El presidente del Gobierno ha decidido ampliar las funciones de su persona de confianza, Iván Redondo, que asumirá, además de la dirección del Gabinete presidencial, la secretaria de Estado de Comunicación y una nueva área: la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo. La comunicación tiene bastante lógica pues es fundamental que el jefe de Gabinete controle lo que se comunique del Gobierno, más dándose la circunstancia de que se está ante un Gobierno de coalición y puede haber disfuncionalidades o intentos de desmarcarse unos de otros en los respectivo a lo comunicacional. Nada nuevo pues ya se advirtió en estas páginas que eso podría pasar y que hubiese sido buena idea nombrar a un “ministro rojo” del PSOE. Lo que llama la atención es la Oficina de nueva creación.
En principio la Oficina pretende llevar a cabo informes, estudios y análisis para tener un conocimiento de lo que pueda suceder a medio y largo plazo en diversos ámbitos políticos y sociales y cómo afectarían al país. Algo que todos los gobiernos tienen de forma más o menos oficial. En algunos casos se confía en expertos a los que se piden esas proyecciones, en otros son los mismos asesores de la presidencia los que hacen esas previsiones. Lo que extraña es que, teniendo numerosos asesores en Moncloa para cualquier cuestión por estúpida que parezca, se tenga que recurrir a la creación de una Oficina de este tipo. Puede ser que necesiten más asesores y con la excusa de la oficina de prospectiva coloquen a algunos secretarios de Estado que se han sido despedidos (bien por la cesión de competencias, bien por pelearse con ministras, como ha sucedido en algún caso) o a algunos fieles que llevan tiempo pidiendo un carguito.
También podría ser que la Oficina se montase para tener un espacio de debate con intelectuales y científicos que puedan aportar sus conocimientos para esas proyecciones que se quieren tener con vistas a veinte años, como reconocen en Moncloa. Algo así como “los 15.000 niños de la Carlos III” de María Teresa Fernández de la Vega o los chiringuitos de Esperanza Aguirre pero bien montados y con personas que realmente sepan hacer proyecciones. En realidad la mayoría de demógrafos, economistas, administrativistas o sociólogos, que tienen un mínimo de experiencia, poseen modelos de proyección con los que pueden hacer esos estudios para el Gobierno. Así que la Oficina les reuniría alguna vez al año para pedirles una proyección, les pedirían una factura y adiós. Dicho de otro modo, esos estudios de proyección empíricos los hacen tranquilamente en su casa los expertos y entregan el informe con sus conclusiones y sólo hay que cotejar las similitudes y las contradicciones. No hace falta montar una Oficina realmente para esas investigaciones, porque las geopolíticas, políticas y algunas sociales son, dada la coyuntura actual, muy difíciles de realizar. Puedes ser Daron Acemoglu y vender que no hay mejor cosa que la unión de capitalismo y democracia, pero eso no es una proyección sino ideología neoliberal, la cual por cierto estalla en las calles de París en cuanto te descuidas.
Por tanto, ¿qué sentido tiene esta Oficina más allá de colocar a dos o tres “recomendados”? No es probable que en Moncloa lean nuestro diario, pero desde aquí hemos señalado algunos déficits que tiene el PSOE, por tanto el Gobierno, de Pedro Sánchez. Uno de los principales es que carece por completo de una intelectualidad cercana al partido (más allá de alguno que acerque momentáneamente para vender dos libros más y cuestiones por el estilo). Ni intelectuales orgánicos (salvo algún grupo de economistas), ni intelectuales socialistas (los que hay son vistos con suspicacia), ni nada por el estilo. De ahí que la necesidad de la Oficina de proyecciones a futuro no tenga más sentido que un lugar donde lograr la adhesión de intelectuales, de investigadores y de personajes de distinto pelaje pero mediáticos. Una estrategia que, por descuidada en el partido, deben tomar ahora desde la Moncloa para contrarrestar toda la intelligentzia de Podemos e IU, con sus vertientes mediáticas.
Gracias a la Oficina, Redondo podrá convocar y pedir ayuda a profesionales empresariales, académicos o algún que otro verso suelto, no sólo para realizar proyecciones sino para tener algún columnista a su favor o personas que sirvan de correa de transmisión en el mundo científico y académico. Una idea inteligente si se crea para algo así. Si sólo es para hacer proyecciones más vale encargarlas y adiós. Si es para colocar a gente que está suelta hay que recordar que trabajar de vez en cuando es incluso sano para la mente. De ahí que no quede más salida que entender que se ha constituido la Oficina como un remedo de la famosa Bodeguilla de Felipe González para captar adeptos. Y en verdad el PSOE la necesita.