Cuando una persona se expone públicamente casi diariamente es normal que, en algún momento, la boutade surja de sus labios. Cuando las luces de esa persona no es que sean muchas, es más habitual que las meteduras de pata aumenten. Pero que tras ser reconvenida, tras ser educada, se insista en la boutade es que el problema no es tan sólo de ignorancia sino de maldad y de seguir la linde hasta más allá de su término. Esto le ha pasado a la presidenta de la Comunidad de Madrid en funciones Isabel Díaz. No sólo se preguntó si el rey iba a firmar los indultos a los secesionistas, sino que, tras ser reconvenida por Pablo Casado (por una vez ha sabido templar gaitas), ha insistido en la necesidad de que no firme los indultos si no quiere ser visto como un traidor… a España, se supone.
¿Qué pasa por la cabeza de la pepera y de su asesor Miguel Ángel Rodríguez para insistir en el tema de la necesidad de rechazo del rey a los indultos? Caben varias posibilidades y/o explicaciones. Ser tan bodoque no puede ser natural.
Primera explicación.
Tras ver a Lilith Verstrynge entonar el “¡Mañana, España, será republicana!” sin ningún tipo de aliento y gracia, Díaz ha decidido que no sólo va a ser la musa de la derecha madrileña y los medios subvencionados, sino que va más allá y será la musa de la república española que llegará por culpa de un rey felón. Ha escuchado nosequé de Madeleine, de la derecha, de lepenismo, de Feria y eso en su cabeza se ha transformado en un sentimiento republicano. Tampoco tiene claras las diferencias entre jonsismo y falangismo y por ello ha entendido que hay que ser republicana con ella encarnando al héroe fascista que traerá el Estado nuevo a España.
Segunda explicación.
La segunda explicación, tan plausible como la primera, es que le han dicho que tiene la oportunidad de suceder a Casado en cuanto se le carguen y ha decidido no ya ser un verso libre sino ser su contendiente en todo. Y como el presidente pepero ha dicho que el papel constitucional del monarca es firmar lo que le pongan, que las culpas son del gobierno, ella ha decidido seguir la linde y señalar a Felipe de Borbón como un felón por firmar los indultos. El problema es que no se sabe en qué punto se encuentra la felonía porque jurar, juró su cargo ante la Constitución. Ni los principios generales del movimiento, ni el fuero de los españoles, ni nada por el estilo.
Tercera explicación.
La tercera explicación es que, una vez que los focos informativos se mueven hacia otro lugar y la Comunidad de Madrid pasa a ser ese agujero oscuro que todo se lo traga, necesita casito. Sabe que ha dicho una gilipollez, pero insiste para seguir saliendo en televisión y los periódicos. Es de las que piensa que, aunque se hable mal de una, siempre es mejor que no se hable.
Cuarta explicación.
Hacer del rey un monarca de parte y no un jefe de Estado moderador. Este sueño húmedo de la derecha desde la llegada de José María Aznar –que tanto llora que Juan Carlos de Borbón no le concediese un título nobiliario- sigue en la cabeza de Díaz. Quiere que el rey sea de derechas y se enfrente a la izquierda. El último rey de los españoles que hizo algo parecido acabó en el exilio. Y en otros lares, o bien pasaron por el cadalso, o bien como Víctor Manuel III y Humberto II de Italia, expulsados a patadas y mediante un referéndum.
Quinta explicación.
La quinta explicación, a la vista de todo lo que dice, es que no es más que una badulaque. No da más de sí. Se le cruzan las cuatro ideas que tiene en la cabeza y suelta lo primero que se le ocurre, insistiendo en lo que parece que ha hecho más gracia pero sin pararse a analizar si ha sido o no una metedura de pata.
Cualquiera de las cinco explicaciones tiene visos de ser cierta. De hecho, es probable que sea una mezcla de las cuatro. A Casado le viene bien que diga estas cosas pues así contrarresta en medios como ABC o La razón la pasión enfermiza que se había desatado con la presidenta madrileña. Gana tiempo y se quita una enemiga de encima. Intentando superar a Vox, en esto del rey son fieles, ha pasado hasta al falangismo por la derecha. No sería extraño que, en breve, propusiese algún tipo de régimen teocrático con el cardenal Cañizares de regente y ella de jefa de gobierno. Eso sí, con mucha libertad para las cañas.