Medio ha comenzado el pueblo español a trabajar tras las vacaciones y se nota un amplio espectro de embrutecimiento entre el mismo. Esos momentos de descanso, para quienes los hayan disfrutado, que deberían haber servido para desconectar de la alta proporción de mierda que nos rodea, parecen haber sido utilizados para embrutecerse un poco más. Ser un poco menos críticos. Estar un poco menos en la realidad de las cosas. Dejarse arrastrar por ese río de herrumbre que desde las élites alimentan en su mismo manantial. Más embrutecidos.

Si usted sólo se informa por TikTok, Instagram, X o redes similares, sin siquiera pinchar en los enlaces —lo que se dice quedarse en el mero titular—, usted no se está informando, se está dejando llevar por la propaganda de hunos y hotros. Usted no busca la noticia real de eso que cuenta el comisario político de turno, no intenta verificar si es cierto, se deja arrastrar porque, en la mayoría de las ocasiones, coincide con sus prejuicios, los cuales se han alimentado de basura distribuida anteriormente. Bien es cierto que puede argumentar que los medios de comunicación tampoco es que estén libres de ser órganos de propaganda. Cierto, lo han sido antes y lo siguen siendo, aparatos ideológicos en el Estado al servicio del sistema o de una parte de él. Pero de todos ellos se puede sacar algún tipo de resumen que se aproxime a lo verdadero. Salvo que estén a las panfiladas.

Arturo Pérez-Reverte aparece en televisión para decir que José Luis Rodríguez Zapatero es tonto y se ha hecho malo y que Pedro Sánchez siempre ha sido malo. Todos los medios reproducen la memez, algunos pueden decir que por obvia, y eso supone que un día o dos se preste atención a a majadería sin poso analítico. Porque lo paradójico es que no explica el porqué de su pensamiento. Lo suelta y a correr. El facherío aplaudiendo a «don Arturo» y el rojerío diciendo que es un rancio y no sabe escribir. Si a eso le suman que quienes disputan sobre ello en los medios son gentes como Gonzalo Miró o Santaolalla, los tres acemilados que tiene Vox en los medios y esa banda de sobornados del PP —los neointelectuales que suelen aparecer en The objective ganan el premio—, pues sentido crítico no existe. Es un debate sobre la nada más insignificante. Y da igual que se lo que ha dicho el emulador de Alejandro Dumas, que cualquier estupidez como lo de María Pombo o lo de Miguel Tellado.

Toda la semana que si los libros son buenos o son malos, que si esto, que si lo otro, incluyendo a supuestos intelectuales que se lanzan a responder para dar la razón o quitársela. Todo un escándalo en redes, con algún invitado como el profe de literatura ese que se las da de sabio, con debates de chichinabo y cada uno defendiendo una estupidez mayor. Eso sí, hay que posicionarse. Como las estupideces de Tellado. Bastante tiene el hombre, más sinsorgo y nesciente que Pablo Casado, que ya es decir, con subirse la bragueta al vestirse o después de ir al baño como para pedirle que sepa expresar una idea. Vuelta al guerracivilismo, a no pensar y a hacer bandos. Y todo porque, en realidad, están la élites tomándonos el pelo, los primeros sus esbirros de la clase política.

¿Pregúntese si ha podido irse de vacaciones todo el tiempo que hubiese querido? ¿Pregúntese por qué no ha podido irse de vacaciones? ¿Pregúntese por qué los pueblos este año han estado más llenos que otros años? ¿Pregúntese por qué cada semana echa menos cosas fundamentales al carro de la compra? ¿Pregúntese por qué tantas cosas que son importantes, fundamentales y del día a día no tienen respuesta?

En vez de estar poniéndose al lado o en contra de Pérez-Reverte ¿por qué no señala a ese tipo del pelo naranja que está subiendo los aranceles —y no es culpa de Sánchez, ni de nadie en sí— fastidiando el «libre comercio» de los productos españoles causando perjuicios? ¿Por qué no señala a la burocracia de Bruselas y todos los gobiernos que están obligándonos a estar enganchados a ese arma de destrucción que es el móvil? ¿Por qué no señala a todos esos políticos que no hacen nada por mejorar las condiciones de vida de los españoles, da igual el partido? ¿Por qué no señala a todos esos empresarios que se quejan y quejan pero tienen en semiesclavitud a sus trabajadores? ¿Por qué no se queja de esas políticas extractivas que están masacrando a la clase trabajadora y a los pequeños autónomos? ¿Por qué no se queja de tantas cosas que sí tienen relación con su situación personal y familiar y sigue el juego de la división, el embrutecimiento, el miedo y la incompetencia de las élites?

Lo siento pero han vuelto de vacaciones más embrutecidos y deberían despertar ya. Nos estamos jugando la vida en ello.

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