Cuando se hacen leyes estúpidas. ¡Perdón! Cuando se hacen leyes orwellianas, leyes totalitarias, leyes sin pensar el la realidad —la importancia del contexto es algo que al buenista de carnet le encanta subvertir y aplastar—, pasa lo que pasa, por decir una verdad se puede acabar condenado penalmente y en prisión. Eso es lo que le ha pasado a Custodio Ballester, cura católico de la archidiócesis de Barcelona, quien se ha encontrado con una conexión entre buenistas e islamistas y ha resultado denunciado por un delito de odio.

¿Su delito? Decir que el islamismo radical y el yihadismo son peligrosos y que con ellos no se puede dialogar; que el Corán contiene numerosos aspectos violentos contra el hereje a diferencia de otras religiones y que lo que se viene produciendo es un peligro por la concepción no laica de la política que tiene el Islam. Nada de diálogo interreligioso en su artículo El imposible diálogo con el islam. Esto lo hacía en contestación a un artículo del cardenal Omella que había escrito El necesario diálogo con el Islam. ¿Y por eso le quieren meter en la cárcel? Pues sí. Y si usted se hace esa pregunta, pudiendo desconocer la particularidad del islam, será porque ha escuchado, leído y visto a otras personas con capacidades intelectuales altas decir lo mismo.

Da igual que sea un podemita, sumarista o tonto a la tres el que le ha denunciado, eso carece de importancia real. Aquí lo importante es que una serie de leyes buenistas, wokistas, totalitarias —en otros países las han sacado adelante los liberales, lo digo para que no se lancen algunos a decir lo que no deben— permiten que cualquiera que se sienta «ofendidito» —y cualquiera es cualquiera, incluyendo a los Abogados Cristianos o Acom— pueda interponer una querella contra alguien que está expresándose libremente y que defiende unas ideas relacionadas completamente con la dignidad de las personas. Lo que se persigue no es el odio, que no deja de ser un sentimiento plenamente humano, sino las ideas molestas… y lo grupos molestos.

¿Se hubiese interpuesto una querella contra alguien que no hubiese sido un presbítero católico? Si así fuese numerosos columnistas de reconocido prestigio en España deberían haber pasado por el banquillo por lo expresado en columnas y conferencias. Serían numerosos los libros que deberían ser censurados y numerosas las editoriales a cerrar. Por no hablar de la persecución a cualquier tuitero, o intento de influencer, que pulula por ahí. Veinte, o más, millones de españoles en los juzgados por odiar. Y mujeres ni se sabe porque huyen del islam como la peste y encima tienen que aguantar a los de los penes lesbianos. España convertida en gulag o «campo de trabajo».

Lo que se juega en el juicio del padre Ballester no es una estupidez sobre algo que dijo o dejó de decir, no. En primer lugar, se juega la libertad de pensamiento, ergo de expresión. En segundo lugar, se juega la libertad de cátedra porque ningún profesor podrá enseñar que en ciertos países musulmanes se somete indignamente a las mujeres, se persigue a los homosexuales, se aniquila a los cristianos. Son hechos que se quieren hacer desaparecer en favor de no se sabe bien qué porque como dijese Martin Niemöller hoy van a por unos pero al final cuando vayan a por esas élites, o pseudoélites políticas, ya no habrá nadie para defenderlos.

En tercer lugar, se va contra la Iglesia católica con un anticlericalismo rancio, lo que hace que el silencio de los obispos sea preocupante, porque con otros no se atreven. Si un imán dijese algo contra los católicos, como ha sucedido, todos esos buenistas se bajarían calzoncillos y bragas ante una forma de «libertad de expresión». En cuarto lugar, se va contra la cultura propia de los españoles —en este caso concreto—, la Cultura occidental. Porque, como dice Ballester o han dicho Marcello Pera, el papa Benedicto XVI y tantos otros, no puede existir jamás un diálogo interreligioso, con suerte sería intercultural para ver si se hace entrar en razón, sí de forma colonialista si quieren, a aquellos que quieren someternos. ¿Por qué se ha de ser tolerante con quien en su país y aquí es intolerante con los cristianos, con las mujeres occidentales, etc.? La paradoja de Popper es obvia. Y cabe recordar que a los musulmanes se les permite mentir al hereje, es más, es obligado mentir. ¿Qué clase de diálogo cabe llevar a cabo bajo esos principios?

Algunos dirán, pero es que Ballester es un facha. Vale, pero es nuestro facha.

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