Detrás de la dimisión de Carmen Montón hay algo más que una investigación periodística o las presuntas irregularidades de un máster, algo mucho más serio que atenta contra la propia esencia de la democracia. Un verdadero ataque contra nuestro sistema de derechos y libertades, contra la igualdad real y contra el pueblo español.
Carmen Montón dijo en su declaración que «no todos somos iguales». Tenía razón porque en este país cuando un político trabaja para el pueblo se convierte en un peligro para las élites financieras, empresariales, políticas o económicas. La ex ministra de Sanidad dijo que recuperaría la universalidad de la sanidad y cumplió. Fue en ese momento en que en las altas esferas del poder decidieron ir a por ella. ¿Cuál fue el «delito» de Carmen Montón? No fue el máster, desde luego, sino que no podían consentir que un gobernante les arrebatara un nicho de negocio tan rentable como es la sanidad.
Todo aquel que se convierta en una amenaza las cuentas de resultados, los intereses o los planes de esas élites activa los protocolos de destrucción social buscando cualquier excusa, cualquier hecho, por nimio que sea, para generar una alarma social injustificada que provoque presión suficiente como para que la persona en concreto se vea obligada a renunciar a su cargo. Lo hicieron con Cristina Cifuentes, primero con su máster y, como la ex presidenta de la Comunidad de Madrid no dimitía, buscaron una grabación que debía estar destruida —porque la ley así lo indica— para atacar la propia dignidad de la persona. Lo hicieron con Pablo Casado y su currículum académico. En ambos casos se trataba de dos figuras políticas que eran un verdadero peligro para los planes de las élites sobre quién debía sustituir a Mariano Rajoy en la presidencia del Partido Popular. Sin embargo, la apuesta les salió mal y, a pesar de la polémica de su máster y su carrera de derecho, Casado se hizo con la presidencia del PP.
Con Carmen Montón ha sucedido lo mismo. Sin embargo, el problema es extensivo a todo el gobierno de Pedro Sánchez por la implementación de políticas sociales que buscan la recuperación de la dignidad de nuestra democracia, políticas que son un peligro para las dictaduras privadas, pero que están teniendo un impacto muy positivo en la percepción que el pueblo tenía de los socialistas. Todo lo que el gobierno puede perder por sus vaivenes en ciertos asuntos como, por ejemplo, la venta de armamento a Arabia Saudí, lo recupera multiplicado por tres con su agenda social. Así lo indican los sondeos.
Por esta razón el gobierno de Sánchez se ha convertido en una grave amenaza para las élites y no han dudado en infiltrarse, a través de presuntas prebendas, en la propia organización socialista para provocar el mismo fuego amigo que se dio en el PP y aprovechando el descontento que pudieran tener personas desilusionadas porque sus expectativas no se cumplieron, personas que, además, mantienen buenas relaciones con el mundo mediático. Por ello, las élites pretenden atacar las políticas sociales del equipo de Pedro Sánchez y Carmen Calvo a través del desprestigio.
¿Quiénes son esas élites que no tienen pudor en atacar las políticas sociales que benefician al pueblo? Las mismas que no tienen escrúpulos en financiar a partidos catalogados como de extrema derecha por los más prestigiosos analistas políticos del mundo porque siempre la ultraderecha ha sido más condescendiente con los comportamientos poco éticos.
Esa es la palabra, ética. Eso es lo que se le debe exigir a un representante público y Carmen Montón ha demostrado, con su gestión de la salud pública en Valencia y en los tres meses que ocupó el Ministerio de Sanidad, que se han antepuesto los intereses del pueblo a los de quienes están ganando mucho dinero con la gestión de los hospitales públicos.
Si las dictaduras privadas no tienen ningún escrúpulo en atacar las políticas sociales, ¿qué les impide activar una marabunta contra las políticas de género? Nada. A estas élites les dan igual los actos de terrorismo machista y el hecho de que la mujer avance y que se alcance una igualdad real de género es algo que podría verse como un peligro, por más que haya mujeres que son iconos de esas élites.
En consecuencia, Carmen Montón es la última víctima de este ataque frontal contra la democracia de las dictaduras privadas. Por desgracia no será la última porque, con toda seguridad, ya tendrán en su punto de mira a quienes se salgan de los límites que las élites han establecido como la línea roja que no están dispuestos a permitir que se supere sin ningún tipo de ética ni de dignidad.