Carlos Lesmes y Díez-Picazo lo tenían todo planeado de antemano. Sabían que la sentencia de la sección 2ª iba a ser desfavorable a la banca y decidieron no intervenir, para poder avocar al Pleno después.
El presidente de la Sala 3ª del Tribunal Supremo, Luis María Díez-Picazo, sabía cuál iba a ser el sentido de la sentencia de las hipotecas porque formaba parte de la sección 2ª que la dictó, pero no quiso firmarla.
Las disculpas públicas de Lesmes reconociendo que hubo una mala gestión en el asunto de la sentencia de las hipotecas fue en realidad un paripé.
Díez-Picazo intentó justificar el escándalo organizado por él mismo cuando suspendió todos los recursos pendientes ante la sección 2ª especializada en tributos, alegando que el presidente de esa sección, Nicolás Maurandi, no le informó del sentido del fallo de la sentencia que había puesto en jaque a la banca española.
Sin embargo esa excusa era absolutamente falsa porque Díez-Picazo sabía perfectamente cuál iba a ser el sentido de la sentencia de las hipotecas, o por lo menos tenía la obligación de saberlo, porque cuando se trata de resolver recursos de casación – como era el asunto de las hipotecas- es necesario que concurran a la vista o deliberación y fallo los 8 integrantes de la sección además del presidente de la Sala 3ª del Tribunal Supremo (art. 15 de la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-administrativa –LRJCA-).
Además no se daban los requisitos para la avocación al Pleno porque no había sentencias contradictorias. Las 3 últimas sentencias de la sección 2ª, única competente en materia de tributos, eran todas idénticas sin que hubiera contradicción entre ellas.
Con la avocación al Pleno se trataba de dar un vuelco a la nueva tesis de la sección 2ª, favorable a los clientes hipotecarios, poniendo en práctica un lance propio de la “teoría de juegos”.
En el debate del Pleno, Díez-Picazo quiso saber exactamente cuántos votos existían a favor de cada una de las 2 tesis, a favor de los clientes y a favor de la Banca. Para ello dividió la postura a favor de los clientes creando una 3ª tesis (a favor de los clientes, pero sin retroactividad) a la que se alineó y sometió a votación, que se perdió. Luego sometió a votación exclusivamente las otras dos tesis, sabiendo que la tesis a favor de los clientes había quedado reducida a los partidarios de la retroactividad, al quedar fuera de la votación la tesis de la irretroactividad, que se sumaron a la tesis a favor de la banca.
El resultado a favor de la Banca se aseguró finalmente con el voto de Díez Picazo, que cambió entonces de criterio traicionando también la tesis a favor de los clientes.
Carlos Lesmes remataría después el paripé anunciando públicamente en una nueva rueda de prensa que la culpa la tenía el legislador, por la supuesta oscuridad e insuficiencia de la Ley.