Foto: Amnistía Internacional/Tom Laffay

El informe, titulado Peligro: derechos en venta. El proyecto del gran canal interoceánico de Nicaragua y la erosión de los derechos humanos, revela cómo el oscuro marco jurídico que condujo a la concesión del proyecto viola un catálogo de normas nacionales e internacionales sobre derechos humanos y podría conducir al desalojo forzoso de cientos de familias. También acusa a las autoridades de acoso y persecución a cualquiera que se atreva a emitir una opinión en contra del acuerdo.

“Las autoridades en Nicaragua han vendido en secreto el futuro del país al mejor postor”, dijo Erika Guevara-Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional.

“La única manera de deshacer este espantoso error es revocar la ley que sustenta el proyecto antes de que cause más daño y de forma permanente, y volver a comenzar, asegurando que todas las personas que podrían verse afectadas tengan voz para decidir sobre su futuro.”

En 2013 la Asamblea Nacional aprobó una ley que dio el visto bueno a la construcción de un canal que conectará los océanos Atlántico y Pacífico y a otros subproyectos asociados: un aeropuerto, dos puertos, un oleoducto, una vía férrea y dos zonas de libre comercio.

El Gran Canal Interoceánico podría ser uno de los mayores proyectos de ingeniería del planeta. El proyecto se otorgó a la empresa constituida en Hong Kong HK Nicaragua Canal Development Investment Co. Limited (HKC). Se prevé que mida aproximadamente 275 kilómetros y que divida a Nicaragua en dos. En su recorrido, el canal cruzará una parte considerable del Gran Lago de Nicaragua, conocido como la mayor reserva de agua dulce de Centroamérica.

Las organizaciones nicaragüenses de la sociedad civil han calculado que el número de personas afectadas casi podría alcanzar las 120.000.

Las comunidades que viven en las zonas afectadas han comunicado a Amnistía Internacional que el gobierno no ha realizado consultas genuinas y que ni siquiera las ha informado sobre el proyecto ni les ha brindado alternativas viables.

Por tanto, el Canal y los proyectos relacionados pondrán en riesgo los hogares de las comunidades, sus medios de subsistencia, el acceso a los alimentos, y su propia supervivencia.

Las autoridades nicaragüenses también se han negado a compartir con Amnistía Internacional información sobre el proyecto y el proceso que llevó a su aprobación.

Varias personas dijeron a Amnistía Internacional que no sabían nada del proyecto hasta que “unas personas, mayoritariamente extranjeras, acompañadas por policías y militares, empezaron a visitar la zona y sus comunidades para medir sus terrenos, sin que con anterioridad se hubiera acordado nada con ellas”. También se quejaron de la falta de información sobre las opciones de reubicación o indemnización.

Un miembro de una de las comunidades afectadas dijo a Amnistía Internacional que estaba confundido y que no sabía cómo iba a sobrevivir: «Casi todas las personas que vivimos aquí, vivimos de la tierra, sembrando, criando animales, no sabemos hacer otra cosa que laborar la tierra. Por eso nosotros preferimos morirnos aquí, porque si nosotros vamos para una ciudad ¿qué vamos a hacer?”.

“El hecho de que las autoridades hayan aprobado esta disposición legislativa por debajo de la mesa es escandaloso y totalmente inaceptable. Se supone que el gobierno del presidente Ortega debe proteger a su pueblo frente a poderosos intereses económicos, y no al revés,” dijo Erika Guevara-Rosas.

Castigar la disidencia

El informe de Amnistía Internacional también revela la campaña en curso de las autoridades nicaragüenses contra cualquier persona que se atreva a protestar contra el proyecto.

Al menos 90 protestas han tenido lugar en todo el país en los últimos años. Activistas de derechos humanos que trabajan para destacar el posible impacto negativo del Canal también han dicho a Amnistía Internacional que han sido blanco de acoso y amenazas.

Una mujer miembro de una de las comunidades que se verán afectadas por el proyecto dijo a Amnistía Internacional: “Cuando salgo a las marchas, les digo adiós a mis niños cuando voy a salir y les digo: no sé si regreso”.

 

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