Los rumores de renuncia sobre la figura del papa Francisco I se han acentuado en la capital italiana. Tantos que hasta Diego Fusaro ha entrado a la polémica. Desde el Vaticano, unos y otros, van contando que el pontífice podría dar un paso al lado. Lo interesante no es que se produzca esa renuncia sino lo que cuentan unos y otros sobre lo que la rodea.
Los “conservadores”, aunque se debería decir la curia vaticanista que no quiere dejar el monipodio, señalan que el mal estado de salud de Su Santidad, que no sólo serían los problemas de rodilla, estaría detrás de esa supuesta renuncia ahora que Benedicto XVI ha fallecido. Añaden que el propio pontífice estaría preparando desde hace tiempo el Cónclave de su sucesión nombrando cardenales de su cuerda. Hasta 133 habría nombrado en estos diez años, de los cuales 88 serían electores y se supone que serían de la corriente “progresista” en su mayoría.
Los “progresistas” cuentan que en realidad la posible renuncia sería por culpa de las presiones de la curia vaticana y los sectores ultramontanos, los cuales estarían preparando el cese del pontífice acusándole, bien de herejía, bien mediante la incapacidad por razón de salud –algo que sobrevoló en los últimos años de Juan Pablo II–. Ciertos cardenales y obispos, que sería los que están alentando a Georg Gänswein a conceder entrevistas, mueven Roma con Santiago para hacer caer al heredero de Pedro.
¡Cállese, señor obispo!
La realidad es que lo más probable es que el papa Francisco aguante lo que la salud general le permita. Salvo que la mafia vaticana acabe por hacer de las suyas, el pontífice piensa seguir al mando, cuando menos hasta que terminen los tres viajes que tiene apalabrados y acabe el sínodo de los Obispos (largo me lo fías…) que ha convocado él mismo para reformar la Iglesia. Eso sí, el papa se mueve y da sus puntadas con hilo.
De momento le ha pedido, como ha reconocido el interfecto, a monseñor Gänswein que se esté callado. Que bastante tiene con la publicación del libro de sus memorias junto a Benedicto XVI, el cual, podría ayudar incluso al actual pontífice en el orden político, aunque menos en lo teológico-ideológico. También se rumorea fuertemente que, mientras se celebraban las exequias del emérito, ha retrasado el nombramiento del nuevo Prefecto para la Congregación de la Fe.
Nombramientos del gusto “progresista”
Ahora que ya no está Ratzinger como segunda alma, Francisco tiene la intención de nombrar a otro obispo alemán, pero no precisamente de la cuerda de aquel que ya no está en la Tierra. Se trataría del muy heterodoxo obispo Heiner Wilmer que pasaría a sustituir a más ortodoxo Gerhard Müller. Un nombramiento más acorde con las pretensiones del actual inquilino del trono Vaticano en referencia a la incorporación de la mujer plenamente a la Iglesia, la apertura al movimiento generista, el cambio en el celibato, el enterramiento de la misa en latín y recuperación de algunos postulados de la Teoría de la Liberación.
No sólo eso. Francisco ha impulsado la reapertura del caso Emanuela Orlandi. Algo que se huelen en la curia tiene una intención muy distinta a la de esclarecer lo que ocurrió. Si recuerdan la muchacha de 14 años, hija de un empleado del Vaticano, desapareció en 1983 y son muchas las teorías que se han manejado sobre el tema. Uno, que se la habría secuestrado para un intercambio con Ali Agca (que intentó asesinar al pontífice); dos, que habría sido víctima de la pelea entre los servicios secretos de occidente y oriente; tres, que habría sido secuestrada y asesinada por la mafia Magliana por culpa de Paul Casimir Marcinkus (alias el banquero de Dios) del Ior/Banca Vaticana y ciertas cantidades en dinero negro; o cuatro, que sería por culpa de la financiación vaticana del sindicato polaco Solidarnosc. ¿A por quién o quiénes va?
Remover hasta a los benedictinos
Todos estos movimientos inducen a pensar que más que dimitir Francisco piensa dar un verdadero golpe en la mesa que la presencia del emérito no le permitía, no tanto por estar en desacuerdo –una de la claves de la renuncia, tras la enfermedad, de Benedicto fue no tener fuerzas para arramplar con la curia–, sino porque algún amigo caería en el fragor de la batalla. Si ya le sentó mal, como se ha contado, quitar la misa en latín, imaginen llevarse por delante a seguidores/alumnos o amigos personales. De hecho, como mañana se contará, hasta han sacado a Leonardo Boff del armario del silencio para atizar a Ratzinger y sus amigos.
Ahí no queda la cosa. Otra jugada, esta vez contra la orden benedictina, ha sido confirmada ayer mismo. La abadía de Montecasino, donde san Benito escribió la Regla que han conservado los benedictinos, tenía que cambiar al abad. Siguiendo la Regla propia eligieron en votación al padre Mauritius Wilde Osb. Como es necesaria la confirmación papal, le presentaron el nombre y éste fue rechazado. Ahora ha colocado en su lugar a Antonio Luca Fallica, fundador de la comunidad monástica de la Santísima Trinidad en Dumenza, bodeguero y prior de la misma durante 12 años. Un guantazo a los benedictinos en toda la boca, como se suele decir.
Vistos todos estos movimientos, todos los contacto políticos que viene teniendo, todos los viajes programados (salvo a España, la cual tiene vetada), el sínodo y la reformar hasta las entrañas de la doctrina y la curia vaticana ¿puede alguien pensar que piensa dimitir?