que alegaban conocer la actividad ilícita de la Oficina de Representación del Banco Pastor en México DF antes de ser comprado por el Popular ya que, según su versión, esta Oficina facilitaba el blanqueo de dinero. El Popular había abierto en 2.016 un procedimiento de investigación interna sobre estas presuntas actividades ilícitas al tener conocimiento de la apertura de una pieza separada de la trama Gürtel en la que se pretendía esclarecer el funcionamiento de dichas oficinas antes de la compra por parte del Popular. La realidad era que la única ambición de Del Valle y de los inversores mexicanos a los que representaba (Club Financiero de Monterrey) era quedarse con el Popular a bajo precio para realizar una serie de operaciones corporativas de venta y fusión con otras entidades españolas que sirvieran como entrada de estos mexicanos en el mercado financiero de la Unión Europea. Entre estas operaciones, casualmente, se encontraba la aplicación del Plan de Negocio una vez se hubiesen hecho con el control de la entidad.