Desde hace varios días las personas normales se hacen una pregunta ¿dónde está Pablo Iglesias? En efecto, el vicepresidente segundo de Asuntos Sociales y Agenda 2030 está desaparecido. No se sabe nada de él. Salvo un mensaje sobre el fallecimiento de Boni, guitarrista de Barricada, y un retuit sobre el fascismo en EEUU (con una visión extremadamente corta para quien ha vivido allí), nada. El silencio. La calma. Acudir, sí ha acudido al Consejo de ministros de ayer, por lo que se colige que no está muerto, ni enfermo. ¿A qué se debe esa desaparición? En Diario 16 nos hemos hecho esa pregunta y vamos a intentar responderla mediante varias hipótesis.
1ª hipótesis: Está viendo series. Lo más lógico, tras las festividades en que habrá estado muy ocupado con la chavalería que tiene en casa (ya saben, reyes magos y demás cuestiones infantiles), el vicepresidente segundo se ha encerrado en su cuarto a ver todas las series que le faltaban por ver para así poder darnos la turra durante el resto del año y tener inspiración para su estrategia política del curso entrante.
2ª hipótesis: Está deprimido. Después de la paliza estratégica que ha recibido por parte del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al nombrar a Salvador Illa como candidato al gobierno catalán, echando por tierra el “acuerdo” pactado con ERC para servirse del PSC para gobernar y llegar al referéndum de autodeterminación, se encuentra deprimido. Sollozando por no haberla visto venir. ÉL que es el más listo de la clase política y el único que, piensa ÉL, ha leído y comprendido a Maquiavelo.
3ª hipótesis: Está acojonado. Ha visto que las encuestas le están apeando de su actual posición y se encuentra aterrado. No comprende cómo el pueblo es incapaz de asimilar su estrategia de soplar y sorber a la vez. O lo que es lo mismo, su estrategia de ser gobierno y oposición al mismo tiempo y sin que eso genere contradicción alguna. Porque, paradójicamente, las mayores críticas al gobierno en los últimos tiempos no llegan de parte de Pablo Casado (que está recorriendo España con su pala), sino de uno de los socios del propio gobierno.
4ª hipótesis: Ha visto lo que le ha pasado a Trump y ha frenado. Esta es la hipótesis menos probable seguramente. ÉL piensa que Trump es un fascista y no un populista. Para amado líder los populistas son buenos, son como ÉL, son comunistas sin hoz, ni martillo. Pero igual, poco probable, ha visto que la demagogia y la chulería en política acaba pasando factura e igual le toca su turno.
5ª hipótesis: Con el frío que hace piensa que han llegado los White walkers como en Juego de Tronos. Ya que acostumbra a ver la vida como si fuera una serie de televisión, igual al llegar la gran nevada ha pensado que los White walkers han llegado, se ha visto desarmado y se ha escondido en su castillo de Galapagar. Al final la ficción ha devorado al hombre, como los libros de caballería afectaron a Alonso Quijano.
6ª hipótesis: No sabe qué hacer. Siendo vicepresidente de Asuntos Sociales debería haber estado al pie del cañón con las nevadas caídas. Haberse preocupado de la situación de las Residencias de Ancianos, de los refugios para personas sin hogar, para ver que no había desabastecimiento de alimentos para la población afectada (que para eso tiene a su subordinado Alberto Garzón), pero no sabe cómo hacerlo. Después de un año casi de vicepresidente segundo todavía no se ha enterado bien de sus competencias. Hay que comprenderlo porque ÉL está para otras cosas de miras más amplias: el CNI, hace oposición al PSOE, zascandilear en Twitter…
7ª hipótesis: No puede hacer demagogia o populismo. Tras la subida de la factura de la luz que vendrá por el alza de los precios en el mercado –pese a haber dicho por activa y pasiva que eso no sucedería con Él en el gobierno-; tras el fracaso de sus prédicas republicanas y en medio de un temporal invernal, no sabe cómo colocar su demagogia. Bien es cierto que tiene un propio periódico para hacerse toda la propaganda posible y criticar a los demás, pero no encuentra el encaje para sus soflamas típicas. Incluso podría haberse hecho una foto quitando nieve en sus 2000 metros de finca en Galapagar, pero eso sería estar a la altura de Casado y por ahí no pasa. ÉL es más.
Una ausencia inexplicable con la que está cayendo, por sus responsabilidades gubernamentales, y asombrosa por la capacidad que tiene para meterse en todos los charcos, especialmente cuando cree que puede sacar tajada con sus discursos falsos. Sus escuadras en redes sociales, de capa caída como muestran los datos, intentaron engañar a las personas diciendo que si tuviesen cientos de diputados nacionalizarían la energía (sin aportar más datos), justo el día en que un cargo de su partido entraba en el consejo de administración de Enagás. Ya no cuela ese discurso de sorber y soplar y se espera que haga algo más que entrevistas a amigos; que contar en las redes que ha visto esta o aquella serie; que hacerse el colega del barrio; se espera que gobierne y se vea reflejado, más siendo vicepresidente segundo, pero vicepresidente, de Asuntos Sociales. Cada vez más parece un estorbo que un apoyo para las personas normales. Amaga y no tira la piedra o dice que Calviño se la ha quitado, que es como usar el comodín en un juego. Si no te hacen caso te sales del gobierno; si hay presiones de la UE te sales del gobierno; si no te gusta Sánchez te sales del gobierno. Pero quedarse y quejarse ya no engaña a nadie. Más bien pareciera que se vive muy bien y hay facturas que pagar aún.
Iglesias prepara una batalla personal ante Pedro Sánchez por el precio de la luz, no necesita hacerse la foto con una pala para demostrar que hace algo.