Abundan entre las personas las típicas consignas sobre una clase política a la que se acusa de mediocre, incapaz y que sólo vive pensando en su futuro y no en el general. Exageradas muchas de ellas, especialmente las que se hacen desde una supuesta superioridad metafísica, no dejan de ser reflejo de un malestar generalizado. Salvo los muy advenedizos que se aferran lo maravilloso que es lo que hacen los suyo, la mayoría de las personas asisten perplejas ante el auge del fascismo, el vandalismo, la negligencia sanitaria y el agonismo de la dirigencia política. Parece que todos son buenos o malos dependiendo del color o del personaje al que se siga. Al que se enfrenta a esto con claridad, raciocinio y posicionamiento ideológico se le califica de reaccionario; al que se enfrenta a esto sin posicionarse claramente se le califica de equidistante; al que se enfrenta a esto desde dentro de un partido o colectivo se le califica de traidor; al que apoya todo esto se le califica de héroe o similar.
El desarrollo de las redes sociales, que sirven de amplificación a lo expuesto en los medios de comunicación, ha generado ese agonismo del bueno y el malo que tan nutritivo es para las posiciones populistas. De hecho, a día de hoy, se puede decir sin caer un grave error que todos los partidos son populistas en sí. Y es que a los medios de comunicación les viene bien ese tipo de banderías, de lenguaje bélico, de tramas cortas, de estupideces y juegos de artificio, de estrategas políticas de la nada, porque el formato televisivo –que es el que sigue mandando- sale ganando con la frase, con el chascarrillo o con la nimiedad hecha supuesto pensamiento político. España está en una fase de masa abierta (o masas abiertas) donde cada masa (de parte) intenta acoger en su seno a la mayor parte de las personas que puedan para cerrarse y percutir contra otras masas. Así los fascistas vienen calentando el terreno con sus recuerdos de las batallas del abuelo. Gracias en parte a que a la izquierda parece venirle bien esa bandera de lucha antifascista para captar más personas a su masa abierta. Populistas que acaban fagocitando cualquier atisbo de análisis medianamente materialista, medianamente racional, medianamente centrado en lo que ocurre en la realidad.
Se quejaban ayer diversos cargos del PSOE de Madrid que todo lo acontecido en la Comunidad era producto de una guerra entre Iván Redondo, el camarlengo monclovita, y Miguel Ángel Rodríguez, el Fouché de la puerta del Sol, para ver quién la tiene más larga. Y no les falta razón porque ese es el juego de la mayoría de los partidos en la actualidad, ver quién la tiene más larga. Sin embargo, siendo en parte culpa suya por no intentar revertir la situación, es el contexto en el que se está librando el juego de la política el que acaba configurando esa batalla entre populistas que perjudica, realmente, a las personas. No es por carencia de inteligencia de las personas que ocupan los altos cargos de la política, salvo algunos casos que todo el mundo conoce, el no cambiar las tornas, es por exceso de egolatría que les viene bien que el juego tenga las reglas que acaban dictando unas empresas que tan sólo buscan su beneficio económico. Lo normal bajo un sistema capitalista, por otra parte. Y cuanta más bronca, cuantos más mensajes simples, cuanto más agonismo mejor para incrementar sus emolumentos.
Muertos los últimos vestigios de la “política clásica” -léase Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, Eduardo Madina, Alfredo Pérez Rubalcaba, Izquierda Socialista, Cayo Lara, etcétera- sólo queda la política Instagram. De hecho, aquellos dirigentes políticos que quieren separarse de este tipo de “política de ya mismo”, del qué dirán en el siguiente conciliábulo de todólogos, acaban siendo catalogados, a izquierda y derecha, de traidores, timoratos o del antiguo testamento. Hoy la política está en manos, más que nunca, de quienes son los poseedores del teatro de lo espectacular y de los guionistas que existen detrás de cada dirigente político. Y quienes califican todo esto de mediocridad –que en sí no lo es, sino que es la fórmula que lleva tiempo implantándose- no son más que los actores secundarios que quieren vivir del espectáculo y hacen su interpretación “estelar” para cobrar un buen puñado de euros. Una gran pantomima que se puede revertir, desde luego, siempre y cuando los actores principales deseen. Cuestión bien distinta es que ese sea su deseo pues han llegado a los grandes nombres del cartel gracias a este tipo de política.
