Desde luego en España, salvo el presidente del gobierno, no hay político que tenga más desfachatez que Albert Rivera. Al cuñadismo ideológico, que es marca de la casa desde su acceso al Parlamento, ahora se le añade el populismo sistémico y la demagogia más descarada. No sólo intentan estar a todas las tajadas, como les pasó con las manifestaciones de las mujeres (de las que salieron escaldados) o con la prisión permanente revisable (que la querían derogar también hace dos meses escasos), sino que en su afán de servir a su verdadero amo, el establishment, intentan quitarle el discurso a Podemos. Sí, como lo leen, ya se atreven hasta con el discurso de Podemos, ese mismo que decían que era populismo, que era bolivarismo, que era comunismo, que era el mal en sí mismo. Pues ahora, Rivera, en un juego de travestismo político, utiliza el concepto de patria de Podemos.
Ha sido durante su visita a las Fallas, como no podía ser de otro modo, Rivera tiene que estar en todas las fiestas populares que le pueda dar un voto más, cuando el dirigente naranja ha manifestado que “la verdadera España es la de los médicos, los profesores, los policías, y no la de Puigdemont, el 3 per por ciento o la Caja B”. Lo mismo que viene diciendo Pablo Iglesias desde que se constituyó Podemos. Tan sólo hace unos días, durante la presentación del libro España. Un proyecto de liberación hablaba Iglesias de la patria constituida por esas personas que van todos los días a trabajar, por los obreros, las teleoperadoras, los camareros, las administrativas, los pensionistas, etcétera. Pues bien, ahora Rivera también dice que la patria, España, es de las personas que ejercen profesiones. Y si Iglesias hablaba de no dejar la patria en manos de los sinvergüenzas, Rivera habla de Puigdemont, el PP o Pujol. Es más fino el chico, y más ahora que las encuestas le dicen que igual hasta sería presidente, pero sus sinvergüenzas también están.
Pura demagogia y populismo sistémico el utilizado por Rivera. Ha visto que lo que dice Iglesias sirve como significante para muchas personas y él se lanza también a utilizarlo, pero a su manera y bajo la máxima de no atacar a la coalición dominante que es la que le ha puesto donde está y la que le marca el rumbo. Por eso, se nota en su estilo y discurso el componente de clase. Aunque quiera ser transversal, le puede la clase social a la que representa y la demagogia electoral. Por eso habla de médicos y profesores (estrato ilustrado) y no de personas con profesiones sudorosas o de menos estudios. Es transversal pero no tanto como para mezclarse con los de abajo. Y no piensen que hay exageración en el análisis, el discurso suele transmitir esos condicionamientos de clase y de diferenciación social porque hay una transmisión inconsciente al final. Es un lenguaje clasista. Eso sí, mete a la policía porque ahora están con el tema de la equiparación salarial. Además, si llega a presidente igual necesita de las fuerzas de seguridad.
Una vez más Ciudadanos ejerce de campeón de la demagogia acusando de demagógicos a los demás, lo que no deja de ser paradójico. Mentira tras mentira, farsa tras farsa, robo tras robo, se construye un discurso transversal que oculta las verdaderas intenciones del partido naranja, sacar todo el jugo que se pueda al Estado en beneficio del establishment. Y no sólo del español, sino del internacional. ¿Les han escuchado hablar alguna vez contra EEUU? ¿O contra Israel? ¿O contra Merkel? Son europeístas del Imperio capitalista. Son españoles de bandera en la muñeca pero saqueo de los bienes públicos en favor de quienes les han puesto donde están. Son la nueva arma ejecutora de la ciudadanía española y por eso no dudan en robar ideas a unos y otros con tal de concentrar el mayor consenso posible en su partido (algo lógico en dinámica electoral), pero escondiendo su verdadera agenda oculta: gobernar en favor del establishment. Eso sí, transversalidad, cuñadismo y populismo sistémico pero con títulitis y no acercándose mucho a las personas que sudan.