Pedro Sánchez va a convocar, adelantándolo un año, Congreso Federal del PSOE en Sevilla los días 15, 16 y 17 de noviembre. Estatutariamente puede hacerlo a partir de los tres años, como así sucede, aunque sea extraño cuando tiene tantas vías de agua abiertas en el Gobierno. Por de pronto no hay Presupuestos Generales del Estado —y no hay previsión de que pueda reunir aún mayoría—, lo que condiciona totalmente cualquier tipo de política que quiera llevar a cabo. Además existe la continua tensión entre Gobierno y socios de apoyo, más el enfado de la sociedad civil con las concesiones económicas que se pretenden realizar en favor de Cataluña, pasándose la Constitución por el forro.
Bajo esas condiciones contextuales no es lógico abrir un proceso electoral/congresual donde pueden producirse disensiones o fricciones por la cuestión más insospechada. Sin estrujarse mucho el cerebro las feministas podrían reprocharle las diversas leyes podemitas que permiten a delincuentes hacerse mujeres para ir a un prisión femenina o liberar antes a violadores; los militantes de algunas regiones podrían reprochar que se está perjudicando a sus territorios en favor de Cataluña y País Vasco en infraestructuras, economía, etc.; también se le podría reprochar que hoy dice una cosa y mañana la contraria perdiendo todo perfil medianamente ideológico; infinidad de quejas por diversas patochadas del General Secretario.
¿Por qué celebrar un Congreso en un momento de cierta inestabilidad? La respuesta la han dado desde dentro del partido: «para forzar la renovación en ciertos territorios». Dicho con otras palabras, mucho más comprensibles, para intentar cargarse a Emiliano García-Page, Javier Lambán y, puede que a, Adrián Barbón. Su sanchidad no admite ningún tipo discrepancia y, mientras estaba en la isla a cuerpo de rey (y reina), ha decidido pasar a la acción. No hay dictador o personalidad autoritaria que no sienta la tentación de acabar con todo lo que le molesta. Da igual que sea un político o un jefe de cualquier empresa. Le preocupa más, siempre, su propia persona, narcisismo mediante, antes que el bien común. Palabra que desconoce su sanchidad.
Que el partido no haya salido en tromba a defender a su señora esposa —una bachiller que ha hecho cosas inmorales— frente a supuestos ataques mediante fake news o bulos, le ha hecho hervir la sangre —hasta el momento ninguna denuncia ha tenido desarrollo por lo que ni fake, ni foke—. Toda la militancia debe rendirle completa pleitesía y entregarse a cualquier guerra, mediática principalmente, que él considere. Y entre toda esa militancia, las baronías son las más señaladas y de ahí que quiera realizar una purga completa. Convoca el Congreso para purgar, porque todavía no puede hacerlo físicamente, a aquellos que no le ríen las gracias, le limpian las suciedades y/o no “genuflexan” cada vez que ÉL lo desea. «El partido se limpia purgándose» es su lema.
Tal y como está concebido el proceso de elección de delegados será complicado que en el propio Congreso Federal pueda haber alzamientos contra las baronías, al menos en sus propias listas de delegados. No se percató el mininistro Bolaños cuando ideó el reglamento del partido, con la finalidad de laminar cualquier elemento democrático interno, que lo mismo que favorecía ese proceso autocrático servía para reforzar a las baronías. Antes del sanchismo cualquier grupo de militantes (se supone que críticos) podía, sin necesidad de avales, presentar listas alternativas de delegados, bien en los congresillos provinciales, bien en los congresos regionales.
Ahora para eliminar cualquier debate sobre la Ponencia Marco, se eligen directamente a nivel provincial los delegados al Congreso Federal. Para ello debe ser un militante de forma individual el que reúna un 12% de avales de su provincia y luego conformar una lista completa. La diferencia es abismal y favorece a los secretarios provinciales/regionales. Piensen que el censo no se entrega en todo el proceso y en cualquier provincia, como Palencia o Cuenca, quien quiera presentar lista alternativa solo tiene 7 días para reunir una cantidad de avales que desconoce; en un territorio donde las agrupaciones locales, si existen, están cerradas casi todos los días; donde solo se relacionan los caciques comarcales y provinciales. No son las grandes concentraciones urbanas donde es más sencillo conocerse e, incluso, tener grupos de Telegram.
¿Quién decide los nombres de los delegados? El cacique provincial bajo supervisión del secretario regional. Algo que no favorece a la militancia, ni a quien esté en el cargo de secretario general federal. Intentando montar un sistema dictatorial, se ha generado un sistema medieval de señores y señoras con algunos vasallos. Por eso la necesidad de convocar Congreso, seguramente modificación de estatutos para perjudicar a las baronías (si se dejan), no para su elección y entronización como poco menos que el dios del liberalismo, sino para poder intentar cargarse a las baronías en los congresos regionales obligatorio posteriores.
Seguramente moverá Roma con Santiago para colocar a los futuros peleles sanchistas en la Ejecutiva Federal y lanzar alternativas. También se puede encontrar con una confrontación directa que no sospecha ahora. Dos White Labels después de comer pueden animar a más de uno a montarla y desbaratar las pretensiones del dictador amoral. Igual una lucha sin cuartel sobre la ponencia marco, donde intentará arrastrar a todo el PSOE a su paranoia narcisista, es decir, que justifiquen todo lo que ÉL haya hecho, haga o quiera hacer; igual una lista alternativa para elegir el tercio del Comité Federal.
Felipe González tuvo su 28º Congreso, Sánchez podría tener su 41º. Para meterle el miedo en el cuerpo a su sanchidad, porque en el fondo es un cobarde, no hay más que no tener prejuicios partidistas y lanzarse a la yugular programática e ideológica. Ahí el sanchismo no tiene «ni media hostia». La intención es purgar de la forma menos democrática posible, mediante la utilización de una sala de interrogatorios —un Congreso Federal lleno de seres irracionales puede serlo— para que admitan su culpa, otra cosa es que eso resulte bien. Cuando se abre la puerta puede entrar cualquiera.