Uno que ya peina canas recuerda que hace ya unos cuantos años –sí, ya sabemos Antoñito, somos rojipardos- cuando el presidente del Gobierno comparecía era para algo sustancial y que afectaba a la nación. Las comparecencias de Adolfo Suárez eran seguidas con mucha atención, tanto por la importancia de lo que decía en plena transición, como por los problemas y peleas en UCD que lastraban el final de su presidencia.
Felipe González –al que una encuesta en ABC cataloga como el mejor presidente de la democracia actual a decir de los españoles- continuó con las comparecencias presidenciales. Unas veces por cuestiones políticas de gran magnitud, otras para explicar tratados internacionales, etcétera. José María Aznar comenzó a no utilizarlas. Al fin y al cabo daba lo mismo porque nadie entendía lo que decía –se sigue sin entender ese habla para adentro-. José Luis Rodríguez Zapatero pasaba y sólo sonreía. Mariano Rajoy sólo lo hizo en una ocasión, aunque su hablar cantinflesco hubiese dado días gloriosos. Ahora parece que se recuperan las comparecencias presidenciales. Bien ¿o no?
Error de comunicación
Pedro Sánchez compareció ayer ante los españoles y la mayoría de los mismos aún están tratando de entender para qué lo hizo. Lo primero es que el horario, las once de la mañana de un domingo, no era propicio para que las personas estuviesen pendientes. Los que no iban hacia la misa de doce, estaban con los críos en la calle. Los que volvían de correr estaban en la ducha. Y así hasta descontar a los periodistas de guardia, cuatro señoras a las que cortaron el programa de La 1 y los muy acérrimos del presidente. Si se tiene algo importante que contar, se hace a una hora propicia para que el anuncio llegue a la mayor parte de la población posible.
Segundo, el mensaje debe ser sustancial y con una información que merezca la pena. No algo que se podría mandar en una nota de prensa para que lo reprodujesen todos los medios de comunicación o que podría explicar el ministro de la Presidencia o la ministra portavoz, que para algo están –no para ver si son candidatos de algo en un futuro cercano-. El presidente debe salir a hablar frente a la nación cuando hay algo importante que contar. Así lo han recogido todos los medios, causando más daño a su imagen que beneficio.
Comparecer para nada
El mensaje se lo podía haber guardado realmente Pedro Sánchez. Porque no dijo nada importante. Una reunión de la Conferencia de Presidentes para tomar unas medidas que ni los intervinientes saben cuáles podrían ser, no es motivo para hacer una comparecencia. Tampoco para decir que gracias a que la mayoría estamos vacunados la mortalidad es menor. Ocurre que la mayoría de la clase política piensa que habla para tontos. Eso ya lo sabía la mayoría y a los tontos (antivacunas y demás especies) por mucho que se les diga van a seguir siendo tontos.
Ha realizado una comparecencia, anunciada a bombo y platillos, para nada en realidad. Igual para que su familia le viese guapo (o feo, que sobre gustos no hay nada escrito) por televisión. Porque para anunciar algo importante y de impacto nacional no fue. Con el camarlengo monclovita sacaban fotos, ahora con los chicos de Pepiño hacen comparecencias inanes. Ha faltado el discurso de su amigo en plan Mr. Wonderful o coaching.
Subir en las encuestas
Realmente la comparecencia no tenía ningún sentido gubernamental sino personal. El gobierno no sabe ni lo que va a hacer en la reunión de la Conferencia, pero Sánchez necesita algún tipo de presencia pública como gobernante. Ha estado en algunos congresos regionales del PSOE, pero sus discursos han carecido de trascendencia social. Vamos que nadie les ha prestado atención. Sin embargo, la visita papel de Yolanda Díaz ha sido muy comentada, como así lo ha sido su comida con la patronal. Además como tiene el apoyo mediático de los medios progres (incluyendo El país) pues están que trinan en Moncloa.
Tenía que salir aunque no dijese nada para ganar esa cuota de presencia pública. Pablo Casado tiene la suya por sus cuitas internas. Para que las personas le vean como el presidente del Gobierno y no como el señor del Falcon. Porque sus reuniones europeas, esas que tanto le gustan, son vistas con escepticismo por los españoles ya que los recuerdos cercanos son de pánico frente a las obligaciones de la UE. De hecho la mayoría de españoles saben que los dineros prestados costarán sangre, sudor y despidos.
Alergia a la prensa
Por cierto, ya que quiere comparecer, que lo haga para explicar con detalle lo que supone el préstamo de la Unión Europea. Con pelos y señales. Eso sí es importante y los españoles lo agradecerían. Y que comparezca alguna vez con prensa. Porque como viene siendo habitual, la prensa es algo que evita todo lo que puede y más. Ni en los congresos regionales, ni en ningún otro sitio, la prensa puede inquirir al presidente del Gobierno sobre asuntos políticos, económicos o sociales.
Nunca ha sido Sánchez una persona que haya encajado bien las críticas. Las destructivas es obvio, pero las constructivas o las que señalan errores patentes tampoco. Y estar cerca de la prensa supone que alguna crítica puede haber. En realidad si quería presencia pública, en vez de hacer el paripé a las once de la mañana de un domingo prenavideño, con concertar una entrevista en algún canal que le deba algún favor, ya estaría. Ni lo que ha dicho es sustancial, ni ha aportado algún tipo de orientación sobre lo que se propondrá en la reunión (el gobierno lo es por su capacidad propositiva). Una cosa puede tener clara, la gente no está para cierres, ni restricciones.