Siembre es buena noticia que baje el desempleo. Sin embargo, no todo vale para tener unas cifras adecuadas, sobre todo si la estrategia pasa por un descenso sin escrúpulos, sin tener en cuenta que la calidad del empleo que se crea cada vez es peor. Este es el escenario en el que vive Pedro Sánchez. Necesita gasolina para su aparato de propaganda y los datos del SEPE parecen ser los que, mes a mes, llenan el depósito.
Los datos en bruto parecen positivos y de eso se alimentan los sanchistas. Según las cifras del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) hechas públicas ayer, el paro ha descendido en el mes de febrero en 5.994 personas respecto a enero (-0,23%) y en 166.959 personas en términos interanuales (-6,05%).
No obstante, a pesar de estos descensos, las mujeres representan el 60,27% del total de personas desempleadas (1.562.954), lo que demuestra el fracaso de este gobierno a la hora de acabar con una brecha de género sistémica. También, entre los menores de 25 años, el paro aumentó en 6.522 personas (3,46%), con un mayor impacto en las mujeres (3,82%). Más que buscar explicaciones ideológicas para entender el crecimiento del apoyo de la juventud a la extrema derecha, la respuesta se encuentra en factores sociales y económicos que demuestran la precarización del bienestar.
Rápidamente, los órganos de propaganda sanchista y monclovita se lanzaron a afirmar que la cifra de desempleo es la más baja en un mes de febrero desde hace 17 años. Sin embargo, el análisis riguroso y sin sectarismo de los datos oficiales demuestra que es muy preocupante el retroceso en la estabilidad laboral.
Existen gravísimas debilidades estructurales del mercado laboral español que los aparatos de propaganda sanchistas obvian. La contratación indefinida ha retrocedido un 7,98% y los sectores donde la presencia de la mujer es mayoritaria siguen concentrando el empleo más precario. Esto, para cualquier gobierno decente debería ser inaceptable. En cambio, el sanchismo prefiere tirar cohetes con la presentación única de los datos en bruto, sin ningún tipo de análisis. De ahí que no se pueda esperar ninguna solución, porque si no se reconoce el diagnóstico negativo, no se puede hallar la cura.
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