Bastante cachondeo existe ya con la práctica habitual del ministro de Consumo de ofrecer las verduras de temporada cada mes como mecanismo de consumo responsable, ecológico y saludable. Así es considerado como el ministro verduras en redes sociales y círculos de izquierdas a forma de befa, porque respecto a cuestiones de consumo importantes para toda la población el silencio es lo común. Alberto Garzón, en vista de que ni ha sido comunista, se duda que sea de izquierdas, ni tiene valentía para enfrentarse a sus jefes (ahora Irene Montero y Enrique Santiago), ha decidido hacer del ecologismo su único argumento para no parecer uno más del pijoprogresismo neoliberal. El problema es que el ecologismo que defiende es el paradigma del pijoprogresismo neoliberal.
Nadie duda, ni en el conservadurismo lo hacen (lean el último libro de Roger Scrutton sobre el ecologismo, Filosofía verde en Homo legens, por ejemplo), que existe un problema ecológico universal grave. Cuestión bien distinta es que los mecanismos de lucha contra ese problema sean adecuados. Para el “ministro verduras” el problema es que las vacas se tiran demasiados pedos y eso provoca un 14% de las emisiones de gases. Por ello hay que acabar con las macrogranjas de vacas (algo que no es malo en sí) y las personas deben dejar de comer carne roja. La cual, no sólo es ecológicamente mala, sino que produce numerosas enfermedades en las personas. Y como en España se come mucha carne roja hay que pasarse al consumo de verduras, arroces y legumbres y dejar las barbacoas para algún día especial.
Como todo el mundo sabe, los españoles están todo el día haciendo barbacoas, comen bocadillos de chuletón de Ávila, beben filetes de ternera blanca y todo ello con un salario de 1.000 euros –mientras pagan luz, gas, internet, casa, coche y ahorran para un plan de pensiones-. Una de dos, o el ministro no conoce el consumo real en los hogares españoles (donde el cerdo, el pollo y el pavo tienen una amplia presencia, aunque como no son carne roja no cuentan) ya que el consumo es de una vez semanal, o está engañando con algún tipo de propósito. La dieta mediterránea, la cual ha sido elogiada por su mezcla de todo tipo de alimentos, lleva siendo perseguida desde hace tiempo por lobbies globalistas que quieren imponer un consumo lineal en casi todo el mundo. El exceso de ingesta de carne roja no es bueno, eso lo sabe todo el mundo, pero ese exceso es imposible en las actuales condiciones económicas españolas. Salvo que se sea rico o se tenga el sueldo de un ministro.
El discurso de la clase dominante
Ya saben si quieren ser ecológicos no deben moverse en coche (que si tienen que ir de Tomelloso a Ciudad Real lo mejor es ir en ese casi inexistente transporte público que se han olvidado de poner en marcha o han laminado porque patatas); no deben comer carne; deben comer verduras de temporada (si pueden porque algunos precios son excesivos a causa del descontrol de Consumo); deben controlar el gasto en casa y si pasan un poco de frío en invierno eso les curte el cuerpo; existen dietas con insectos muy nutritivas; pero eso sí deben estar digitalizados para ser seres humanos en este siglo XXI. Porque lo digital es la solución a todos los males aunque oculten que internet es casi la industria más contaminante del planeta y si fuese país estaría en el tercer lugar. Esto no lo dice Garzón mientras tuitea, ni nadie en el gobierno que apuesta tan fuerte por la economía digital.
Ahí está una de las claves de la ideología dominante, negar la contaminación que produce el nuevo medio de producción por excelencia de los tiempos. Ya sabíamos que se niegan las relaciones de producción y la reproducción que genera el nuevo capitalismo, pero también ocultan las consecuencias del medio de producción. Por ello dicen, como el ministro verduras, que un kilo de carne supone un gasto de 15.000 litros de agua –que lo han medido con la misma calculadora de los millones de muertos del comunismo-, la típica falacia cientifista que excluye el gasto en agua del resto de alimentos. Esos litros se calculan si el filete viaja de un continente a otro pero en España el viaje supone lo mismo para la vaca que para la acelga ¿cuántos litros se chupa un kilo de acelgas que tienen abono, fertilizante, riego y transporte? ¿Cuántos litros un kilo de cerdo? ¿Cuántos litros una batería de lito o un cubo de la basura fabricado en China porque en España se laminó toda producción industrial?
Cualquier persona en un trabajo digital necesita pocas calorías en su dieta pues no hace gran desgaste, de ahí el intento de reducir la ingesta de carnes rojas. Cuanto menos calorías, menos salario a pagar porque no lo necesitará para alimentarse. Si alguien piensa que la alimentación, el trabajo y las protestas de la clase trabajadora no tienen conexión no ha entendido la lucha de dos siglos. La clase dominante no quiere trabajadores bien alimentados sino simplemente alimentados para subsistir y que no consuman demasiado en comida, ni en casa (ahora la moda es el realquiler y los pisos compartidos para toda la vida, lo llaman cohousing que es más chic y más pijoprogre), sino en las mercancías que les mandan (para que no se fatiguen) desde plataformas como Amazon (¿Cuántos litros y energía cuesta mandar una pulsera de 2 euros por estas plataformas, señor ministro?) y los aparatos de la economía digital.
Ahora coches eléctricos (¿pueden decir el coste en aumento de calentamiento que provocan toda la minería por todo el mundo en busca de tierras raras, minerales escasos y demás productos necesarios para hacer móviles, ordenadores, servidores y demás cuestiones relacionadas con el mundo digital?); centros comerciales en detrimento de las tiendas de barrio (¿cuánto gasta un centro comercial abierto siete días a la semana?) para que parezca que hay cierta vida social; miles de canales digitales de televisión para atontar al personal con otro dispositivo (¿hay algún ministro que no alabe y recomiende una serie u otra?); penalización impositiva a los más pobres para que no se desplacen y dejarles en sus guetos periféricos (incluyendo las provincias); pero mucho consumo digital y sin dinero, para poder controlar a la población. No es más libertad de consumo realmente sino mayor esclavitud personal encubierta lo que se fomenta con un discurso como el de Garzón de todas las semanas. ¿Por qué no dicen qué intereses bioquímicos existen detrás de la moda de comer verduras para todo el planeta y no esquilmarlo de los nutrientes de la tierra?
No hay que ser un negacionista del problema ecológico que se cierne sobre nuestras cabezas pero hay que ser claros sobre dónde está el problema realmente y no es en una barbacoa semanal de cuatro con chuletillas de cordero y unos chorizos. El problema se llama capitalismo con todos los problemas derivados del mismo en su fase globalista. El problema es que la ideología dominante, que siempre tiene dos caras (liberal y progre), está tan profundamente instalada en la zona donde la negación dialéctica se debería estar produciendo que nos harán comer gusanos y mijo desde la propia mal llamada izquierda. El problema existe pero también dónde está el núcleo irradiador del mismo. Y Garzón es parte de ese problema. Ni comunista, ni socialista, ni hostias, un vividor.