El principio de la Navaja de Hanlon establece que no se puede achacar a la maldad una acción si puede ser referida a la estupidez. En concreto dice lo siguiente: “Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez”. Eso mismo podría aplicarse a unos cuantos compatriotas y a buena parte de la dirigencia política del país. En los tiempos del coronavirus ha asomado más el egoísmo estúpido que la conciencia del tiempo que está tocando vivir. Porque no es maldad en sí lo que muestran esas personas egoístas sino simple necedad, simple estulticia, simple estupidez, simple imbecilidad, simple alelamiento y así hasta acabar con todos los sinónimos de la rica lengua española. Egoísmo que no maldad. Mirar por lo de uno, en vez de por lo de todos.
En el caso de lo social, bien es cierto que tantos años de ideología dominante insertando en la cabeza de todos, desde los distintos aparatos ideológicos en el Estado y en el mundo globalizado, que primero es lo de uno; que hay que competir para acabar con los demás; que sólo siendo el primero se es una persona realizada; que lo común (también lo público) es una carga y que cada cual debería obtener lo que aportase; que compartir es perder; que vale todo con tal de salvarse personalmente sin importar que los demás queden pisoteados; han producido seres individualistas y, por tanto, egoístas. Una anomia social donde lo comunitario se ha estado vilipendiando y destrozando en favor de los intereses particulares. El neoliberalismo, como ideología dominante, ha colado demandas individuales disfrazándolas de comunes. Demandas justas en muchas ocasiones pero que, más allá de crear comunidad de sentido, han provocado individualismo y, especialmente, consumismo. Es lo que se ha dado en llamar la trampa de la diversidad, algo que ya estaba en el mismo corazón del liberalismo primigenio. Ese según el cual el panadero no hace el pan por una cuestión de solidaridad sino para obtener cuanto más beneficio mejor, sin pensar que si el panadero hace pan es porque hay toda una sociedad que lo consume como patrón alimenticio. Un panadero pasaría hambre en muchos países del mundo porque allí no se consume de igual forma que en Europa, por ejemplo.
Normal que con esa ideología dominante incrustada en las cabezas de las personas, sin nada que les confronte realmente (salvo algunos aportes desde la izquierda o desde el tradicionalismo), hayan salido personas de las zonas de mayor infección del coronavirus. Primero la progenie de posmopijos que estudian en Madrid y rápidamente se llevaron el virus a sus provincias de origen. Luego los estúpidos de distintas zonas urbanitas que se han pensado que era mejor huir de la zona arrastrando consigo la pandemia. Por último, todas aquellas personas que en vez de estar en sus casas preferían estar tomando copas, llenando bares y terrazas. Y cómo no, aquellas personas que vienen acudiendo a los supermercados para arrasar con todo lo que pueden sabiendo que habrá abastecimiento más que suficiente. Llenar un carro, como se ha visto, con más de sesenta flanes, yogures y gelatinas sólo puede tener el destino del estraperlo, de ser un egoísta o un estúpido, o ambas a la vez. Si alguien se lleva, no sólo los rollos de papel higiénico, sino toda el agua (carros con más veinte garrafas en lugares donde hay agua del grifo en condiciones), toda la leche, está impidiendo que los demás puedan adquirir lo necesario para los primeros días. Esto es, acaparar como para estar encerrado un mes impide una compra normal para que coma otra persona que, por estar trabajando, por ejemplo, no puede madrugar para hacer fila en los supermercados. Como les puede suceder a todas esas personas del ámbito sanitario que están hasta arriba de trabajo en favor de la comunidad.
A esto súmenles a los dirigentes del país. Desde el primero al último vienen pensando en términos de egoísmo partidista; de lo que dicen las encuestas para actuar antes o después; o simplemente de participar de la política espectáculo donde hay que estar siempre en la pomada, en las redes sociales y todo para figurar. Cuentan que ayer se alargó demasiado el Consejo de Ministros por peleas sobre estar o no estar en el grupo central que tomará las decisiones bajo el estado de alarma. También dicen que no, que fue por pelear condiciones en favor de la clase trabajadora. La realidad es que Enrique Santiago o Eduardo Garzón, el hermanísimo, han estado todo el día lanzando mensajes (más bien haciendo peticiones inexcusables) en redes sociales sin una referencia a lo sanitario. Cada cual que analice como quiera esas peleas de niños chichos. Lo que es cierto es que pareciera que se quería sacar algún tipo de ventaja simbólica (no ha habido ninguna decisión económica en el decreto del estado de alarma) más propia de la política espectáculo. Cuando toda España estaba pendiente de la decisión del Gobierno para saber qué hacer con su vida en el día a día, la espectacularidad rebosaba el Consejo de Ministros.
