Ayer pudimos asistir al Pacto del miedo que es la suma de 155 escaños para acabar con la prepotencia, la chulería y las malas formas de las derechas españolas. Ustedes se preguntarán por qué del “miedo” y con toda razón. No es el miedo a Vox, como algunos analistas han querido hacer ver con demasiada prontitud. ¿Quién tiene miedo a los neofascistas sino los propios que les ayudan y les blanquean porque les están devorando desde los tobillos? Vox es inutilizable completamente y no tiene armas ni apoyo real dentro de un ejército sin soldados ni casi armamento. Miedo a los neofascista no. Miedo entonces a qué o a quién se preguntarán. Miedo a un acuerdo de las izquierdas y miedo entre la clase dominante española desde luego. Y miedos personales seguramente entre los dirigentes de la operación.
En cuanto se ha sabido la operación llevada a cabo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias privativamente, en el PP han palidecido porque se veían ya como imprescindibles en la operación que vienen gestando desde la clase dominante para alcanzar la gran coalición en favor de sus beneficios y el penar de la clase trabajadora. Pablo Casado, entre espumarajos que les salían por las comisuras de los labios, ha vuelto a su ser, abandonando al marianista en que se había camuflado, para hablar de todos los males que acecharán a España con la unión entre el PSOE y los peligrosos radicales. Claro como él no pacta con radicales pues ve en Vox a lo que le gustaría ser en realidad, el resto es todo radicalismo. Habría que para radicalismo la ley mordaza, la reforma laboral de la precarización y la violencia del propio sistema capitalista que tanto le gusta. Inés Arrimadas, por su parte, ahora ha pedido un acuerdo entre PP, PSOE y Ciudadanos cuando ayer mismo echaba pestes del “sinsorgo Sánchez”. Y Cayetana Álvarez de Toledo pidiendo un gobierno de concentración no se sabe muy bien por qué. Santiago Abascal ha expectorado estupideces como pueden imaginar hablando de no-se-cuál golpe de Estado que se estaba produciendo. Lo curioso es que no era por el pacto, ni es factible que sea por lo que acontece en Bolivia ya que son sus amigos los que están dando el golpe.
Les ha entrado el miedo a las derechas y eso, por sí sólo, ya es motivo de alegría para todas las izquierdas, desde los firmantes hasta las gentes del PCOE. Ver a las derechas venirse abajo y agotar las existencias de papel higiénico (o toallitas para los más fisnos) es algo impagable. No siendo un Frente Popular, como algún inepto de la izquierda intenta catalogarlo, les ha escocido porque ni se lo esperaban, ni les gusta. Son más de trifachitos que acaban con la Sanidad, la Educación y todo lo que tenga una perspectiva social. Miedo a no poder hacer y deshacer a su antojo con el respaldo de la clase dominante y sus extensiones mediáticas. Bieito Rubido y Francisco Marhuenda sacarán todos los días la artillería pesada contra PSOE y Podemos, pero que ayer no hayan probado ni bocado (algo que no les vendría mal) es buena noticia. También se verán los programas más llenos de carnaza, aunque eso no les preocupe demasiado a carniceras de la información como Ana Rosa Quintana o Susanna Griso. Y ese Javier Negre saliendo con la camisa parda, directamente, en los programas a los que le llevan a blanquear fascistas.
Todo eso se viene y, aunque se presenta oscuro el futuro, no deja de ser un buen síntoma de que el acuerdo no sólo era necesario (en términos prácticos) sino ideológicos. Ideológicos en términos de cosmovisión y configuración del pensamiento dominante. Porque hasta el momento, salvo en los niveles institucionales más bajos, cualquier acuerdo a nivel estatal entre las izquierdas era desactivado desde los diferentes aparatos ideológicos de la clase dominante y desde dentro del propio PSOE por las ramificaciones de aquella mediante un proceso de desconfiguración de lo lógico, esto es, maldecir ese tipo de acuerdo como si fuera la culminación de todos los males patrios. Un pavor a la unión de las izquierdas que se había extendido entre amplias capas de la población por efecto de la acción ideológica de los poderosos. Este acuerdo sirve para que, a partir de ahora, se compruebe que las coaliciones de izquierdas son mucho mejores que las de las derechas (que nos las venden como las únicas posibles). Algo que, incluso dentro del PSOE, hará mucho bien en algunas capas dirigentes derechizadas a nivel pensamiento.
¿Por qué ahora el pacto y no antes?
