En Japón se fabrican los biberones más grandes del mundo. Tienen un tamaño un poco superior a una bombona de Butano, con una tetilla que permite una ingesta rápida, continuada, de gran caudal y sin provocar dolores de tripa. Están especialmente recomendados para grandes mamadores. Por extraño que parezca en Madrid se están solicitando contenedores de este productos y por ello la presidenta de la Comunidad ha decidido intervenir. Isabel Díaz Ayuso ha impuesto una tasa 0 a este producto como mecanismo para lograr inversiones del país asiático —no pregunten por la quiebra de la balanza comercial porque ella, eso, no sabe ni lo que es—, algo que le ha agradecido el embajador japonés, Takahiro Nakamae, tras dar cuenta de una ración de croquetas y unas buenas patatas bravas.

Ha sido sorprendente el auge en la solicitud de este tipo de biberones porque se ha producido de manera inmediata, cual si hubiese caído un rayo elevando la necesidad de consumo del biberón gigante japonés. Los especialistas en publicidad y en comercio internacional analizan al detalle cómo ha podido ocurrir, sin publicidad, una solicitud tan amplia de este producto. Miran en las redes sociales por así encontrasen alguna pista, una especie de boca a boca que haya elevado la importaciones mamadoras, pero no logran encontrar el punto clave.

Se preguntan por un acontecimiento único, sin parangón, para poder copiar el sistema y aplicarlo a sus propios productos. El patrón de solicitudes se centra, principalmente, en Madrid capital, al norte de la ciudad con una gran cantidad de peticiones en la calle Pío XII, aunque la distribución también se extiende por toda la Comunidad y diversos puntos de la geografía española. Casi todos los solicitantes del producto se llaman Isidoro, Gargamel o Xusep y hacen referencia a 15 nosequé. Además existe la coincidencia de solicitar el biberón y pañuelos de papel en cantidades industriales.

Desde este medio queremos ayudar a estos comerciales y expertos en marketing y ofrecerles cual es el núcleo irradiador de estas peticiones tan exageradas: Diego Pablo Simeone. Un simple entrenador de fútbol que lleva dos días recetando biberones a la gente que sufre un grave síndrome, que no se sabe si es congénito, o un virus llamado nacionalmadridismo y para el que no se ha encontrado cura todavía. En especial lo suelen sufrir los periodistas (o parecido) que acuden a programas nocturnos de todo pelaje y aquellos que trabajan en dos periódicos madrileños. A partir de ahí se extiende entre las personas, llegando a saltar el charco y tener brotes en toda Sudamérica.

Basta con que el Cholo diga que los errores arbitrales llevan sucediendo desde hace más de cien años en favor de cierto equipo para que la demanda de biberones gigantes japoneses aumente geométricamente. Y si remata la faena explicando que los que hoy le critican, ayer estaban diciendo mucho más de lo que él ha dicho, los containers se agolpan en el puerto de Valencia. Normal que pidan demandas contra el Cholo pues el ansia mamadora es insoportable para quienes establecen la única verdad. Los regímenes totalitarios aguantan muy mal que les hagan ver la realidad y suelen acudir al falseamiento de la historia, sin darse cuenta de que caminó por otro lado. Habrá que esperar lo que pasa esta semana, pero en Japón están contentos.

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