Queipo, documenta la Historia en los archivos heredados, fue un genocida de instintos asesinos, un “sádico por naturaleza” según le definió Gerald Brenan, prototipo de militar despreciable que Europa volvió a padecer con el nazismo alemán y décadas después en la guerra de los Balcanes. Bajo su mando murieron más de 3000 sevillanos solo en los primeros tres meses del golpe, sin olvidar el empuje de sus tropas hacia Granada, Málaga y la consiguiente desbandá de civiles a los que se bombardeaba desde el mar en su huida desesperada hacia Almería. Gerald Brenan recordaba otra de las frases del Queipo charlatán y bravucón antes de entrar en Málaga:
«Sí, canalla roja de Málaga, espera hasta que llegue ahí dentro de diez días! Me sentaré en un café de la calle Larios bebiendo cerveza y por cada sorbo mío caeréis diez. Fusilaré a diez»
De las hazañas de tan singular militar que coqueteó también con los socialistas, que se alza el 18 de julio con la bandera tricolor y gritando ¡Viva la República! a la que jura y traiciona, existe suficiente documentación e información como para que, a estas alturas, sepamos perfectamente el perfil indeseable y criminal del que llegó a ser el Último Virrey, así bautizado en su obra por el escritor Manuel Barrios.
Gonzalo Queipo de Llano y Sierra está enterrado junto a su esposa Genoveva Martí en la Basílica de La Macarena en Sevilla, en una de las capillitas laterales de un templo abierto al público. Creen muchos que la presencia de dichas tumbas infringen la Ley de Memoria Histórica aprobada en 2007, concretamente en este punto:
“Cuando los elementos contrarios a la Memoria Democrática estén colocados en edificios de carácter privado con proyección a un espacio o uso público, las personas propietarias de los mismos deberán retirarlos o eliminarlos”.
Una opinión bastante extendida y reivindicada, particularmente en la izquierda sevillana ya que tanto PP como Ciudadanos, se han desmarcado de acuerdos municipales por frases como esta sobre la tumba: ” es una clara ofensa para los familiares de las víctimas del franquismo y para el conjunto de las y los demócratas”.
Un debate que en Sevilla levanta sarpullidos, especialmente en sectores católicos de la derecha política, sociológica y tradicionalista; los que creen que con una confesión se limpian los pecados y que hay que perdonar, mirar hacia adelante, no al pasado “porque en los dos bandos hubo asesinatos de inocentes” calman conciencias. En este caso se aferran a que fue el general el que impulsó la reconstrucción de la capilla en basílica y, por tanto, Hermano Mayor a perpetuidad. Y esa es la cuestión por la que se pregunta mucha gente, si el hecho de haber sido hermano tan benefactor de la Macarena, borra formalmente la historia y trayectoria publica del militar golpista y genocida.
Es justo reconocer la existencia de una tercera capa social que no se expresa aunque está horrorizada, la que desde la niñez aprendió a callar para no sufrir y nunca olvidar.
Tras la rapidez con la que parece que el gobierno de Pedro Sánchez va a sacar el ataúd de Franco de la tumba de Cuelgamuros, muchas miradas por la izquierda se han girado hacia la presidenta de la Junta Susana Díaz preguntándole ¿y Ud. qué hace con los huesos de Queipo de Llano, aún a los pies de la Virgen más venerada de Sevilla? Ni de lejos el PSOE andaluz ha sido tan combativo en estas cuestiones como lo es a nivel federal.
Teniendo en cuenta que desde julio de 2016 está planteado sobre la mesa formalmente desde el ayuntamiento el deseo de que salgan de allí los restos del tirano general, nadie se explica por qué han pasado 24 meses sin que se haya clarificado la situación y cumplido con lo que manda la Ley.
Veamos el escenario y sus personajes. Por un lado está la Hermandad de la Macarena como propietaria del templo y responsable directo de que se cumpla con la ilegalidad en su sede. También tiene algo que decir la propia familia Queipo de Llano-Martí. Por otro la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Sevilla. Y también tiene vela en la ceremonia el arzobispo Asenjo Peregrina, en tanto que es la Iglesia de la que depende el buen gobierno de una hermandad tan relevante en Sevilla como la de La Macarena. El Sr Asenjo en ningún momento de este proceso se ha manifestado como el de Madrid Carlos Osorio, claramente partidario de la exhumación del dictador en Cuelgamuros.
Pues con tanta gente en danza los restos del general siguen hoy en la basílica y cuando en los programas cofrades locales de tv se habla de tan espinoso asunto, desde el sector de las cofradías se oye decir: “pues la Junta no ha mandado ni un solo papel a la Hermandad pidiendo la exhumación del general”. Cierto.
Los únicos que parece que lo tienen claro son la familia Queipo que ya han dicho que quieren que todo siga igual y que se deje descansar en paz a los muertos, que ya les juzgarán en el más allá.
En la Junta creen que es el Ayuntamiento de Sevilla, con Juan Espadas al frente, quien está legalmente capacitado para continuar con la tramitación, gestiones y negociación de la salida de los restos. Espadas parece que no lo tiene tan claro lo que para él puede convertirse en una patata electoral caliente.
De igual forma que sorprende que la presidenta de la Junta de Andalucía no haya aprovechado su cordial y privilegiada relación con el inquilino del Palacio Arzobispal, Asenjo, para desbloquear el asunto. En Sevilla nadie duda de que una palabra del obispo al respecto, sería mano de santo ante una hermandad que le debe obediencia.
Claro que, con la cercanía de las municipales y con Juan Espadas como candidato escoba, recogiendo votos en su izquierda y por la derecha según la encuesta de ABC, no parece muy previsible que los restos del general de Caballería acompañen donde sea y de inmediato a los de Franco a su descanso eterno y morada definitiva. No debe sorprender, Queipo también acabó fatal con Franco, como con todos a los que traicionó.