La última ocurrencia del presidente del Gobierno Pedro Sánchez es descentralizar ministerios y/o instituciones gubernamentales del Estado a otras regiones españolas sacándolas de la capital. Nada nuevo bajo el sol pues es algo que se ha debatido con anterioridad. Un nuevo corta y pega que se rescata del baúl de los recuerdos del PSOE (versión foralista) y que se utiliza para apaciguar los ánimos de la España periférica (eso de vacía es un insulto a los millones de habitantes que allí residen), con el cabreo de los capitalinos (ahí tienen el cabreo de la presidenta de Madrid).
En principio serían migajas como la Comisión Nacional de Mercado de Valores y la AiRef. Vamos una mierda pinchada en un palo que se decía antes. Un desprecio a la España periférica o un trilerismo de la clase política promadrileña. En realidad no se quiere acometer una verdadera descentralización institucional que aporte algo a los lugares donde acudan las nuevas sedes porque a todos y todas les gusta hartarse a gin-tonics en los lugares de moda –tanto para que algunos y algunas salgan de algunos bares en condiciones lamentables (conocidos y famosos de la política)- y trasladar un ministerio igual impide esa comida con ese empresario en Horcher para que el político o los políticos de turno influyan en esta o aquella ley. No es lo mismo charlar con el ministro o ministra tomando un café que llamar por teléfono o desplazarse y que te vean en el tren. Por no hablar de todas esas personas que han llegado de asesores a distintos monipodios desde diferentes provincias periféricas y que ahora les chafen el Madrid la nuit. ¿Los funcionarios? Esos les importan tres mierdas. Pero y si sí. Y si se hiciese una verdadera descentralización ¿a dónde mandaría las instituciones importantes o ministerios Pedro Sánchez?
¿Cumplir con la España periférica o con los elementos foralistas/nacionalistas?
Como bien dijo Arturo Pérez Reverte, Sánchez es un asesino de la política (la matanza del próximo congreso federal va a ser de spaghetti western) y por tanto utilizaría esa descentralización para pagar favores a quienes le dan votos con los que aguantar en el gobierno y vivir sin problemas en el partido (¿por qué creen que se celebra el congreso socialdemócrata en Valencia?). Así mandaría a la Comunidad Valenciana algún ministerio como Fomento o Sanidad; a Cataluña el Senado (esto ya se propuso dentro del PSOE); al País Vasco Industria; a Sevilla Agricultura; y se quedarían en Madrid los estrictamente de políticas de Estado. No haría lo lógico que sería mandar a Ciudad Real el ministerio de Cultura (en la capital o cualquiera de los municipios con conexión ferroviaria); a Cartagena el ministerio de Defensa; a Córdoba o Granada el ministerio de Agricultura; a León el Senado (en recuerdo de las primeras cortes europeas); o Fomento a Asturias, por ejemplo.
Cualquier descentralización, al final, no es cuestión de racionalidad institucional o política; no sirve para, en el caso nacional, ajustar los problemas periféricos; sino que es una cuestión de poder y de conservación del poder. Cuando se debatía la Constitución nadie sabía qué hacer con la provincia de Madrid, la cual había sido arrancada de lo que entonces se llamaba Castilla la Nueva y hoy Castilla-La Mancha (Madrid no deja de ser manchega), el profesor Enrique Tierno Galván propuso dejar la capital como una especie de distrito federal y dejar el resto de la provincia en su origen manchego. Los políticos manchegos dijeron que no porque suponía un desequilibrio enorme en comparación con el resto de la región (sin fondos para compensar) y así quedó una Comunidad madrileña que como dice su himno nadie la quería. Con el tiempo tampoco al poder madrileño-estatal le interesó otra cuestión o encaje, había mucho que rascar y mucho que negociar en oscuros reservados de los restaurantes del barrio de Salamanca o de la carretera de la Coruña.
Si la economía es lo importante ¿por qué se queja Díaz Ayuso?
En cuanto Sánchez propuso ese amago de descentralización institucional, la pisa charcos que va en busca de la cabeza de Pablo Casado, tuvo que hablar. Isabel Díaz Ayuso se ha quejado que esa descentralización (para alimentar a los provincianos, que aún se recuerdan las palabras sobre la cultura de las gentes de provincias) afirmando que era un ataque a Madrid, un intento de destrucción de la ¿capital o la comunidad (porque no se sabe bien cuando habla)? Es graciosa esta reacción cuando no hace mucho, más bien hace poco, afirmaba ufana y mirando hacia arriba, como si estuviese conectada con extraterrestres, que la capitalidad de Madrid no era un beneficio, ni tenía nada que ver con los boyantes datos macroeconómicos de la Comunidad. Todo gracias a más de veinte años de gobiernos del PP que atraen el dinero… y la corrupción que conlleva el capitalismo de amiguetes. Bueno esto último no lo ha dicho, pero ser, es.
Ahora cuando se dice que igual habría que mandar alguna institución a la España periférica se queja ¿por qué? Por lo que todo el mundo sabe, cualquier capitalidad tiende a atraer dinero y trabajo. Pasa en Madrid, en Sevilla, en Toledo, en Valladolid, en Barcelona, en Valencia… etcétera. Podría aspirar Díaz Ayuso a ser una Málaga, un Nueva York, una Milán, pero sabe perfectamente que mucho empleo se marcharía en buena parte. No sólo por el movimiento de funcionarios sino por el desplazamiento de oficinas de los grupos de presión. Siguiendo el ejemplo de Ciudad Real de antes, ¿piensan ustedes que no abrirían oficinas los grandes grupos editoriales, las grandes distribuidoras cinematográficas, las cadenas de televisión, los grandes medios de comunicación, etcétera? Claro que lo harían (eso se ve en los Países Bajos y en EEUU), pero no sería contratando nuevo personal en sí (al fin y al cabo ya hay muchas relaciones hechas) sino desplazando personal. Salarios buenos que suben el medio madrileño. Con tener una sede central como sede fiscal en Madrid les vale, no necesitan a todos los empleados allí.
Esto lo sabe perfectamente Díaz Ayuso que ha sido muy de moverse en esas reuniones de contactos y aparentar, tanto por orden de Esperanza Aguirre como de Casado como vicesecretario general. Sabe que mucho movimiento de tipo político se movería con todo lo que ello implica. Los paradores de Almagro o Manzanares seguro que tendrían más reservas. Los restaurantes de nouvelle cuisine aumentarían sus comensales. Las fincas privadas volverían a utilizarse, no para que el emérito vaya a lo lujurioso, sino para hacer fiestas de esas en las que se convence a tal o cual director general, secretario de Estado o correveidile gubernamental. Más familias, más personas, más dinamismo económico. Al PP le gusta más concentrar el poder para controlarlo y en las periferias que sigan los caciques modernos controlando las cosas… claro que cada vez tienen menos caciques porque se está arruinando.
Si se piensa en una descentralización institucional hay que hacerlo de verdad, no con dos oficinillas. Si se hace de verdad hay que hacerlo pensando en lo periférico (a todos los niveles) y no en cuestiones de poder. Por eso no se hará jamás. Lo propuesto por Sánchez es humillo para contentar cuatro bocas y tres algarabías. Lo afirmado por Díaz Ayuso demuestra que sin las instituciones del Estado la política madrileña enseñaría todas sus penurias. En Madrid se vive gracias a las clases medias, la clase trabajadora, los autónomos y los ingresos de las Pymes periféricas de la propia comunidad (también hay centro-periferia). Una engañifa más de la clase política que muestra su desconocimiento de la realidad más allá de la M-40.