Curioso sin duda que desde la llegada al poder estatal del PSOE la política española, aunque tuviese ciertos rasgos anteriormente, se ha convertido en una continuada escenificación. La llegada totalitaria de la política espectáculo. En parte es achacable al PSOE, en parte a los demás actores políticos. Que la agenda política se juega en los platós de televisión, en los estudios de radio y en los editoriales de los distintos periódicos no es nuevo, lleva años sucediendo que el Parlamento y el Ejecutivo vienen perdiendo el poder de marcar la agenda política. Sin embargo, la transformación de la política en algo espectacular, en algo circense no es tan antigua. Bien es cierto que siempre ha tenido algo teatral la política, pero una cosa es la escenificación del discurso y otra bien distinta es que dé igual lo que se diga y sí como se diga.
El poder siempre ha utilizado máscaras, ha generado ídolos (con pies barro en muchas ocasiones), ha teatralizado ciertas acciones (no hay nada más teatral que el paso de un partido a otro en la Cámara de los Comunes), ha generado ciertos rituales para separarse del pueblo en sí para dejar claro que el poder era “representado”. Una lejanía que ayudaba (y ayuda) a los políticos y políticas a aparecer por encima de los simples mortales. Una forma de acercarse a los dioses del Olimpo, al superhombre nietzscheano, o una forma de dotarse con cierto “carisma” mayestático. Pero siempre hubo en esas teatralizaciones algo detrás. Hoy en día habría que ir con un candil como Diógenes por el ágora para buscar el discurso ideológico. Y no es porque el electorado sea volátil, como si hubiese un determinismo social que generase por acción espontánea a personas con esa volatilidad de serie. Esto no deja de ser una falsedad más de la política espectáculo. Si por algo anteriormente se utilizaban las máscaras del poder, la teatralización de la política es porque así se conseguía evitar la volatilidad. Lo que ocurre ahora es que los partidos políticos y sus dirigentes, en virtud de lo rápido y líquido, han entrado al juego. Les es más sencillo claudicar a lo marcado desde los despachos de los medios de comunicación del establishment que luchar frente a ello, que se puede. Prefieren ser gladiadores de un circo romano que emperadores de la esfera pública.
Además a los partidos políticos les conviene generar ese vacío ideológico para rellenarlo con gifs, eslóganes y fotos y así plantear la pelea política y el debate en términos licuados. Licuados que no líquidos porque son completamente tamizados para que puedan ser deglutidos con facilidad por las masas irracionales y amorfas. Porque el espectáculo tiene como consecuencia generar una masa de personas que no utilizan la racionalidad sino la visceralidad. Y por ello hay que alimentarles con “potitos” políticos, no vaya a ser que piensen por sí mismos y quieran debatir en el foro político. Con la espectacularidad se entra en el inconsciente colectivo, en el foro interno, para destruirlo y ponerlo al servicio de tal o cual causa a la que se adhieren de forma impulsiva, visceral e irracional
PSOE el showbiz en el Gobierno.
Debe ser por la llegada de Iván Redondo y Miguel Ángel Oliver, dos expertos en espectáculo vacuo y en dar comida política licuada a las masas, por lo que ha habido un cambio completo en la forma de actuar del PSOE cuando ha gobernado. Adaptación a los nuevos tiempos pueden decir desde La Moncloa, pero más bien es espectáculo político sin nada detrás. La forma en cómo se fueron presentando los ministros y ministras haciendo hincapié en algo tan completamente arbitrario como los curricula vitae. Absortos en esa espectacular puesta en escena, diseñada para conseguir adhesiones fervorosas, nadie se paró a analizar los mismos, ni a ver si eran personas comprometidas con la izquierda y las clases populares en sus respectivas experiencias vitales. Se destacaban los títulos y cargos (por cierto casi ninguno o ninguna ha trabajado fuera de lo público) para generar una máscara de poder, para darles un carácter mayestático. Si se hubiese hecho una análisis pausado y racional ¿no se hubiese visto que la ministra de Economía en una de las señoras de negro de la Unión Europea?
Las fotos y demás cuestiones del imaginario que vienen rodeando al propio presidente del Gobierno no son más que esa suma de banalidades de la política espectáculo. Y luego el bochorno de la elección de la presidencia de RTVE ofreciendo el cargo y sacando nombres de periodistas progresistas y de cierto prestigio para ver cómo respondía el populus y el PNV. Más espectáculo que dar para ingerir a las masas de forma irracional. Tanto que algunos dentro del PSOE incluso se permitieron el cachondeo de decir a ciertos periodistas, con un perfil claramente conservador y alejados del PSOE o Podemos, que igual les elegían a ellos. Espectáculo total lo acontecido porque lo importante no es quién sino para qué. ¿Alguien conoce el para qué?