La respuesta sencilla al título de esta parte sería porque hay otras circunstancias. Eso nos llevaría a ver el pacto como una reacción frente al auge del fascismo. Lo cual es bastante estúpido. Ya antes estaban crecidos y haciendo daño en todos los sitios donde el resto del trifachito les deja hacer. La relación de fuerzas entre las derechas y las izquierdas casi ni se ha movido. Así que habrá que buscar cuestiones tan banales como los miedos personales de cada dirigente, pues ha sido un acuerdo de dos personas (por mucho que hayan salido a la foto los edecanes), o una cuestión tan preocupante como el tema catalán. Respecto a los miedos de los dirigentes máximos, es obvio que Pablo Iglesias estaba siendo cuestionado, incluso dentro de Podemos, por su fracaso al perder siete escaños (por mucho que vendiesen otras cuestiones como se explicó ayer). Algo similar le estaba pasando a Sánchez por no haber aumentado los escaños, haber perdido la mayoría en el Senado y ver negro su futuro personal al estarse moviendo entre las sombras sustituirle por otra persona de su partido en una gran coalición.
Unos miedos que han provocado lo que en julio no pudo ser. Se han tragado la soberbia de cada cual y han accedido a pactar cuanto antes para evitar que les moviesen la silla desde fuera o desde dentro y evitar unos días de ambiente irrespirable y con la burguesía catalana mandando a su chavalería a montarla cada día. Porque el tema catalán planea, mucho más que las políticas sociales, sobre el acuerdo. Con la entrada de Podemos es más sencillo que el diálogo, al menos con ERC, sea más sencillo y tengan los pequeño burgueses catalanes una vía de salida (así les llamen botiflers) a una situación enquistada y que ya no camina hacia ningún sitio. Para que ERC entrase por la vía constitucional nada mejor que incorporar a Podemos. A cambio de sus sillones éstos renunciarán a su posicionamiento duro en Cataluña y, se nota a la legua, algunas de las cuestiones más radicales de su programa.
Entre una socialdemocracia liberal (PSOE) y una socialdemocracia radical (Podemos) el acuerdo sobre las distintas materias será casi instantáneo. Por eso el preacuerdo es tan banal y evanescente en sus postulados. Ambos están de acuerdo en lo poco que se podrá hacer ya que la Troika aprieta y tienen ambos partidos en mente lo que pasó con Varoufakis. Lo programático no será problema porque unos ya tienen los cargos que deseaban y otros la posibilidad de permanecer en el poder. No harán revoluciones, ni transformaciones radicales, pero el acuerdo permite algo que hasta el momento, como ya hemos dicho, no se había producido, romper el tabú de una coalición de izquierdas sin que lleguen los efluvios del frentepopulismo guerracivilista. Una unión de dos partidos que se diferencian en matices, algunos importantes pero matices, y que llevará a España por la senda de políticas de izquierdas en la confrontación de la crisis económica que se viene. Frente a las políticas del austericidio y la precarización, ahora se actuará desde el otro punto de vista. El cual será criminalizado desde hoy mismo por la clase dominante y sus ramificaciones mediáticas, pero esto ya se conocía y se sabía.
Más complicado será cerrar algunas heridas que desde ambas cúpulas han fomentado entre las bases de los partidos. Los insultos y las humillaciones no se olvidan. Por eso no sería de extrañar que si ambos partidos deciden cumplir sus estatutos y presentar el futuro acuerdo a votación de sus bases, el número de votantes que apuesten por el no sea más alto que el habitual de estas cuestiones plebiscitarias. Hay tiempo para curar heridas hasta que comience la actividad parlamentaria y termine de dar forma a todo lo que rodea el acuerdo. Aún habrá algún cabreo, que podría tener que ver con la función futura de Alberto Garzón por ejemplo, y algún amago de marcha atrás. Pero eso no es más que parte de la sociedad del espectáculo. Lo importante es que dos partidos de izquierdas, al final, han decidido unirse en un proyecto común. Y en estos momentos cabe recordar a la corriente Izquierda Socialista que llevaba luchando por ello desde los tiempos de Felipe González y a la que se viene negando el pan y la sal dentro del PSOE. También recordar a los Anticapitalistas de Podemos que revisen sus manuales marxistas de estrategia porque este paso vale más que sus apoyos a la CUP. Más vale tarde que nunca afirma el dicho, aunque lo que vendrá va a ser terrorífico. Pero sólo por ver las caras de las derechas y el 155 que les han aplicado…