Mientras tanto el fascismo, la extensión del odio al otro por cuestiones políticas, van campando tranquilamente. Desde luego por el apoyo que tienen desde la derecha política, intelectual y mediática. Les ocurre a este gran grupo como al PNV con ETA, que pensaban que algún dejarían de matar y de amedrentar porque, al fin y al cabo, “son de los nuestros, comparten nuestros mismos propósitos”. Eso le sucede al PP, a Ciudadanos, a El Mundo, ABC, La razón, Antena 3, Telecinco, La sexta…, que piensan parecido a los fascistas de Vox y suponen que algún día pararán. Total, como pasaba en Euskadi, “matan a los otros pero no a mí”. El problema es que, como ha demostrado la historia, a los primeros que acaban matando los totalitarios es a los suyos para quitarse posibles críticas. Ya cayeron Albert Rivera y panda de secuaces, en nada podría pasarle a Pablo Casado o a quien le sustituya. En el lado contrario se lo toman muy en serio, no creen que esas personas con las que toman café y hacen risas en el parlamento vayan a ser tan peligrosas. Hasta que toman el poder y no dejan uno vivo.
No sólo les hacen el caldo gordo dándoles toda la publicidad posible los contrarios, sino que piensan que esa supuesta lucha antifascista, a día de hoy, acaba llenándoles el bolso de los votos. Y no, hasta el momento no han llenado nada y dejan imágenes de que a la clase trabajadora se la aporrea y a la dominante no. Con suerte ha servido para no vaciarlo. Porque lo que manda es vender una actuación que, en tiempos pandémicos, está diezmando al público asistente y pareciera que no le importa a ninguno de los actores y las actrices. Gracias a la utilización de diversos eufemismos dicen que están ciudades confinadas cuando realmente están perimetradas porque dentro se pueden contagiar tranquilamente yendo al trabajo, tomando una cerveza o comprando en el supermercado.
Cuando alguien hace un alegato ideológico –no se crean a esas personas que ahora hablan de lucha de clases y demás porque toca en Madrid-, del tipo que sea y en el ámbito que sea, se le ataca porque está señalando a todo el andamiaje del espectáculo. Cuando alguien pide que se centren todos y todas en la gestión y dejen sus batallas infructuosas, lo que significa tomar parte, se le pide silencio porque todo es mucho más complicado –esto lo dicen quienes simplifican todo al final paradójicamente-. Cuando se señala que la política actual ha perdido sentido, orientación, verdad de palabra y certezas dentro de la niebla del imperialismo capitalista, se le califica de reaccionario que no sabe adaptarse al nuevo contexto –hacer el tolai en las redes sociales no es un nuevo contexto, es hacer el tolai; tragar con los medios de comunicación no es un nuevo contexto, es tragar con los medios; carecer de ideas y esperar que otros te las den no es un nuevo contexto, es carecer de ideas porque lo único que te preocupa es mantenerte en el cargo y lo mejor es no pensar-.
¿Cómo se ha llegado a esto?
No culpen a la clase política –resulta cándido ver a algunos personajes de la política decir que no son clase a la par que se agarran al escaño con una uñas que ni el hombre lobo-. En ella hay de todo. Personas inútiles que han llegado allí por ser unos meros lambiscones. Personajillos que han aprovechado la cuota de la diversidad para ascender dentro de los partidos sin aportar nada, salvo salir en defensa de su “minoría oprimida” (¡a la mayoría oprimida que le den!). Personas cultas, inteligentes, con experiencia vital. E incluso aparateros de partido que sólo saben de cosas de partidos. Lo mismo pueden encontrar en su oficina, en su grupo de amistades, incluso, en su familia.
