No le busquen tres pies al gato, Isabel Díaz Ayuso no debate porque no le da. ¿El qué no le da? Lo primero, no le da la gana porque tiene todo que perder y nada que ganar. Mucho más si el debate se produce en Telemadrid, cadena la cual desde la llegada de, la ahora condecorada, Cristina Cifuentes, se ha destacado por la imparcialidad… vamos que ha dejado de ser TeleEsperanza para ejercer el periodismo como se debe. De ahí que quiera que sea en Antena 3 y con Vicente Vallés como moderador. Huye de cualquier posibilidad de conflicto sin contar con una vía de escape. Nada nuevo por otra parte pues lo han hecho muchos antes al no haber legislación que obligue a debatir.
También se puede añadir que prefiere que sea una cadena estatal y no una regional la que lleve a cabo el debate porque, no hay que olvidar lo que en Diario 16 hace tiempo, la pretensión de la candidata no es Madrid, que le importa poco o nada en realidad, sino proyectarse a nivel nacional para dar el salto en cuanto le corten el cuello a Pablo Casado. Todo eso está bien pensando por su asesor Miguel Ángel Rodríguez que no da puntada sin hilo, más cuando quien no tiene carrete es el actual presidente popular. Normal que no quiera debatir en la cadena regional o en los espacios informativos regionales de TVE, no tiene proyección personal y ahora están construyendo una Marie Le Pen a la española en el PP madrileño.
Y tampoco quiere debatir más allá de un día porque no le da en el ámbito de la capacidad. Hasta ahora, en la Asamblea de Madrid, ha tenido a su favor que conoce las preguntas y que sólo se publican sus declaraciones y no la interpelación que se le hace –lo que sería perjudicial porque le preguntan por peces y responde que espárragos-. Con toda la prensa de derechas de su parte es sencillo esconder todas las carencias de la candidata menos la cara que le echa. Demagogia y conceptos que desconoce pueden servir teniendo a la prensa de su lado –y la que no está de su lado tampoco es que sepan discernir mucho más-, pero en un debate con personas formadas (Ángel Gabilondo o Edmundo Bal) esas carencias se verían si no en el primero, si en el segundo o en el tercero. Por mucho que hable de libertad, colectivismo y demás mantras de los liberales –algo que se extiende en las columnas de opinión de la derecha y que son fácilmente desmontables, aunque no haya ganas-, frente a ella hay gente que le podría replicar y tumbar con naturalidad.
Y como sabe, más bien lo sabe Rodríguez, que no le da para más, prefiere un solo debate para confrontar con el otro populista de la terna, Pablo Iglesias. Así siempre podrá venderse como la adalid del liberalismo y opacar a Rocío Monasterio por la derecha. Quieren bronca, y por tanto que no se debata en realidad, un solo día para que los genuflexos medios vendan que ha vencido, que es la única que puede parar el peligro de la izquierda y demás estupideces que vienen exponiendo de un tiempo a esta parte. La prensa, al fin y al cabo, está salvaguardando sus ingresos y ella los paga gustosamente exigiendo lealtad y sumisión. Sin capacidad y sin ganas de debatir, porque no le hace falta en realidad con la prensa a su favor, Ayuso acepta uno, controlado –al menos eso supone- y a esperar que la campaña se la hagan otros, incluyendo las hordas de franceses que vienen a emborracharse (por mucho que moleste a la embajada).