Si reúnes en una misma habitación a un negociador del PP, a otro de Ciudadanos y a un tercero de Vox, lo normal es que lo que allí se firme salga viciado por alguna trampa. No en vano, estamos hablando de un partido condenado por la trama Gürtel; de otro que presumía de ser el centro moderado y que ha terminado posando con los que cantan El novio de la muerte; y de una tercera formación que está dispuesta a todo con tal de demoler la democracia, incluso a airear un acuerdo que se supone confidencial solo para que sus dos interlocutores queden como embusteros patológicos.
El pacto que firmaron los tres partidos para garantizar gobiernos de derechas en los ayuntamientos de España tras las elecciones municipales parece más propio de un grupo de tahúres del Manzanares que de honestos representantes públicos legítimamente elegidos por el pueblo. Ahora que ya sabemos cómo se firmó aquello no extraña que a la salida de las reuniones cada cual diera su versión, una interpretación distinta de lo que allí se estaba cociendo. Así, Ciudadanos aseguraba que no había firmado nada con Vox; el PP se felicitaba por un pacto sólido y cohesionado a tres bandas cuando en realidad aquel papel de fumar cogido por los pelos no era más que una farsa; y el partido verde garantizaba que finalmente tocaría sillones y cargos, o sea poder real en los ayuntamientos.
Nunca un documento de apenas tres párrafos ha suscitado tantas interpretaciones, lo que da lugar a pensar que allí cada cual se guardaba su propio as en la manga. O sea, que más que una negociación para pactar un gobierno aquello fue una partida de trileros.
Ayer, la dirección de Vox formalizaba su ruptura con el PP y Ciudadanos, anunciando que “renuncia a cargos en gobiernos locales y que se pasa a la oposición en los consistorios”. En cuanto a las negociaciones en las Asambleas Autonómicas, especialmente en la Comunidad de Madrid y Murcia, cuyos gobiernos dependen de sus votos, todo estará condicionado al resultado de las conversaciones, pero el partido de Abascal y Ortega Smith ya ha advertido de que su prioridad será “hacer valer su programa electoral”.
Todo esto fue comunicado en el Congreso de los Diputados por un cariacontecido Iván Espinosa de los Monteros, portavoz parlamentario de Vox, que denunció el “incumplimiento” por parte del PP y Ciudadanos de los acuerdos para desalojar a la izquierda en las sesiones constitutivas de los ayuntamientos del pasado día 15. Tan contrariado se mostró el responsable de Vox que terminó sacando el papel, secreto hasta ayer mismo.
Por una vez, y sin que sirva de precedente, los ultraderechistas tienen razón, ya que en el documento de la discordia, firmado por Teodoro García Egea en calidad de secretario general del PP y por Javier Ortega Smith en representación de Vox, se dice textualmente que el partido de Santiago Abascal apoyará la investidura de alcaldes para la conformación de gobiernos de coalición de los distintos ayuntamientos de España en todas aquellas poblaciones donde la alianza PP-Cs-Vox “pueda impedir un gobierno de izquierdas”. Además, se deja constancia de que una vez elegidos los gobiernos de coalición de cada tripartito, y en el plazo máximo de 20 días naturales contados desde la fecha de investidura, “se nombrará a las personas indicadas por Vox en cada ayuntamiento en distintas concejalías de gobierno y responsabilidades directivas en entes municipales, que en número y presupuesto guardarán proporción a los resultados electorales obtenidos por Vox en cada población”. Como ya se sabe, ni PP ni Ciudadanos han dado tales concejalías al partido verde, lo que ha provocado la ira de los ultras y la ruptura de la alianza. Más claro agua.
Cuál será el futuro de los diferentes “trifachitos” es hoy por hoy una incógnita, pero de momento de este acuerdo aireado por los líderes ultraderechistas en venganza por lo que consideran un incumplimiento de contrato por parte de lo que ellos consideran la “derechita cobarde” del PP y la “veleta naranja” de Cs se pueden extraer al menos tres conclusiones. En primer lugar que Albert Rivera e Inés Arrimadas han estado mintiendo todo el rato a los españoles, ya que se han pasado semanas enteras jurando y perjurando que no tenían contacto ni relación alguna con la ultraderecha española. Aunque es cierto que la firma del partido naranja no ha quedado estampada en negro sobre blanco, hace falta ser muy ingenuo para no pensar que Ciudadanos sabía que Vox iba a lograr poder real en muchos ayuntamientos españoles y pese a ello lo ha asumido con resignación. En segundo término queda confirmado que el PP de Pablo Casado ha estado utilizando y manipulando a la formación ultraderechista, con total falta de escrúpulos, para sus propios intereses políticos, que no eran otros que hacerse con el poder allí donde podía conseguirlo. Y finalmente, de toda esta farsa ridícula y vergonzante sale un Vox al que han intentado desplumar como a la víctima del timo de la estampita, pero que quizá, al final de la historia, quede como el más cumplidor y coherente. Después de todo, el pardillo no sale tan mal parado. Lo cual es una mala noticia para Casado y Rivera.