La última ciudadela donde no habían metido sus zarpas parece a punto de caer. Esa que se creía más resistente al relativismo postmoderno ha abierto las puertas de par en par al lobby gay. El verdadero ariete de la ideología de género (que nada tiene que ver con el feminismo) y virtuoso adalid del progresismo de las élites dominantes. Esto nada tiene que ver con gays y lesbianas sino con un lobby cuyo fundamento es ser brazo armado de la ideología dominante. Si el wokismo, del que comparte proyecto, es el ariete para acabar con la rebeldía de la izquierda (y en parte de la derecha), el lobby gay es la otra parte de lo moral-ideológico.
Ha sucedido que las presiones han dado su fruto abrazadas a melifluos burócratas de la fe que veían perder su chollo, prebendas y canonjías. Como siempre, lo gay acaba acompañado de otra cuestión que parece razonable para infiltrarse. En otras ocasiones ha sido el feminismo-ideología de género, ahora son las uniones civiles o los divorciados vueltos a casar. De las uniones civiles no cabe esperar que quieran bendiciones religiosas pues han tenido la oportunidad de hacerlo por el rito de su profesión de fe. Los divorciados sí pueden plantear dilemas ya que en las sociedades Occidentales no se tiene por qué estar de acuerdo para que se produzca el divorcio. Dicho de otra forma, pueden divorciar a una persona sin quererlo. ¿Qué hacer con este tipo de personas que tienen una profunda fe? En parte en Amoris Laetitia se daba salida a ello. ¿Por qué insistir en la bendición de las parejas por parte del clero católico?
El curioso cómo el papa Francisco siempre critica tanto el exceso de clericalismo como el exceso de mundanidad, pero acaba rebozándose gozoso en el barro de lo mundano. Y cuando son palabras ofrecidas en una charla, o en el avión ante los periodistas, o en su piso de Santa Marta no tienen peso eclesiástico o doctrinal. Como este papa habla mucho, le encanta hablar, parlotear, cuchichear (bien que se mete con las suegras) y mangonear todo lo que puede y más, acaba generando problemas donde no los hay. El problema viene cuando todas las perlas que suelta acaban apareciendo en un documento. Ahí se tensa la infalibilidad papal hasta el extremo de ver en el actual pontífice a un herético.
La Congregación para la Doctrina de la Fe (el antiguo santo Oficio), a través de su prefecto el cardenal “Tucho” Fernández, ha publicado la Declaración Fiducia supplicans respecto a las bendiciones de parejas irregulares y del mismo sexo. Todo ello firmado por el romano pontífice. En la misma se establece que cabe la «posibilidad de bendecir a las parejas en situaciones irregulares y a las parejas del mismo sexo, sin convalidar oficialmente su status ni alterar en modo alguno la enseñanza perenne de la Iglesia sobre el Matrimonio». Y ¿sobre la situación de pecado? Ahora se volverá sobre eso.
Tras dedicar unos cuantos párrafos a un recorrido por la historia de las bendiciones, especialmente en el Antiguo Testamento, y las diferencias entre bendiciones ascendentes o descendentes, llegan a la conclusión de que se podrían bendecir a todas las parejas que quieran si es que quieren acoger la gracia de Dios, si sirve para el kerigma y siempre y cuando no sea en/tras un rito civil o vestidos de fiesta. Vamos, que no parezca que se está “legalizando” lo que en realidad se está admitiendo. Como sucede con el papa Francisco en todo, que no parezca que es lo que realmente es. Un disfraz doctrinal. Una mentira.
Es curioso cómo todas las bendiciones que se ofrecen como muestra de la posibilidad de bendecir o son individuales (a nadie se le niega la bendición individual, salvo que sean patentes sus pecados) o son multitudinarias (cuando Jesús bendijo a los apóstoles antes de reunirse con el padre no era multitud pero se entiende). En ningún caso dicen los textos sobre bendecir parejas que están en pecado según la propia doctrina católica. Es, una vez más, un rodeo lingüístico porque no existen realmente pruebas doctrinales de ello, salvo, tal vez, para los divorciados vueltos a casar (en el Antiguo Testamento). Además, tienen la osadía de utilizar unas palabras de Benedicto XVI sobre el amor de la Iglesia católica para justificarse.
En Alemania y en EEUU, no era difícil sospecharlo, es por donde el lobby gay, el wokismo y la ideología de género han entrado con fuerza. De allí provienen los más públicos impulsos para que la Iglesia católica se convierta al wokismo LGTBI+ y acepte la ideología de género. O lo que es lo mismo se acepte la explotación de las mujeres mediante los vientres de alquiler (al fin y al cabo, si se bendicen parejas del mismo sexo habrá que bendecir la descendencia sin importar el cómo), por ejemplo. En realidad lo que se pretende es disolver el último bastión ideológico fuerte de Occidente. Una vez destruido el marxismo (esto puso contentos a los católicos), una vez destruido el conservadurismo (hoy liberalismo con adendas identitarias), una vez destruidas las otras confesiones cristianas, sólo queda en pie el catolicismo y hay que acabar con él. Nada mejor que utilizar al lobby gay (un 18% de la población occidental y la mayoría sin profesar fe alguna).
