Como viene ocurriendo con demasiada asiduidad, el tema catalán viene opacando lo importante tanto en Cataluña como en el resto de España. El bien común queda preterido por el bien particular de dos nacionalismos que llevan décadas de enfrentamiento soterrado o a la vista de todos. Dos nacionalismos que actúan en beneficio de los menos pero engañando a los más. Tanto como para que una parte de la izquierda compre el discurso de uno de los nacionalismos para confrontar al otro al carecer de capacidad de movilización y de penetración en la clase trabajadora. Como Ernest Gellner demostró hace tiempo, el nacionalismo, que es anterior siempre a la nación (no se dejen engañar con existencias evanescentes), es producto de la clase burguesa de cada lugar o región. Fíjense que el término nación hasta 1885 no tuvo ningún sentido político y son esas burguesías las que los activaron. Posteriormente, desde la URSS (III Internacional) en colaboración con los EEUU (lo que el historiador marxista Eric Hobsbawn ha llamado el wilsonismo-leninismo), sacaron aquello del derecho de autodeterminación para acabar con los imperios e intentar dominar ellos, como las dos partes de la lucha, el orbe. Y aquí, la transmutación kantiana del individuo autónomo abrió la espoleta a cosas peores.
Anticapitalistas, esa facción dentro de Podemos, se ha lanzado a apoyar las acciones de protesta en Cataluña para así acabar con el régimen franquista de 1978. La misma que ha seguido Oriol Junqueras en su comunicado comparándose con dirigentes pretéritos caídos bajo la represión del Estado fascista de Franco. “Políticos presos”, “Amnistía”, “Libertad” y demás lugares comunes como si los dirigentes catalanes sediciosos (según la condena) sólo hubiesen estado de broma. “Frente a un sistema político heredero del franquismo, diseñado para restringir en vez de ampliar los derechos colectivos, desde Anticapitalistas reivindicamos el derecho legítimo a ejercer los derechos civiles más allá de los límites que impone el Estado” han escrito los anticapis en su comunicado. Tienen razón en que la condena a los “Jordis” supone un peligroso antecedente para cualquier acción reivindicativa de la clase trabajadora, una simple manifestación tumultuosa podría ser óbice para un castigo similar: “Cualquiera que desobedezca para ejercer un derecho será perseguido, bien sea en una huelga, parando un desahucio o en cualquier acción de protesta social”. Esto es lo que trae enaltecer los ánimos nacionalistas de un lado y otro, que al final las reivindicaciones y luchas de clase puedan ser reprimidas con mayor contundencia. Algo que a los nacionalistas de todo tipo no preocupa al parecer.
El problema de ese apoyo al nacionalismo catalán es que han olvidado su propia base marxista cegados por hacer caer el régimen del 78 de cualquier forma y no recuerdan que si el Estado español es una dictadura de clase (Marx, Lenin…), el futuro gobierno de la República catalana sería igualmente una dictadura de clase. Curiosamente de la misma clase que manda en el Estado español: la burguesía. En vez de tener un solo aparato de represión, los anticapis quieren tener los dos. ¿En qué momento la izquierda perdió el norte del análisis del Estado para acabar enfangado en la ideología nacionalista burguesa? Sólo hay que leer los mensajes de dirigentes de Podemos o de Izquierda Unida para darse cuenta del error de intentar hacer claudicar al Estado español con la apuesta por dos Estados burgueses. Esto pensado desde parámetros marxistas que son los propios de esta dirigencia. Y todo porque querían votar. Sí, votar sin la más mínima garantía democrática y judicial (esto lo apoyan aquellos que lanzan las mentiras sobre Indra cada vez que hay elecciones), sin el mínimo respeto hacia el que piensa distinto y sin cobertura legal y legítima. Pensar que el Estado español caerá por apoyar a la burguesía catalana en su huida hacia delante (el 3% siempre sobrevuela, como el helicóptero de Artur Mas huyendo de los suyos), es no saber nada del Estado.
Lo importante queda fuera de plano.
¿Y qué es lo importante se preguntarán ustedes a estas alturas del artículo? Lo material del día a día. Mientras nos despistan con el tema catalán, que por cierto nutrirá a los neofascistas españoles, las personas normales y corrientes siguen penando y siendo explotados mediante la precarización. El nacionalismo, como se ha demostrado a lo largo de la historia, no da de comer. Puede servir para composiciones literarias y señalar fiestas diversas, pero comer, lo que se dice comer no sirve. En España tenemos la tercera clase trabajadora más pobre de la Unión Europea. Una clase trabajadora (activa y pensionista) que tiene problemas para llegar a fin de mes, que no tiene estabilidad laboral, a la que se está quitando perspectivas vitales, a la que se explota hasta llevarla al suicidio incluso… Todo eso es más importante que la pelea de banderas y políticos burgueses que las portan.
Estamos en el momento, de los últimos cincuenta años, en que la clase trabajadora está siendo explotada como nunca. Recortes en derechos sociales (en Cataluña la sanidad pública está destruida por el Procés, por cierto), en derechos civiles (manifestarse es un peligro constante por la ley mordaza), en derechos fundamentales (el disenso sistémico contra la monarquía capitalista es perseguido) que nada tienen que ver con banderas sino con el control ideológico y biológico de la clase trabajadora. ¿Salvará Cataluña este problema? No, porque allí, como ocurre en Euskadi, gobiernan los mismos que en España, la clase dominante en sus fracciones nacionalistas. Se sienten catalanes pero el dinero no tiene patria y si la República catalana no funcionase, que no lo hará, sacarían en dinero ipso facto. Un engañabobos más de la burguesía para que los problemas que afectan a la base del sistema, como esa crisis económica que amenaza con destruir más derechos sociales y económicos de la clase trabajadora, no estén en el primer plano.
La fascinación de la izquierda por los nacionalismos no es más que el reconocimiento implícito de su incapacidad para movilizar al sujeto de cambio político que le es propio: la clase trabajadora. Por eso utilizan el nacionalismo (como hacen los populismos neofascistas) como vía de escape e intentos de derribar el régimen sin saber que el régimen se refuerza con esos apoyos. ¿Un referéndum solucionaría muchas cosas? Sí. Pero un referéndum en condiciones no lo querrían los independentistas porque saben que lo podrían perder como sucedió en Canadá o Escocia. La vía unilateral de Carles Puigdemont, es lo que verdaderamente quieren. Y en esa tesitura no cabe apoyo ni a desobediencias, ni nada por el estilo. Cuando se rebelen contra el núcleo del sistema ya se verá, pero hoy hay que pelear por los derechos de la clase trabajadora que quedan escondidos por la trama de los nacionalismos burgueses. Ambos, no se olvide.
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