Al final todo se viene reduciendo a una política de fuegos artificiales para que la masa mire al cielo y no se percate de lo que pase realmente. Se iba a derogar la anterior legislación laboral, pero parece que no. Se iba a sacar a Franco del Valle de los Caídos pero aún no lo han visto los ojos de nadie. “Se iba a… pero…” parece ser el eslogan actual del gobierno. El caso es nutrir la política espectáculo con fuegos artificiales que son muy bonitos y hacen figuras espectaculares pero que desaparecen a los pocos segundos. Evidentemente se han logrado cosas importantes en política migratoria y que supone un alivio para las personas que se dejan la vida por huir de una muerte segura o del hambre generada por las grandes corporaciones del neocapitalismo monopolista, pero eso al final no transforma el sistema.
Las primarias del PP.
Claro que para política espectáculo la que están deparando estos días en el Partido Popular. La negación de la realidad y de lo acontecido en su máxima expresión. En directo niegan cualquier diferencia sustancial, salvo García-Margallo que sí ha dicho que no quiere en el PP, pero por detrás utilizan a sus medios de comunicación afines para que aticen a los otros. Desde los medios sorayistas no hacen más que sacar encuestas nada científicas para que aparezca la ex-vicepresidenta como la más querida y más apreciada, cuando quienes bien conocen el PP (y el censo real es el del PP aunque esté un poco de capa caída) saben que no la quieren. Como le pasó a Díaz en las primarias del PSOE que de Despeñaperros hacia el norte no la querían.
No sería extraño que los dosieres comenzasen a salir de las cloacas para acabar con los oponentes y, de paso, nutrir de comida para deglutir a las masas irracionales. Sangre, vísceras y casquería política, porque lo que se dice algo programático o ideológico no se escucha salvo en García-Margallo o Pablo Casado. Quien, por cierto, tiene lo suyo detrás con las carreras y los másteres extraños (pero aun así es casi el mejor candidato). Se venden como si nunca hubiesen hecho nada y lo peor es que se lo tragan los medios y las personas.
Nadie habla de los fracasos de Sáenz de Santamaría en la cuestión territorial, en general, y Cataluña, en particular. Nadie dice que movió sus enlaces para que periodistas que ejercían sanamente sus trabajos contando la verdad fueran despedidos de sus medios prometiendo quitar subvenciones. Nadie dice que gracias a ciertos poderes financieros controlaba los medios, incluso provocando el cambio hacia la extrema derecha del alguno que se vende como “progre”. Eso no interesa, hay que llenar la política espectáculo con peleillas, fotos y mentiras calculadas para alimentar la máquina de despiste. Que Cospedal consiguió en cuatro años aumentar la deuda de Castilla-La Mancha haciendo recortes (algo digno de estudio por parte de los economistas y los politikones de la cosa pública) no vale para el espectáculo, hay que vender otra mercancía desde los medios.
Esconder la verdad.
Decía Mulder en Expediente-X: “la verdad está ahí afuera”. Y eso es lo que no quieren que veamos, la verdad. La política espectáculo sirve, su principal función, para ocultar la verdad. Lo espectacular al servicio de la disgregación de los grupos sociales en cuestiones identitarias menores o frentes secundarios que alejan la verdadera lucha por la transformación sistémica. Construir realidad sobre esas identidades para impedir una unión real de las clases populares. Hablaremos largo y tendido del Big Data y su uso político en otro momento, pero se puede adelantar que (y en Moncloa han fichado un experto en ello) no es más que un mecanismo de rellenar con espectáculo esas identidades subalternas y no transformadoras para conseguir que no se vea la verdad, ni se produzcan luchas sociales de transformación. Quieren que la política siga siendo cuestión de majestades e ídolos de la tribu, no de la propia tribu.
El Big Data para dar a cada grupo identitario su propia ración de política masticada y licuada. Que no piensen, sino que vean que ellos y ellas forman parte también del espectáculo. Al igual que se impone en la sociedad de consumo una compartimentación sobre lo gay, lo afro, lo post-lo-que-sea, la política espectáculo ofrece su propia serie o programa político a cada frente secundario. Así consiguen que no veamos qué pasa realmente, qué quieren hacer con el gobierno (quien sea que esté en él), o quién se beneficia. Esconder la verdad detrás de multitud de escenarios y disfraces mediante un espectáculo visual que, como con los fuegos artificiales, nos haga mirar al cielo y no a la tierra.