Cuando José María Aznar salió del Gobierno en el año 2004 el PP ostentaba la hegemonía de la derecha en España. Hoy esa derecha está troceada en tres partes –PP, Ciudadanos y Vox‒ con el agravante de que los ultras de Santiago Abascal avanzan imparables en las encuestas y amenazan con hacerle un roto al partido de la gaviota. La preocupación en Génova 13 ante la irrupción fulgurante de Vox crece cada día que pasa sin que ninguna mente pensante de las muchas que rodean a Pablo Casado sea capaz de responder a la pregunta del millón: ¿de dónde demonios ha salido Vox, quién ha inspirado la formación del partido verde? Y ahí es donde surge la figura omnipresente del paterfamilias, del auténtico patrón y caudillo del PP, de José María Aznar. Muchos en el Partido Popular añoran los tiempos gloriosos del aznarismo, la mano de hierro contra socialistas e indepes, la filosofía política viril. El hombre de derechas de toda la vida liberado de complejos.
Quizá no haga falta irse a desiertos remotos ni a montañas lejanas ‒por utilizar palabras del propio Aznar‒, para empezar a sospechar que Vox es una operación política calibrada desde las propias filas populares con conocimiento del convidado de piedra al infausto ‘trío de las Azores’. No se trataría tanto de que Aznar haya organizado Vox como de que el padrino podría haber dado su beneplácito al proyecto y a la aventura de un partido político más a la derecha del PP de Mariano Rajoy, con quien es público y notorio que el ex presidente del Gobierno no se llevaba. Ese visto bueno a Vox del expresidente explicaría muchas cosas, entre ellas el repentino giro a la derecha de Pablo Casado, su frecuente reivindicación del papel de Aznar (a veces ninguneando el legado de Rajoy) y su constante necesidad de abrirse la camisa y golpearse con los puños cerrados en el pecho para demostrar que es más ultra que ninguno.
La conexión Aznar en el proceso de formación de Vox no es en absoluto descartable, aunque solo fuese como fuente de inspiración ideológica. De hecho, Abascal fue un hombre de Aznar en los tiempos duros del País Vasco, cuando ETA tenía en el punto de mira a todos los concejales y políticos populares. En noviembre del año 2000 fue elegido presidente de Nuevas Generaciones del Partido Popular en Euskadi y miembro de la Junta Directiva Nacional del partido. Hasta el 2013, cuando presentó su baja en el PP por “diferencias irreconciliables con su cúpula”, Abascal fue un aznarista convencido y probablemente siga siéndolo, ya que en cada entrevista no deja pasar la oportunidad de mostrar su agradecimiento al ex presidente del Gobierno, a quien considera el artífice real de la ilegalización de Batasuna.
A su vez, los piropos de Abascal hacia el jefe no caen en caso roto, sino que son correspondidos generosamente por el propio José María Aznar, quien en una reciente entrevista llegó a reconocer que “Vox ha salido del propio PP”. De ser cierto que Vox es un hijo ilegítimo del ala más conservadora del PP, como todo parece apuntar, sería inevitable pensar que el ex presidente de España ha jugado un papel, aunque solo sea para dar su visto bueno y echar la bendición a la formación ultraderechista. No hay que olvidar que Aznar ya ha dicho públicamente que Santiago Abascal le parece un “chico lleno de cualidades” e incluso le ha prologado un libro: La farsa de la autodeterminación. Es evidente que la relación personal existe más allá de lo profesional y ahí es donde se plantean las “tutelas y tu tías” ‒como diría Manuel Fraga‒, entre el mentor y el alumno.
La hipótesis de que Abascal no solo le está agradecido a Aznar, sino que lo idolatra y lo considera fuente permanente de inspiración, es que en otra reciente entrevista ha llegado a asegurar que el expresidente “ha cumplido con una misión histórica y si él decidiera respaldarnos sería bienvenido y agradecido”. Y añade en un tono de sumiso vasallaje: “No cometeré la insolencia y la imprudencia de invitar al presidente Aznar a las filas de Vox dirigidas por este humilde servidor”. Solo le faltó ofrecerse para llevarle los cafés al patrón.
Los sutiles coqueteos políticos entre uno y otro llevan a pensar que la conexión Abascal-Aznar es mucho más fuerte de lo que parece y algo más que una simple hipótesis de trabajo. Pero hay otros datos empíricos que van en esa dirección, como que algunos miembros de la vieja guardia aznarista piensan ya en verde. Tal es el caso de Carlos Fabra (que acostumbraba a dar hospedaje al presidente en su chalé de Oropesa en los años locos del boom) o Rafael Bardají (asesor del Gobierno de José María Aznar), quien por cierto se ha reunido en calidad de emisario de Vox con asesores del presidente norteamericano para tratar sobre el futuro de España. A nadie se le escapa que Aznar tiene buenos contactos en USA desde que George W. Bush le dio permiso para poner los pies encima de su mesa. Y es que esa agenda del jefe que tanto ansía Vox no tiene precio.