Leyendo Diario16 (el periódico de la Segunda Transición) me entero de que el juez Fernando Andreu, instructor de la Audiencia Nacional en el caso del Banco Popular -donde se investigan las actuaciones previas a la compra por el Santander del Popular por un euro-, ha acudido de buen grado a la presentación de un libro (Se vende banco por un euro) que es marca blanca y hagiografía de la conducta del Santander en el proceso de “banquicidio”-compra del Popular. Es la vieja historia, el pez grande (Santander) se ha tragado al chico (Popular) llevándose por adelante los derechos de más de 300.000 accionistas. Esto me recuerda mucho lo que hizo Botín en Banesto en 1994, arruinar a los accionistas para enriquecer a su familia (y digo esto porque 307.000 millones de pesetas de créditos recuperados de Banesto nunca se supo a dónde fueron, origen de la querella de Rafael Pérez Escolar contra los Botín que archivó Garzón tras venir de Nueva York, donde había sido patrocinado por el mismo Santander).
El juez encargado de instruir dicha causa penal del Banco Popular, que concierne de forma indirecta al Santander, estaba allí, en la fiesta de Blas del poder, y en primera fila con su amigo Baltasar Garzón, cuyo vínculo umbilical con Botín quedó plasmado en bronces con la famosa carta de “Querido Emilio” (que dio lugar a un patrocinio de 302.000 dólares por el Santander a las jornadas de Nueva York organizadas por Garzón, si la memoria no me falla).
La larga mano del Santander en el acto se veía a una legua: más de 400 invitados para el libro de un autor de bajo perfil, abogado que ha sido asesor del Santander. En la cita del poderío, Feijó, el presidente gallego, tiene silla en la mesa presidencial, junto con Corcóstegui, famoso ex consejero delegado del Santander Central Hispano, y la delegada de Plaza y Janés (¿quién ha financiado este libro me pregunto?). También aparecen como asistentes el presidente del PP, Pablo Casado, y Margarita Robles, actual ministra de Defensa; y hay más, entre los patricios convocados hallamos a Florentino Pérez, a directivos del Santander, del BBVA, de Telefónica. Algún cantante y el embajador de México… Son los signos externos de la capacidad de convocatoria “Santander”, que como es sabido está controlado por los Botín, aunque con menos del 0,5% de las acciones. Esta “fiesta” es un claro acto propagandístico del poderío Santander y una muestra de su empeño en “legitimar” la compra del Banco Popular por un euro, recordemos que precedida de un previo “ataque preventivo” a su precio de venta para dejarlo en estado de ruina. Y ese ataque preventivo es maquinación contra el precio y posible delito. Pero ante el poder lo importante se vuelve nimio y al revés.
Resulta concomitante que este mismo juez Andreu, al poco de la invitación de la fiesta del libro canonizador de la compra del Popular, dictó un auto rechazando la investigación de los directivos del Santander en el proceso de acoso y derribo contra el Popular. Cualquiera medianamente informado sabe que el Popular estaba siendo objeto de un bombardeo propagandístico feroz para arruinarlo y eso tiene nombre y número en el Código Penal cuya aplicación es el trabajo del juez Andreu.
Estos hechos consumados permiten conjeturar que al juez no le fue del todo neutra o indiferente la reunión para presentar el libro “santanderino”, porque al poco parecía convencido y seguidor de la tesis de la inocencia “santanderina”. Suponemos que el instructor tendrá un ejemplar del libro “dedicado” por el autor y que se lo habrá leído y que leyéndolo haya comprendido que la compra del Popular fue legítima y una necesidad social imperiosa de un banco que se sacrifica por los intereses generales. En resumen, que el juez apoyó con su mera presencia un libro que intervenía a favor del Santander en un litigio penal que tenía en sus propias manos. ¿Dónde está el deber de recato? Casi siempre se pierde por la vanidad. A Garzón le pasó exactamente lo mismo. La vanidad lo fulminó.