Pero tampoco se puede culpar, como hacen los personajes revertianos, a las personas del común. Llevan década de tratamiento de individualismo, de fantasear con aspiraciones estelares, con educación ideológica para que cada cual piense que no hay nadie con ella o él. El tik-tok, el instagram, el twitter, el facebook y demás aplicaciones no son más que años de ideologización sobre las personas para que crean que todo es posible y que la fama es buena. Aplicaciones tecnológicas para que cada persona crea que es la Cenicienta o una estrella de la sociedad del espectáculo. Lo que vende es lo espectacular y cuanto más vacío y banal mejor. Da igual que sea para presentar un arroz con cosas o para imitar al artista de turno, hay cabida para un personaje más. Un personaje que al salir de la aplicación confronta el vacío de la existencia en muchas de las prácticas vitales… y la política es una de esas prácticas.
Décadas de ideologización –de hijoputismo que diría Jesús Ausín– que han afectado, como no podía ser menos, a la clase política –ahí tienen el ejemplo de Isabel Death Ayuso, de profesión las redes sociales de un perro- también le ha pasado. Buscan más lo espectacular que lo grupal. Piensan que la suma de individualidades conforma un grupo, una sociedad y no, no ha sido así jamás en la historia. Una sociedad con tendencias tan egocéntricas sólo puede generar una clase política egocéntrica. El sistema capitalista, mediante su ideología dominante, lleva décadas preparando a las personas para, en un contexto de agitación tecnológica, destruir lo pocos lazos sociales que pudiesen existir. No hay que quejarse de la clase política cuando una persona en su vida cotidiana es egoísta, pisa al compañero de trabajo para ascender y no ayuda a la anciana que se ha caído al suelo sino que la graba con el móvil.
Los lazos fraternos de la clase social –que la clase dominante sigue manteniendo, porque eso de dividir es para lo demás- han ido siendo machacados día tras día. Y si hay algo que sí se le puede achacar a la parte izquierda de la política es que en favor de luchas minoritarias, subalternas, se han dejado arrastrar al pensamiento dominante de la individualidad-masa inerte abandonando el sentido de clase. Una fraternidad de clase que dotaba de sentido no sólo las prácticas sociales, sino la propia vida cotidiana. Como sucedía en la adolescencia de hoy las personas talluditas, uno o una se hacían heavies, mods, nuevos románticos o lo que fuese para encontrar acomodo social, sentirse parte de algo que acababa trascendiendo a la propia persona. Una fraternidad musical, cultural, vivencial y, en algunos casos, de clase que era el primer paso para la inserción social de la persona que iba madurando. Hoy es la individualidad de un tik-tok para vender una vida espectacular, falsa, vacía.
Así se ha llegado al punto en el que se está hoy, con el peligro fascista sobrevolando, en España. Es el sistema en sí el que ha generado todo lo que rodea a las personas. No sólo es lo económico sino que lo cultural, lo social, lo vivencial, dentro de su autonomía relativa, está en manos de una visión ideológica concreta. Si con lo económico explotan y pauperizan a las personas, con lo demás acaban dominando y generando un complejo social de individualidades. Y esas individualidades, en el plano político, acaban entregándose a numerosos asesores de imagen sin importar entrar en contradicción permanente consigo mismos. Unos asesores que se creen más importantes que el asesorado y cuyo egocentrismo –más la carencia de análisis a medio y largo plazo- acaba generando batallas inocuas y estériles. Así se ha llegado a este punto y sólo puede cambiar tomando el mando de la fraternidad social, en crear sociedad, en crear grupo y no masa. En rebelarse frente a la imposición ideológica dominante mediante prácticas sociales y lucha constante.
Que buen analista eres, exceptuando cuando te dejas llevar por ciertos fanatismos que bien tu sabes. A pesar de esto ultimo te sigo adiario
Hola Santiago:
Te veo muy alineado con el documental «El Dilema de las Redes Sociales» de Netflix. Échale un vistazo si no lo has hecho ya.
Tengo una duda: ¿tú eres már revertiano, como en este artículo, o más partidista (es decir, felipista = añorante de los viejos tiempos de la izquierda postiza del P??E).
PD: Vigila las faltas, que se te siguen colando. Tú vales mucho como para que te pase éso 🙂