Tras meses, sino años, de una batalla cruenta en el seno de la izquierda entre los fieles del PSOE y Podemos, con las intermitencias de gentes de IU (poniendo paz o atacando según el día), el establishment español ha conseguido lo que parecía increíble e imposible, unirlos a todos y todas en una causa común. Dejando atrás, no sin dificultad, peleas y encontronazos pasados, los fieles de ambos sectores han comenzado a sentir como propio el preacuerdo al que llegaron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Algo que no era sencillo pues se han calumniado cada vez que han podido desde ambos bandos y, pese al recelo que puede quedar, han entendido que esta batalla va más allá de los dirigentes políticos; más allá de si unos u otros son más de izquierdas; más allá de una u otra política concreta; han entendido que lo que hay en juego es la propia vida como ser humano.
No ha sido una gran idea de la carcunda utilizar a las momias del pasado socialdemócrata. Eso de pasear a Juan Carlos Rodríguez Ibarra, a José Luis Corcuera (más conocido como “el puertas”) o a Joaquín “darme argo” Leguina no era buena idea desde el principio. No es que tengan ya algún tipo de predicamento entre las bases del PSOE; no es que representen a una parte de la “comunidad” del PSOE; es que cada vez que aparecen y se relaciona su nombre al partido más antiguo de España, las ganas de vomitar suelen aparecer en quien escucha sus palabras. Si alguien gusta más a los contrarios que a los propios igual no es buena idea sacarle a la palestra para encizañar; igual se consigue el efecto contrario. Si nadie del PSOE actual quiere hablar contra el acuerdo, ni a las posibilidades de diálogo en Cataluña, o bien es porque la inmensa mayoría están de acuerdo, o bien es porque es un barón nacionalista (nacionalistas hay en los dos bandos no lo olviden) que surge entre el olor a incienso.
Se advirtió desde estas páginas que la batalla iba a ser dura, que el establishment iba a atizar fuerte, pero no se podía pensar que llegasen a ser tan estúpidos de lograr lo contrario a lo que se pretende. Pasear a todos los traidores de clase del pasado del PSOE ha generado que la militancia socialista, en su gran mayoría, y la militancia morada hayan comprendido que no es sólo un preacuerdo lo que hay en juego, sino que el “hijoputismo” de esa clase dominante se quiere elevar a la enésima potencia. Cuando Felipe González hablaba de sus cosas, sin salirse un milímetro de la ideología dominante, los socialistas entendían que los poderosos los quieren seguir teniendo explotados y hambrientos. Cuando han salido todos los medios de derechas a avisar del peligro bolchevique (como ha afirmado José Manuel García Margallo al pedir un gobierno de Salvación Nacional en una Tercer de ABC), las gentes de Podemos e Izquierda Unida se han dado cuenta que el sistema liberal representativo, sí que les pone vetos. Esto es, que no es una verdadera democracia (como la Italia del siglo pasado). Todo esto genera, aunque sólo sea por solidaridad de parte, una unión entre quienes hasta hace escasos días se estaban machando unos a otras.
📰 Este artículo que publica @abc_es lo dedico a analizar el #gobierno que #España necesita. https://t.co/VkcGMcWiDF
— JM García-Margallo (@MargalloJm) November 15, 2019
Llevan demasiado contándonos mentiras pero al final se verifica que no es lo identitario lo que está detrás de diversas peleas sino la condición de clase. Que la burguesía catalana no quiera que Esquerra Republicana se junte con PSOE y Podemos, no es por perder catalanidad u oportunidad de vaya-usted-a-saber-qué, sino porque no quieren dejar de ser la clase dominante (incluso contra la pequeña burguesía nacionalista que representa ERC). Cuando los intereses de PP, Ciudadanos, Vox, Junts y la CUP son los mismos (que no haya gobierno de izquierdas) no es por una cuestión de identidades enfrentadas sino porque quieren expoliar a la clase asalariada más. Lo de la identidad es un recurso movilizador sin duda, pero realmente les importa su nación bastante menos que su bolsillo. Miren cómo los fascistas no renuncian a subvenciones ni mamandurrias colocando a los hijos y cuñados. No es la patria sino el capital lo que protegen todos. Y como la clase dominante ha lanzado la guerra contra el gobierno de coalición, los partidos burgueses salen desde diversos puntos cardinales al ataque (el PNV no porque hay cierta idiosincrasia vasca y, además, les robaron de mala manera el BBV-A en una lucha dentro de la fracción dominante).
Las bases amplias de PSOE y Podemos han entendido esto perfectamente y por eso ahora caminan unidas. Saben que el gobierno saliente, porque saldrá con el apoyo de ERC (olvídense de conspiranoias que ya se leen por ahí), no podrá hacer mucho de lo que querrían por todas esas presiones constantes que van a sufrir (lo ha reconocido Iglesias). Pero saben que dando un solo paso hacia delante habrán vencido y habrán ganado terreno a los poderosos. En Portugal pasó lo mismo y hoy es envidia mundial. Lo mismo podría pasar en España donde se han estado forrando los grandes empresarios (a los pequeños los han machacado desde la derecha y con el favor de los grandes fondos de inversión) a costa de alienar al máximo a las personas. De tal forma que sintiesen que no eran válidas por su propia culpa, no por culpa del sistema. Al no quedar mucho más que expoliar, la clase dominante no quiere gobiernos de izquierdas que les impidan quedarse con lo público mediante privatizaciones. Vean lo que están haciendo en Andalucía o en Madrid, se quitan los fondos a lo público para dárselos (con más coste) a las empresas privadas. Sean del consejero de Educación, sean del Opus Dei, sean de Florentino Pérez. Pero como la clase dominante española no es capaz de entender el momento de la lucha de clases han abierto la puerta a la unión de las bases de la izquierda. Algo que se verá reflejado en las consultas internas.