Esto, al menos, ha sido solamente ganar dos puntos simbólicos y parecer en redes como los más firmes defensores de la clase trabajadora (aunque estén tragando sapos todos los días), pero es que lo que viene sucediendo en la derecha que está en oposición. Ya dijimos en estas mismas páginas que desde el PP se había mentido respecto a la toma de decisiones y los datos aportados. El problema es que ante una situación crítica Pablo Casado sigue intentando aparentar lo que no es: un dirigente político del que fiarse. No sólo es un egoísta en relación a su partido, sino que vuelve a mostrar que es un mentiroso compulsivo (mitomaníaco) que hace cuatro días decía que apoyaba al Gobierno, luego que no, luego que a veces y ahora que se entrega a Pedro Sánchez para liberarle de los comunistas y los nacionalistas. ¿Alguna medida fitosanitaria? Ni una. Juan Carlos Girauta diciendo que Isabel Díaz Ayuso era la única líder en España debe ser porque ha cerrado los bares, pero no porque ha permitido la desbandada de gente para contaminar en otros lugares. Fuesen madrileños de origen o personas de fuera que volvían a casa. Aún peor, en la Comunidad de Madrid ni saben en realidad los casos que existen de coronavirus porque ya ni hacen pruebas sino que lo dan como posible infectado… Realmente las cifras oficiales de la Comunidad difieren realmente de las reales. Como se observa la derecha siempre intentando sacar rédito sin importarles realmente el bien común, que en este caso es además sanitario y por ende vital. Luego se manifestarán contra el aborto, pero para seguir recetas maltusianas de reducción de la población que ya existe son únicos.
Y ¿qué decir del egoísmo de los nacionalistas no españoles? (Porque nacionalistas españoles también existen) Primero su terruño y sus competencias, luego si eso la salud. Quim Torra no es que sea un xenófobo, que lo es, sino que demuestra su grado de imbecilidad cada vez que surge algún problema. Se enfada porque el mando único lo tendrá el Gobierno de todos los españoles, los que se sienten como tales y los que no se sienten pero lo son por mucho que lo nieguen (al menos jurídicamente). Dice que es un 155 camuflado. Y esto lo dice el que ha gastado el dinero de la sanidad en fomentar toda la paranoia independentista; el que dejó a las farmacias sin medicamentos porque no les pagaba mientras sí se gastaba el dinero en subvencionar a asociaciones que juraban que Shakespeare era catalán. ¿El tipo más egoísta, reaccionario, neoliberal y del 3% se queja de que alguien tome las riendas en una crisis que está matando sin distinción de nacionalidad? Los carlistas de medio pelo son los más egoístas, no con el resto de españoles, sino con su propia población a la que han esquilmado y puesto al borde del precipicio. Primero el terruño antes que mirar por el bien común del que se pide solidaridad cuando vienen mal dadas en particular.
Tiempos oscuros, pero tiempos para abrir los ojos y ver lo que la ideología dominante viene haciendo con los cerebros de las personas y los políticos (que a veces se duda que sean personas en sí). Tiempos de esperanza porque aún hay personas que se entregan a la comunidad, como los sanitarios, la clase trabajadora en los supermercados y distribuciones, las que se quedan en casa sin salir sufriendo a dos o tres niños asalvajados por pisar calle. Esperanza de que podrían cambiar las cosas si se prestase atención y se reflexionase sobre lo que el neoliberalismo está haciendo con las sociedades occidentales. Si se viese que el capitalismo, tal y como nos lo venden, es el camino hacia la servidumbre y/o la muerte. El día después de superar la crisis del coronavirus se verá si este tiempo de encierro ha servido para reflexionar o para, simplemente, volver a las andadas del individualismo, el egoísmo, la sociedad del espectáculo y la anomia social. Se pierde un posible acontecimiento que impulsase una transformación social con casi total seguridad porque al volante de todo están personas que se auparon al poder pisando, dando codazos, malmetiendo y haciendo mucho la pelota. Antes que la revolución sin duda la salvación de la población, luego ya si eso…