Todo preparado para la próxima Cumbre Iberoamericana que en esta ocasión se celebra en Santo Domingo. Uno de los grandes objetivos será tratar de acercar a dos continentes, América y Europa, tender más y mejores puentes, eso que viene a llamarse estrechar lazos de colaboración. A lo largo de la historia, latinos y europeos han estado demasiado lejos, casi de espaldas, separados por un inmenso océano. Sin embargo, ambas culturas, ambos mundos, comparten mucho más de lo que suele ponerse en valor. Esta cita llega en el mejor momento: cuando España está a punto de asumir la Presidencia de la UE en el segundo semestre del año.
Una de las metas, por tanto, será encontrar un mayor acercamiento entre Latinoamérica y los socios europeos, según ha asegurado el ministro dominicano de Exteriores, Roberto Álvarez, quien ha manifestado el “gran deseo” y entusiasmo de los estados americanos a la hora de enfrentar, de forma colectiva, los graves problemas internacionales. “Sobre todo en países de los tamaños nuestros, el regionalismo se convierte aún en más importante, más esencial para la construcción de ese mundo más justo, inclusivo, en todos los sentidos”, afirma.
Igualdad de género, poblaciones vulnerables, lucha contra el crimen organizado, trata, tráfico de armamento, contaminación medioambiental… Son muchos los temas en agenda y nos encontramos ante una oportunidad única para caminar juntos por fin. Son temas que, casualmente, están entre las prioridades de la acción de gobierno del presidente anfitrión, Luis Abinader, quien se presentará ante sus homólogos americanos y europeos con un nuevo modelo de gobernar en el que ha demostrado que se puede crecer económicamente sin abandonar el objetivo fundamental del poder Ejecutivo: el bienestar del pueblo.
En un mundo globalizado como este, el trasvase económico entre ambos continentes debe ser mucho más fluido e intenso. Y no solo nos referimos a un mero intercambio de unas materias primas o productos por otros, que eso se viene haciendo desde hace siglos. Hablamos de un trasvase de información, de tecnología puntera, de ambiciosos proyectos para ganar el futuro y afrontar los complejos desafíos y retos del siglo XXI como el cambio climático, el principal problema que a día de hoy se le plantea a la humanidad. Hablamos, sin duda, de la construcción de un espacio común libre de obstáculos y aranceles. Una especie de gran comunidad económica “eurolatina” que se convertiría en el mayor mercado del mundo, por encima incluso de Estados Unidos y China.
Aunando esfuerzos, la Organización de los Estados Americanos y la Unión Europea serían capaces de situarse como primera superpotencia económica global, superando incluso a la Commonwealth. Ambos organismos supranacionales, la OEA y la UE, comparten principios fundacionales y objetivos como fortalecer el hermanamiento entre países diferentes con raíces culturales comunes; consolidar la democracia (algo que ya es un hecho en América Latina después de siglos de pronunciamientos y dictaduras militares); defender los derechos humanos (“la última utopía”, según el ministro Álvarez); y avanzar en un crecimiento verde y sostenible. Es decir, paz, libertad y prosperidad.
Españoles, portugueses, italianos, alemanes y franceses, entre otras nacionalidades europeas, comparten historia, cultura y tradición con mexicanos, brasileños, argentinos, venezolanos y antillanos. No solo España está íntimamente hermanada con América Latina, por historia y lazos de sangre, también otros países europeos mantienen firmes raíces solidarias.
En esta ocasión el lema de la Cumbre –“Juntos por una Iberoamérica justa y sostenible”–, tiene mucho que ver con la lucha contra la desigualdad y contra el cambio climático, elementos fundamentales en la acción de gobierno de Abinader. A lo largo de las reuniones se abordarán cuatro documentos fundamentales: Carta Medioambiental, Carta de Principios y Derechos Digitales, Seguridad Alimentaria y Arquitectura Financiera. Europa tiene mucho que decir en todos esos asuntos cruciales para el destino de 630 millones de latinoamericanos, aproximadamente el 8,6 por ciento de la población mundial. Si Bruselas hace dejación de funciones, si no se involucra en esos avances, otros países como China ocuparán su lugar en el intento de liderar ese gran salto adelante. Ya está ocurriendo en África y Asia, donde los chinos extienden su poder de influencia.
Pedro Sánchez tiene ante sí la gran oportunidad de liderar un proyecto tan hermoso como ambicioso. España debe ser el primer puente que lleve a los demás. El motor que haga funcionar por fin la maquinaria para hacer realidad una bella utopía: construir, más allá de las fronteras, un territorio común euroamericano. El momento es propicio. La guerra de Ucrania y el incremento de la escalada bélica entre Rusia y Occidente planeará sobre todas y cada una de las jornadas de la Cumbre. América Latina puede jugar un papel mediador para tratar de avanzar en un plan de paz que detenga la locura de un conflicto que amenaza con enquistarse. Pero también puede aprovechar la reunión para fortalecerse y enviarle un mensaje rotundo a todo aquel autócrata que tenga tentaciones de acabar con la democracia liberal. Los latinoamericanos hace tiempo que apostaron por el modelo de Estado de derecho y ya no hay vuelta atrás. Superados quedan los tiempos de involuciones autoritarias de uno y otro signo. Es hora de la cooperación y el multilateralismo bajo el auspicio de las grandes organizaciones supranacionales.
En esta línea, conviene no pasar por alto el Encuentro Empresarial Iberoamericano, que se celebrará el 23 y el 24 de marzo con la asistencia de entre 1.000 y 1.500 personas y con la presencia de jefes de Estado en el que el mundo de la empresa entregará sus conclusiones a los mandatarios de los diferentes países. Así se va construyendo la agenda iberoamericana.
Quizá de esta Cumbre no salga necesariamente un liderazgo. A fin de cuentas, los enfoques de cada estado son diferentes y habrá que trabajar duro en las diferentes ponencias. Pero a buen seguro saldrá una hoja de ruta para concretar hacia dónde quiere dirigirse América Latina en los próximos años llenos de incertidumbres. No es poco rédito.