Algo que está sorprendiendo a los analistas mediáticos es el ascenso del fascismo en las encuestas pre-electorales. La posibilidad de que Vox pudiera ser tercera fuerza política en el próximo parlamento salido de las urnas les asombra a quienes se han dedicado a decir que estas personas tan sólo eran de extrema derecha, populistas iliberales o cabreados del PP. Análisis, como se puede observar, muy profundos y sesudos que escondían realmente la existencia de un grupo neofascista (no neofranquista) al que se ha permitido dispersar su discurso del odio en medios de comunicación bajo el control de la clase dominante. Nada nuevo porque el capitalismo, siempre que se respete su ser y su negocio, se adapta a dictaduras o democracias con suma facilidad. Los poderosos, en términos generales, al controlar la base del sistema se saben protegidos en cualquier sistema político, de ahí que no les importe demasiado que los fascistas campen a sus anchas. Lo que no les gusta es que lo puedan hacer socialistas o comunistas.
El ascenso de Vox tiene una fuerte base estructural en España. El propio sistema permite la aparición de este tipo de grupos porque la ley les ampara en sus manifestaciones y aberraciones, tan sólo con portar la bandera de España pareciera que la persona es libre de ser un fascista. Como además presentan un programa de reformas económicas del capitalismo libertario, es decir, llevar todo a la máxima individualidad sin ningún tipo de protección social (el paraíso de la burguesía) y, paradójicamente, defienden el reino en la tierra de lo católico, les parecen menos fascistas. No hay que engañarse, los fascistas actuales actúan así. No llegan a neofranquistas porque sería un tipo de sistema que les cortaría las alas. Una vez que la acumulación capitalista ya se produjo, una dictadura del tipo franquista supone un hándicap para la burguesía española, la cual está muy internacionalizada. El autoritarismo de los neofascistas se produce mediante la ley y la porra, como sucede en Israel, país que es ejemplo para muchas cuestiones en el neofascismo.
Algunos dicen que Vox sube porque ha caído Ciudadanos, el partido que radicalizó la arena política con sus soflamas incendiarias. Una explicación corta y que numéricamente tampoco es mostrada por las encuestas. Cierto es que un 20% de los votantes de la formación naranja marchan hacia los fascistas, pero con eso no basta. Tampoco ha tenido Albert Rivera una impronta en la sociedad como para alterarla. De hecho si la hubiese tenido el PP seguramente hubiese desaparecido. Ese análisis simplista, por mucho que hayan situado en la palestra política el nacionalismo español mediante antagonismos, no se sostiene. Nacionalistas son las gentes del PP y durante un tiempo no hubo esa aparición, entre otras cosas porque el partido conservador los cobijaba y daba de comer en diversos chiringuitos. La aparición de los neofascistas tiene que ver con un proceso estructural de difusión de ideologías que se creían enterradas en el cementerio de la historia por parte de la clase dominante. Y todo para despistar frente al agotamiento del capitalismo y su nueva vuelta de tuerca para seguir con una extracción de rentas más salvaje aún. Un proceso que se consigue mediante una apelación identitaria, que como se ha visto a lo largo de los últimos siglos, es sumamente movilizadora, y el recurso al populismo (por la izquierda también ha habido el proceso contrario).
El problema es que tanto Pablo Casado como Rivera, que alardean de ser los más democráticos, han blanqueado continuamente a los fascistas. Pactando con ellos en comunidades y ayuntamientos y señalando que no tendrían ningún problema en hacerlo a nivel estatal. Bajo la excusa de acabar con el mal socialdemócrata (aún les queda ese mal gusto thatcheriano) y el populismo comunista, planteamientos dentro de los parámetros democráticos del sistema, han dado cabida las políticas de los fascistas. Casado nada dirá porque concuerda al 90% con Vox. Rivera, a quien siempre se le ha visto un regusto joseantoniano, ha puesto más peros aunque ha acabado por tragar con los de Abascal y sus propuestas con tal de tocar poder. Efímero poder como muestran las encuestas porque la ciudadanía les está poniendo en la puerta de salida. De haber sido un partido que dotase de equilibrio al sistema, tal y como querían los poderosos, a ser un partido extraparlamentario casi en una sola elección. Y como les interesa más el poder que la democracia callan ante las bravuconadas fascistas.
Los verdaderos culpables de que el fascismo campe a sus anchas hoy en España son Casado y Rivera que no se han atrevido a hacerles frente y sí a cobijarles bajo su manta de la derecha. No todos los votantes de Vox son fascistas, pero sí es cierto que hay querencias que perviven en el tiempo y se van transmitiendo. La dictadura pudo durar lo que duró no sólo por la represión sino porque se logró crear un nutrido grupo de personas que apoyaban el sistema fascista. Eso se ha mantenido oculto porque hubo dirigentes de la derecha que se encargaron de tenerlos a buen recaudo, una vez que los dirigentes de la derecha se han puesto a competir por ver quién era más español, olvidando la seguridad sistémica, han quitado la espita del fascismo en España. A ello, como se dijo, súmenle que a la clase dominante les conviene las políticas que ofrecen de privatización de todo lo público y tendrán una respuesta a ese auge. Si Rivera o Casado les hubiesen vetado, como Angela Merkel hace en Alemania por ejemplo, seguramente no verían este empujón electoral. El cual está siendo apoyado por algunos medios de la derecha, no se olvide.
Deben pensar que, al compartir buena parte del programa económico, ellas y ellos están protegidos de la ira fascista. Que como son de la derecha a ellas y ellos no les pasará nada. Pero como nos dejó dicho Martin Niemöller en su poema “Primero vinieron…” cuando ya no quede nadie a los que llevarse les tocará a ellos. Callar ante el fascismo, es más, compadrear con el fascismo como hacen Casado y Rivera es un atentado contra la democracia tan grave que debería estar penado. Dejar que los fascistas campen a sus anchas por España, mintiendo e inoculando odio, en una situación inestable porque el capitalismo boquea y busca donde conseguir las migajas que van quedando a repartir, es un ejercicio de filibusterismo político. Como bien hemos advertido en diversas ocasiones, el peligro de Vox es cada vez más real y tienen un impacto sobre las personas. Quieren acabar con la sanidad, los derechos laborales, los derechos sociales y encarcelar a gays, rojos de diversa condición y nacionalistas (recuerden lo que un dirigente de Vox le dijo a Aitor Esteban sobre ilegalizarlos). Cobardes que prefieren mantener lo poco que tienen en vez de asegurar el bien común. Todo esto están apoyando desde su cobardía Casado y Rivera porque en su fuero interno si tuviesen valentía harían lo mismo.