Lamento ser tan faltón en el titular, pero viendo el desarrollo de los acontecimientos, sólo cabe exclamar que el mundo está lleno de gilipollas. Además esféricos. Da igual por dónde se les mire que son gilipollas. Si bastante venimos sufriendo con la cultura de la cancelación, para que ahora se le sume la cultura de la cancelación guerrera mononeuronal. Si algo lleva el adjetivo de ruso, o tiene vinculación con Rusia (aunque no sea la de ahora) hay que prohibirlo, hay que renombrarlo, hay que eliminarlo porque… tienen el cerebro hecho añicos. Podrido. Carente de cualquier sentido crítico. Incapaz de racionalizar lo que hace.
En la sociedad del espectáculo actual, no sólo existe una mayor alienación, no sólo hay mayor cosificación, también hay más gilipollas por metro cuadrado. Pretender poner vallas al cielo es de la cosa más estúpida que se ha visto. Ahora la ensaladilla rusa ya no será rusa sino de Kiev (o Kyiv como propugnan los posmolelos). No se rían que es cierto. El Mesón Martín de Zaragoza ha tenido esa idea como mecanismo de solidaridad… y ¿por qué no les envían unos jamones de Teruel que igual les hacen más falta? Buenismo que provoca hilaridad en quien lee la noticia. Claro que vista la imagen de la ración en el artículo, casi mejor que la llamen de Kiev.
Los autores rusos deben ser prohibidos
Lo de la ensaladilla rusa no deja de ser una anécdota que refleja hasta qué punto el buenismo ha llegado a las personas del común. Como advertía el otro día, la irrupción guerrera de Putin ha provocado que el velo de la ignorancia se vaya cayendo de los rostros de los europeos. De ahí que las chanzas en redes sociales del cambio de nombre a la ensaladilla rusa (que no es rusa, paradójicamente) hayan sido la nota común. Peor es ese intento de cancelación de legendarios y únicos escritores rusos.
Sí, una universidad italiana (Bicocca) –que se supone cuna del saber y eficaz luchadora contra cualquier ataque a la libertad de pensamiento- ha intentado prohibir un seminario sobre Fiodor Dostoievski. El peligro de los textos del escritor fallecido en el siglo XIX, por si queda algún despistado, es que estaban escritos en ruso. Y claro, no vaya a ser que alguien se sintiese molesto por hablar de un escritor que es una de las joyas de la literatura universal. Y hasta querían derribar una estatua suya, imitando a los posmolelos del otro lado del charco.
Matteo Renzi (ex-presidente del Gobierno) se ha pasmado y ha dicho: “Prohibir estudiar a Dostoievski como acto contra Putin significa estar locos”. Antonio Spadaro, cura y director de la revista La Civiltà Cattolica, ha expuesto que “hoy, justo hoy, hace falta absolutamente volver a Dostoievski”. Al final la Universidad de Bicocca ha claudica es su estúpida propuesta de veto y las personas podrán estudiar al gran Dostoievski.
El árbol de Turgénev
Otro escritor ruso, también bastante recomendable, Iván Turgénev, se ha visto envuelto en otra polémica censora. En este caso no es por sus libros, seguro que muchos gilipollas con ganas de censura ni le han leído, sino por un roble que plantó en la casa de sus padres hace 200 años. Como el árbol es ruso, pues vetado sin importar la belleza, el valor, o lo maravilloso que sea. ¡Vetado y que se joda Putin! Nos joderemos todos al no poder conocer la maravilla y la anécdota. Una cosa es confiscar un superyate a un millonario ruso (hasta que se lo devuelvan, no piensen que se lo van a quedar) y otra impedir la belleza en sí.
Visto lo visto, y con millones de gilipollas con mando en plaza, igual prohíben la venta de Guerra y paz de Lev Tolstói. O Archipiélago Gulag de Aleksandr Solzhenitsyn. Este último para que los europeos no vean lo que se piensa hacer con Putin si lo pillan. Muchas luces no hay por tantos años de corrupción de los cerebros –un ser humano ha afirmado que EEUU jamás ha lanzado bombas de mucha potencia contra población civil, porque los japoneses de Hiroshima y Nagasaki no pueden ser considerados civiles al ser de lejos o cualquier cosa racista-, pero parece que hay una generación de personas que debe tener recuerdos del pasado y despiertan.
Y si no despiertan mucho, no son tan gilipollas como para vetar cosas rusas por ser rusas. Eso sí, mañana la luz, la gasolina y el gas más caros… mientras los gobiernos se van de rositas. Normal que Marine Le Pen y Éric Zemmour (derecha identitaria) sumen más del 30% de los apoyos de los franceses para las presidenciales, viendo el nivel de pensamiento en la izquierda que se mete con la OTAN en un conflicto ruso-ucraniano; los que piden no enviar armas a Ucrania; y los que todo lo solucionan con cosas chulísimas, normal que haya desesperación al votar.