Otrosí digo que merece recordar que este Andreu es también el mismo juez que sobreseyó la causa de las cuentas suizas ocultas de los 12 miembros de la familia Botín en el banco británico HSBC de Ginebra sacadas a relucir por Falciani. En esa causa y en el auto de archivo tuvo que cerrar los ojos el juzgador ante el informe de los peritos de Hacienda y hacer lo blanco negro para sacar a los Botín del apuro. Y también se negó a investigar a los 12 Botín por posible blanqueo de capitales, rechazando una denuncia formulada por dos asociaciones jurídicas. Para que pudieran recurrir el auto de archivo les pidió a cada una 24.000 euros de fianza, así que todo quedó en familia… botinesca.
Y yo me pregunto: ¿Es el honrado juez Andreu una especie de Robin Hood inverso que ahora se ha cansado y favorece al rico para perjudicar al pobre? Los hechos resultan inquietantes: en las diligencias en que aparece Andreu como juez de los Botín estos salen libres de toda culpa.
Las víctimas se quejan públicamente de que en el caso del Popular Andreu retarda injustificadamente el proceso, tema que es de responsabilidad, y curiosamente este retardo hace ganar ventaja al Santander.
La relación del juez con los Botín y el Santander debe de ser aclarada en todos sus puntos. ¿Es el abogado autor del libro, colaborador del Santander y amigo del juez, el nexo de unión entre las preocupaciones del Santander y el proceso del Popular? ¿Es otro amigo del juez también amigo de los Botín quien le pone al día de las preocupaciones del Banco Santander? ¿Cómo explica el juez el acto de negarse a investigar la alteración fraudulenta en el precio de venta del Banco por directivos del Santander durante la fase previa a la compra?
El promotor de la Acción Disciplinaria del Consejo Judicial, que es el “vigilante de la fe” en el sistema judicial e inquisidor oficial, debería abrir una investigación para aclarar todo esto, las relaciones de Andreu con los Botín y con el abogado autor del libro, ya que “todo juez en relación al cual pueda dudarse de su imparcialidad debe abstenerse porque lo que está en juego es la confianza que los ciudadanos han de tener en los tribunales de justicia” (sentencia Piersack c. Bélgica 1982, Tribunal Europeo de Derechos Humanos).
Este juez, con su asistencia al acto de propaganda “santanderina” sobre la compra del Popular, ya está contaminado y debería de abstenerse, pero seguro que no lo hará. Razón para aumentar las sospechas porque un juez que no tiene nada que esconder, si comete una imprudencia creando una apariencia de parcialidad y es realmente honesto, se abstiene y punto, pues no pierde nada, pero si tiene intereses que no quiere que se sepan entonces se agarra al cargo de instructor pese a la controversia pública y al daño que hace a la credibilidad judicial.
Recuerdo un precedente con el que lo contado antes guarda cierta conexión. En el caso Pinochet, tramitado por Garzón desde 1998, había una pieza separada conocida como “Blanqueo de Capitales Operación Cóndor”, en la que se investigaban unos fondos de los Pinochet colocados en bancos ubicados en EE.UU; pues bien, era presuntamente el Santander la matriz de varios de esos bancos. La pieza separada a cargo de Garzón permaneció aparcada largo tiempo, permitiendo al Santander sortear sus obligaciones de entregar las sumas de los Pinochet a las víctimas (aquí Garzón ya no obraba como el héroe de las víctimas). Garzón no exigió al Santander el cumplimiento de sus obligaciones de informar de los fondos, permitiendo que se burlara el banco del juzgado y de las víctimas con respuestas evasivas, y todo esto sucede cuando Garzón está gestionando los patrocinios para irse a Nueva York. El Santander obtuvo una gran ganancia de la conducta omisiva de Garzón: concederle los 302.000 dólares de patrocinios para la Universidad de Nueva York era pura calderilla en relación al ahorro favorecido de no responder de las sumas de los Pinochet en filiales del banco.
Los focos de las luces de la razón tienen que proyectarse sobre la actividad de este juez y su relación con el primer banco español a fin de despejar las dudas que suscita.
Andreu debe ser investigado porque presenta zonas de sombra inquietantes en sus relaciones, en sus decisiones y en sus omisiones o dilaciones tocantes al Banco de Santander y a la familia que lo controla.