Parados de larga duración, personas sin techo, marginados, jóvenes sin empleo, pobres sin futuro, los cadáveres que ha ido dejando tras de sí la recesión, son una buena cantera para partidos de la nueva extrema derecha española como Hogar Social, uno de los movimientos que al calor del populismo han ido creciendo de forma sorprendente en los últimos años. La organización nació en 2014 en el barrio madrileño de Tetuán, donde ocupó un edificio para instalar su primera sede, y desde entonces han llevado a cabo acciones con gran repercusión mediática. Su líder, la joven de 27 años Melisa Domínguez Ruiz, ha conseguido conectar con las clases más bajas de la sociedad, sobre todo familias sin recursos económicos, indignados y desahuciados por el Estado a los que la Fundación Hogar Social Ramiro Ledesma (bautizada con ese nombre en honor al ideólogo fascista) acoge, ofrece la comida que no les da su Gobierno y promete un futuro algo más esperanzador. Repartir pan y alimentos en tiempos de hambre es sin duda el mejor programa electoral de la extrema derecha.
Los compañeros de Universidad ya conocían a Melisa Domínguez por sus ideas radicales. Tras algunas acciones callejeras como activista, recaló en la Liga Joven, la organización de jóvenes cachorros del Movimiento Social Republicano (MSR), un partido de ideología nacionalsocialista. “En los micropartidos patriotas pasa como en los grandes, hay favoritismos, hay resistencias, viejas políticas… Así que decidí irme de MSR y montar Hogar Social, pensando que si triunfaba o me equivocaba sería por mí misma”, ha asegurado Melisa en la televisión. El crecimiento de Hogar Social está íntimamente ligado al tirón de esta mujer de cabellos rubios y vestuario alternativo que pone la imagen amable y “moderna” al rancio movimiento ultra español. La última puesta en escena del grupo se produjo el pasado año, cuando más de mil personas que enarbolaban banderas de España participaron en una manifestación convocada por este partido bajo el lema «Defiende España. Defiende a tu gente». Esta vez no eran cuatro nostálgicos del régimen franquista, sino que la marcha fue una incipiente demostración de fuerza que transitó por el corazón mismo de Madrid (Plaza de España, Gran Vía y Malasaña). Concepción Dancausa –entonces delegada del Gobierno en Madrid e hija de uno de los fundadores de la Fundación Francisco Franco− permitió la concentración ultra mientras prohibía las esteladas en el Vicente Calderón, algo que fue duramente criticado por los partidos de la oposición. Los manifestantes corearon lemas como «ayudas sociales para los nacionales», «españoles sí, refugiados no» y otras consignas que fueron investigadas por la Fiscalía por si pudieran ser constitutivas de un delito de odio. Otra sonada acción mediática la llevaron a cabo en la fachada del Ayuntamiento de Madrid, donde desplegaron una pancarta con el rótulo “Españoles Welcome”, en clara alusión a la pancarta “Refugees Welcome”, que días antes había ordenado desplegar Manuela Carmena para concienciar a la ciudadanía sobre el problema de los desplazados sirios que huyen de la guerra en su país.
Sea como fuere, Melisa Domínguez ha sabido sacar partido a un populismo demagógico que en tiempos de crisis casi siempre funciona. Cabe preguntarse si no estaremos asistiendo al nacimiento político de la nueva musa de la extrema derecha española, la Marine Le Pen hispana, aunque según sus detractores no dé el perfil de político con empaque, sino más bien de líder joven y populista que ha tenido el acierto de saber copiar el modelo de reparto benéfico de alimentos puesto en marcha por partidos como el italiano Casa Pound o el griego Amanecer Dorado. Lo cierto es que la estrategia de Melisa Domínguez Ruiz de dar amparo y protección a los parias de la crisis olvidados por la democracia (siempre que sean españoles, no inmigrantes) y de mantener una relación cordial y transparente con los medios de comunicación (hasta permite la entrada de periodistas y cámaras de televisión en el local de Hogar Social) parece estar dándole buenos resultados, lo cual demuestra que nos encontramos ante una mujer con carisma en el mundo de la extrema derecha. Los que la conocen aseguran que es una mujer fuerte aunque de apariencia tímida, y ya ha sido invitada como tertuliana a algunos programas de Intereconomía, donde ha lanzado sus mensajes ultraderechistas.
La líder de Hogar Social es una de las jóvenes promesas de la nueva extrema derecha española que trata de abrirse paso aprovechando los vientos racistas y neonazis que llegan de numerosos países europeos. Tras su aspecto afable y su cierto don de persuasión se esconde una simpatizante del populismo xenófobo, esa moda terrible que se impone en el viejo continente. No en vano, se ha dejado ver como ponente en algunos congresos organizados por los partidos ultras europeos más duros como el italiano Casa Pound, el griego Amanecer Dorado y las juventudes del Partido Nacional-Demócrata de Alemania (NPD). Todo apunta a que Hogar Social, que reparte alimentos a más de 300 familias cada semana, se está haciendo fuerte en las calles de Madrid. Tras ser desalojados por la Policía de varios edificios que habían ocupado sin permiso −una sede abandonada del ministerio de Trabajo y el local de Afinsa, entre otros− los activistas de Hogar Social consolidaron su cuartel general en un palacete de la calle Velázquez, sede de una antigua institución militar, y en el edificio del antiguo NODO de RTVE. Toda una declaración de intenciones.