Con lo listo y leído que se dice Iván Redondo y los errores de primero de gobierno que comete cada día. El jefe de gabinete de Pedro Sánchez suele jactarse de haber leído a los máximos representantes de la comunicación política estadounidense, pero ha olvidado leer y escuchar a los que han hecho campañas electorales en España y para los españoles. Ese del contexto es un aspecto a tener en cuenta –de ahí las risas que provocaron las fotos a lo Kennedy de su asesorado nada más llegar al gobierno- y más tratándose de españoles que otra cosa no, pero memoria tienen para dar, tomar y señalar. Axelrod puede decir misa en griego clásico, Redondo puede estar entusiasmado con las emociones, pero en política no se ofrecen promesas con datos jamás. Por algo tan sencillo como que los datos son tangibles y te pueden dar con ellos en los morros a la vuelta de la esquina.
Hace unos años, antes de la existencia de los Millenials, Josep Borrell acudió a un debate sobre el estado de la nación sobrado prepotente porque él se veía como más listo que José María Aznar en temas económicos. Buscó debatir sobre datos y no sobre acciones o sensaciones y el hombre del bigotillo le barrió de la tribuna. No porque fuese mejor orador, no porque supiese más economía, sino porque tenía más datos y más oficiales que Borrell. El Gobierno siempre tiene más datos a su alcance que la oposición, de ahí que sea un error debatir sobre datos con un gobierno, el que sea. Y como Gobierno o en campaña electoral tampoco se pueden ofrecer cifras a futuro porque no se sabe qué puede ocurrir, lo que te vas a encontrar, mientras que generas unas expectativas que, en realidad, no vas a controlar.
Ayer cuando Sánchez desde la tribuna explicó que el gobierno va a crear 850.000 empleos para superar la crisis Pablo Casado debió sentir un placer similar al orgasmo. Esa cifra la va a tener presente cada día de aquí hasta dentro de muchos años. Cada equis tiempo saldrá Casado, o cualquiera de otro partido o asociación profesional, a recordarle que no ha creado esos 850.000 empleos nuevos. Y todo porque sus asesores, esos que son tan inteligentes, no han leído a Felipe González contar lo que le pasó a él mismo con los 800.000 trabajos que propuso en el programa electoral de 1982. En una entrevista tras salir del Gobierno el ex mandatario socialista se lamentaba de haber ofrecido una cifra tan contundente. Afirmó el ex-presidente que, a instancias de Alfonso Guerra –en su particular pelea personal seguramente-, incluyeron la cifra en el programa y en los argumentarios de campaña y que cuando llegaron al gobierno se dieron cuenta de que era imposible crearlos. En todas las legislaturas que estuvo él en el gobierno sí creó esos puestos de trabajo pero, producto de la desindustrialización y la incorporación de las generaciones más populosas, no había forma de ofrecer un extra por esa cantidad.
Ahora Sánchez ofrece crear 850.000 nuevos empleos en los tres próximos años. Si ya es complicado en condiciones normales, bajo la cola de una crisis financiera y en la vorágine de una pandémica es complicado, por no decir imposible, que se logre llegar a esa cifra. Eso sin contar las bajas por otro lado y en otros sectores. Los economistas son esas personas que hacen proyecciones, incluso con modelos multivariables, y les cuadra todo. Seguramente Redondo haya pedido una proyección de empleos que se pueden crear bajo una serie de condicionantes, o directamente en el aire, y los economistas monclovitas se la han ofrecido. Lo hace hasta un mono con un Bic en la mano, pero ese tipo de juegos acaban siendo un tormento cuando les das publicidad. Por mucho dinero que inviertan en ladrillo infraestructural, en paneles solares, en molinos de viento y en recuperar algo el turismo, no los crearán antes de terminar la legislatura sin que se destruyan otros cuantos. Y al final del camino las personas comparan los parados de uno y otro año, restan y si no cuadran los números te señalan. Esto lo debería saber el muy inteligente Redondo… o no tan inteligente.