Mientras que en la derecha están poniendo el grito en el cielo por la eliminación del español como lengua vehicular, en la izquierda es asombrosa la ausencia de un análisis racional, que no emocional, –pese a que esto no le guste al camarlengo Iván Redondo-, sobre las consecuencias para la clase trabajadora. Que un acuerdo para aprobar los presupuestos generales del Estado afecte de forma profunda a la posibilidad de libre movimiento de cualquier trabajador o trabajadora en España no parece, a priori, algo por lo que la izquierda deba felicitarse, salvo que se sea nacionalista y ponga por delante de lo material lo ideal y esencialista. Con esta medida, ya que la izquierda gusta tanto de la igualdad, la libertad de movimientos y la igualdad de la clase trabajadora se ven perjudicadas en todo el Estado español –al menos mientras siga siendo Estado y español-. Olviden cualquier nacionalismo, cualquier esencialismo y piensen con la cabeza el ejemplo que a continuación se muestra.
Supóngase un trabajador (o trabajadora) de una factoría que ha nacido en Ciudad Real y tras estudiar comenzó a trabajar en la factoría de Puertollano. Allí comenzó a desempeñarse con maestría, se casó y tuvo dos retoños (hija e hijo). Su empresa, al ver sus capacidades y cualidades, le premió con un ascenso a oficial pero debía especializarse en puestas en marcha e inspección de construcción en otras factorías que tiene la empresa distribuidas por todo el Estado. Así le destinaron dos años para revisar la nueva planta de polímeros de Tarragona por lo que debía trasladarse a esa ciudad catalana con su familia (su pareja hace teletrabajo y no necesita acudir diariamente a un centro laboral, por no complicar más la situación ya que podría ser personal administrativo de ayuntamiento y pedir una comisión de servicios, lo que elevaría la irracionalidad). Allí que acuden con la hija de cinco años y el chaval de cuatro. Al haber establecido quitado el español como lengua vehicular tan sólo existen colegios donde la educación se realiza en catalán. Los vástagos no se enteran de casi nada el primer año, salvo las clases que se imparten en inglés (ya saben que el bilingüismo es la nueva moda).
Al segundo cuando comienzan a enterarse de las palabras catalanas, idioma que en casa no practican como es obvio. La empresa, una vez que la planta está en funcionamiento, decide que debe trasladarse al País Vasco a poner en marcha una planta de BPA. Nuevo traslado, con un pequeño aumento de salario y prima para alquilar una casa. Los críos que ya tienen siete y seis años entran a estudiar en un colegio que, en virtud de la no preponderancia de la lengua española, enseñan en euskera. Vuelta comenzar, malos resultados académicos porque no se enteran de la nueva lengua y gasto extra de dinero contratando un profesor particular. El beneficio por ir ascendiendo se va gastando en profesores de lengua vernácula para que sus hijos no sufran las consecuencias. Se van enterando de Natural Sciences porque es en inglés pero no se han enterado nada de los astros y la geografía porque comenzaron en catalán y ahora se lo cuentan en euskera. Agobiado el trabajador o trabajadora solicita que le destinen a Huelva a la nueva construcción de una planta de gas líquido.
Dos años en los que los hijos recuperan lo que habían perdido por el camino ya que ni aprendieron catalán, ni euskera y el inglés así, así porque se lo explicaban en las lenguas propias. Tras estos dos años le llega la oportunidad de ascender a jefe operativo de construcción a la trabajadora/trabajador y es destinado en Galicia. Con el gallego más o menos se enteran de lo que les explican pero al no saber escribirlo y hablarlo correctamente comienzan las burlas de los compañeros más estúpidos. Ahora no sólo gastan dinero en un profesor particular de gallego sino que le suman los gastos de psicólogos y las peleas con el director del centro educativo, un nacionalista que se encara a la madre y el padre. Tras esto le trasladan a una factoría de la Comunidad Valenciana donde los críos recuerdan algo del catalán pero al estar ya en los últimos cursos de la ESO tienen problemas con los conceptos matemáticos (los aprendieron en gallego) y para expresarse por escrito. Al final, tras tantos sufrimientos el trabajador/trabajadora pide volver a Puertollano para que sus hijos puedan estudiar el bachillerato renunciando a un buen sueldo pero con la salud mental de sus vástagos garantizada.
Pueden ver en ello una exageración pero racionalmente es más que factible si se piensa que los distintos gobiernos aprovechando esa disposición en la ley educativa aprovecharán para dar más preponderancia a sus lenguas propias. Es cierto que por ley está garantizada la educación en español… si es que existe el número suficiente de alumnos. Ningún instituto y consejería/dirección provincial aceptará una clase tan sólo para una o dos personas. De hecho sucede así en numerosas ocasiones. A ello súmenle el criterio de exclusión que se provoca entre los hijos y las demás niñas y niños. También podría esa trabajadora/trabajador llevar a sus hijos a los colegios de élite a los que la burguesía lleva a sus hijos para estudiar en español, inglés y francés/alemán con la lengua vernácula como optativa. Pero eso supondría llevar una vida privada de muchas cosas por lo que haber aceptado el ascenso no habría servido de nada.
Exageración o factibilidad, lo cierto es que en virtud de no se sabe bien qué amor a lo nacionalista (del tipo que sea) la izquierda no ha hecho un análisis racional de las consecuencias que puede tener, conociendo a los dirigentes nacionalistas y regionalistas (muchos de los cuales están en sus propios partidos) más, para la movilidad laboral de la clase trabajadora. Para el respeto a los derechos de la clase trabajadora. Para la libertad de la clase trabajadora. No parece que se haga mucha justicia social de esta forma. Eso no implica que las lenguas regionales deban desparecer –la izquierda jacobina y nacionalista no lo vería mal- sino que la convivencia de todas las lenguas es lo que debe procurarse. Una cosa es impedir la desaparición de una lengua histórica y otra acabar con la lengua del Estado, que guste o no es el español, en el medio educativo. Por cierto, un medio educativo que no deja de ser un aparato ideológico, que es algo que se olvida con demasiada frecuencia. Si algo ha destacado en la izquierda, especialmente la socialdemócrata, era anteponer lo material, lo racional, lo general, lo colectivo en el centro de su pensamiento y práctica política. No habiendo pensamiento, al menos debía seguir presente en lo práctico pensando todas las consecuencias que pueden tener las acciones que se implementan. Guste o no, la narración anterior es muy factible y en términos políticos potenciarla es completamente irracional –al menos si se defiende a todas y todos los españoles-.
Artículo 3
El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.
Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.
La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.