Cuidado que le cuesta a la cúpula episcopal aceptar el amor entre un hombre y una mujer. Siempre cuidadosos de ocultar romances, rupturas del celibato o renuncias al voto para establecerse junto a una mujer. Junto a un hombre les explota la cabeza o lo esconden, especialmente si son menores de edad. Esa carencia de aceptación es la que provoca la cantidad de gilipolleces que vienen ofreciendo como argumentación ante un hecho sumamente natural y que establece dios, su dios, desde el Génesis. Que si infestación, que si satanismo, que si problemas psicológicos…
Al final la renuncia al obispado y el voto del obispo de Solsona para disfrutar de una relación con una mujer no deja de ser una anécdota. Xavir Novell ha acabado aceptando su naturaleza, sus impulsos erotico-festivos y ha preferido dejar los hábitos que ser un perjuro. Que ella escriba literatura erótica, fantástica (donde caben las especulaciones satánicas) o sea la nueva Virginia Wolf es lo de menos. Aunque no lo crean hay escritores que tienen una vida distinta a lo que cuentan en sus novelas, de hecho en muchas novelas lo que se acaba viendo son proyecciones de carencias emocionales, afectivas o sexuales. Lo que no quiere decir que el escritor o escritora sea un enfermo mental (aunque algún caso ha habido).
Vuelve la Iglesia católica a señalar a la mujer como contenedor de todos los pecados habidos y por haber, especialmente ser la esclava de satán (ay si no hubiese tomado la fruta del árbol de la sabiduría), y no se acepta como algo completamente normal que un cura, da igual el grado en el escalafón, no deja de ser un hombre. Unos hacen de la falta de pareja virtud, otros acaban por dejarse llevar por sus impulsos naturales y se lanzan al amor y el sexo. Lo normal. O ¿es que acaso el celibato no es una imposición reciente en el seno de la Iglesia pues hubo papas que eran papás? La separación del hombre de las tentaciones de la carne y el peso de la familia tuvo menos de religioso que de político, pero una vez tomada la decisión había que ser conscientes de que el ser acaba volviendo a sus instintos primates (vale, ya saldrá algún creacionista).
No aceptan los demás obispos que tiran más dos tetas que dos carretas. Que el obispo se va detrás de una mujer, para tocarle las tetas, para comerle el coño, para follar y compartir una vida plena, no porque el diablo se le haya metido en el cuerpo. Puede seguir siendo muy católico, pero quiere echar un polvo o dos. Y ella, ni es una satánica, ni una mala mujer, ni una cosa, es una mujer que se ha enamorado de un hombre que resulta que era obispo. Y ¿qué quiere? Pues lo mismo que él, que le coma bien el coño… que para ser obispos son muy cortitos en lo relativo al ser humano. Si se explica en el Cantar de los cantares leñe.