Por el titular igual ustedes se piensa que el PSOE ha decidido montar una fiestecilla o un congreso en Sofía —los de Bilbao deben tener cuidado para no acabar en Bucarest o Berna—, capital de Bulgaria para quien no lo sepa, con alguna mordida de Víctor de Aldama. No. El cuadragésimo primer congreso federal del PSOE se celebrará durante el fin de semana en Sevilla, Andalucía, España. Lo de fin de semana búlgaro tiene que ver con la carencia total de democracia, debate y crítica que va a haber en el sínodo de la sanchicidad que han montado los liberales de izquierdas españoles.

Cuando concurren las mismas circunstancias que las previstas por el sanchismo para su tercer congreso del Sanchismo y 41º del PSOE, se califica de «Congreso a la búlgara» por aquellos congresos que se celebraban en el país europeo durante la dictadura comunista. Con sorna se decía que estaban de acuerdo el 101% de los asistentes. Por cierto, en el PP y en Vox sucede lo mismo pero ni a la prensa molesta, ni se dice «Congreso a la Pinochet», ni nada cuando el dedazo es la fórmula usual de la renovación de las élites partidistas. La hipocresía de la intelectualidad y la clase política de derechas es máxima y demuestran que son de los de «haz lo que yo te diga pero no lo que yo haga». En la izquierda, hace tiempo no ahora, se espera siempre que exista un algo de debate o de crítica. Máxime cuando están las cosas como están.

Pedro Sánchez llegará a Sevilla para ser aclamado, para que aprueben todo lo que se le ponga en los dídimos y no habría que descartar que parezca junto a su esposa y todos los allí reunidos griten enfervorecidos «¡Begoña, Begoña, Begoña!». Total el sanchismo hace tiempo que perdió el sentido del ridículo y podrían doblar la apuesta y sumar al hermanísimo músico. Ya han procurado desde el aparato que acudan tantos observadores —a los que se permite la asistencia al Pleno y Comisiones sin voto— como delegados. Observadores elegidos entre los más granado de la intelectualidad sanchista, que es casi como decir el analfabetismo funcional existente en el seno del partido. Lo que el aparato, dirigido por Santos Cerdán y la inspiración de Félix “Beria” Bolaños, ha hecho es colar en todas las comisiones a la Darzhavna búlgara y todos los delatores del sanchismo. Dicho de otra forma, han metido a gente que no va a permitir el mínimo atisbo de discrepancia o crítica al amado jefe.

Como mecanismo teatral y supuesta apariencia de debate, dejarán que algunos salgan con una banderita republicana y pidan la tercera república —no duden que de eso se pueda encargar la Izquierda Socialista sanchista (otra parte más del partido que se han fundido)—, tendrán su minuto de gloria con los periodistas subvencionados y algunos que hacen periodismo de móvil, y así parezca que allí se hacen cosas y se deciden cosas. Nada de nada. No habrá críticas, no habrá debate y no habrá nada que el narcisista de Tetuán no quiera. Si decidiese que aquel que le critique debe ser quemado en plaza pública se aprobaría por unanimidad y con todos aplaudiendo como focas en busca de un pez. Se pegarán cuatro golpes en el pecho de izquierdismo barato y el resto será tragar con el programa ideado por la clase dominante globalista (sección progre). No hay más.

Sánchez, por su parte, aprovechará para victimizarse aún más, para advertir sobre los bulos —bastante bulo es él mismo— y volver a la cantinela de «¡Qué viene la extrema derecha!». Lo suyo sería responderle «¡Extrema derecha eres tú! —mientras se clavan sus pupilas en las del interpelador—». Esa acción de acercamiento debe estar como vulneración de muchos derechos humanos o algo parecido, así que mejor no fantasear con el mal ajeno. En resumen, va a volver a mentir y a ninguno de los presentes le va a importar porque lo que quieren es tener contento al bello narcisista monclovita, al salvador del socialismo, al padre del wokismo, al señor de las bestias pardas, al terror de las nenas de la Comisión Europea, al empotrador ##### (mejor autocensurarse no vaya a ser que haya visita de los servicios de hacer desaparecer gente).

Un Congreso que no pasará a la historia salvo por la carencia de vómitos ante una ejecutiva que tiene mierda hasta la cejas y bien repartida. Los que no acabarán imputados, carecen de dos dedos de frente o son unos bocabajos de cuidado que temen más trabajar que una visita al dentista. Aplausos, sonrisas, comilonas y quien y quien menos (ellos y ellas) alguna canita al aire. Sevilla tiene un color especial, dicen, aunque durante este fin de semana tendrá color búlgaro y rojo desteñido.

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