Un lobby que ha podrido todo lo que ha tocado. Se acercaron al feminismo y lo han dejado hecho jirones, entre otras cosas, porque el feminismo era/es un muro contra la explotación del ser humano por otro ser humano. Una vez caigan por la moñería de los niños, se pasará a la venta de órganos o a la construcción de cyberseres. La Iglesia es la otra atalaya que queda por derruir y Francisco, tan woke y con la rabia de que la teología del pueblo no triunfase, les abre las puertas. De momento parece una rendija como para ver quien viene, pero como se ha visto en otros movimientos (las lesbianas han desaparecido del discurso por si no se han dado cuenta) es suficiente para colarse y arramplar con todo.
Como era de suponer la prensa woke-progresista se ha lanzado a celebrar la buena nueva del pontífice. Incluso mintiendo, como hace el titular de El país en X: «Las parejas del mismo sexo, los matrimonios civiles y las uniones de hecho podrán ser bendecidas por la Iglesia. Es más, deberán serlo si lo reclaman. Así lo acaba de autorizar el Vaticano». El texto de la Congregación para la Doctrina de la Fe no dice que se esté en la obligación de hacerlo si lo reclaman, dice: «No se debe tampoco impedir o prohibir la cercanía de la Iglesia a cada situación en la que se pida la ayuda de Dios a través de una simple bendición». El “Tucho” es woke pero no tonto. Se permite hacerlo bajo unas situaciones concretas, como dice el resto del texto, pero no se podrá ir por la calle y parar a un cura para bendecir a cualquier pareja, ni entrar en una Iglesia exigiendo bendiciones. Al igual que para el bautismo, el matrimonio, la confirmación o el orden sacerdotal, el cura tiene ciertas potestades.
También ha habido reacciones por parte del clero. El pater Manuel Góngora, que es un poco tradi, ha afirmado en X: «Primero. A la luz de la Tradición de la Iglesia, el principio de no contradicción y el discernimiento en conciencia como sacerdote de Jesucristo, bendigo a la persona que busca la gracia de Dios y la conversión continua que todos necesitamos por medio de los sacramentos y la Palabra de Dios. Segundo. Conmigo no cuenten para bendecir parejas de personas en estado de pecado mortal. Jamás impartiré pública o privadamente ninguna bendición, que de forma ambigua al carecer explícitamente de ritual (n. 38) pueda dar a entender que se justifiquen situaciones vitales en pecado mortal entre adúlteros o sodomitas practicantes, tal y como explicita el documento. Tercero. La comunión de la Iglesia brota de la fidelidad al depósito de la fe que Cristo confió a los apóstoles. La Tradición viva busca la salvación de las almas, no el compadreo con una sociedad imbuida en la disolución de la familia y la ideología de género. Cuarto. Recemos».
Y así infinitud de curas que dan la razón a monseñor Strickland cuando avisaba de lo que se venía. Lo mismo que venía haciendo el cardenal Burke. Ambos, hoy, purgados y defenestrados con bastante inquina por el ¿herético? pontífice romano. Desde luego es un problema de fe y de doctrina, pero va más allá. La Iglesia católica era un aparato ideológico potentísimo (aunque no les guste esa cercanía con la ideología, lo era) y en cierto modo lo seguía siendo en la actualidad. Más como baluarte de tradiciones que constituyen al ser humano. Su extensión por toda la Tierra no se puede permitir más. Hay que acabar con ella en Occidente para impedir su difusión por otros lares. Es una lucha política en la cual parece que Francisco I está de acuerdo. Más allá de lo doctrinal está lo político y social que es tan importante en este caso.
Como han visto que con el wokismo solamente no valía; que con la ideología de género no bastaba (el feminismo es otra cosa y está más o menos aceptado en la doctrina); han tenido que recurrir a un movimiento englobador de los anteriores: el lobby gay. Y esta vez, movidos por no se sabe bien qué, parece que han hecho mella y están entrando. Las gentes de uniones civiles en realidad no querrían bendiciones, ni cosas por el estilo porque no parece que, salvo la individualidad de cada contrayente, se vean como religiosos. Los divorciados a la fuerza es posible que sí se sientan mal y, tal vez, haya que dar pasos doctrinales en ese sentido. Lo otro, que es lo que llevan pidiendo con insistencia desde varias Conferencias Episcopales, es el caballo de Troya para acabar con el último baluarte cristiano que queda en Europa.