Donald Trump está intentando socavar el poder de los sindicatos federales. No se podía esperar otra cosa de alguien como el magnate. Con los republicanos tanto en la Casa Blanca como en el Capitolio, las medidas adoptadas por los conservadores, recortes presupuestarios, despidos y destrucción de los derechos civiles, están teniendo como consecuencia el incremento de las afiliaciones.
El mayor sindicato federal de empleados del gobierno, la AFGE, aumentó su número de afiliados en más de 1.000 personas sólo el mes pasado y más de 5.000 desde el mes de enero. Esto se justifica por la propia política de la Casa Blanca o las propuestas republicanas en el Congreso que reducirían las contribuciones del gobierno a los beneficios federales de los trabajadores gubernamentales, lo que devaluará gravemente el pequeño incremento salarial del 1,9 por ciento. Ya se produjo un incremento de la afiliación incluso antes de que el Congreso aprobara una propuesta de reducción del subsidio al Programa de Beneficios para la Salud de los Empleados Federales, un plan que recorta en 32.000 millones de dólares esa asignación.
Por otro lado, el propio presidente Trump está intentando debilitar a las fuerzas sindicales a través de su Orden Ejecutiva que revocaba los foros laborales creados por Barack Obama porque, según la versión de Trump, los foros «han consumido considerable tiempo de gestión y recursos para los contribuyentes, pero no han cumplido con su objetivo de promover la colaboración en la fuerza de trabajo federal». Hay que recordar que estos foros fueron creados para fomentar la cooperación entre los sindicatos y la administración, y en sus reuniones se discutieron cuestiones tan importantes como la seguridad en el trabajo, la seguridad de los datos y la productividad.
Con esta Orden Ejecutiva Trump socava la relación entre los gerentes y los empleados y debilitará la eficiencia de los empleados del gobierno. Es un golpe contra el propio escenario de relaciones laborales en los Estados Unidos.
