Entre todos los charcos en los que gusta de chapotear el papa Francisco I, el de minusvalorar al catolicismo europeo (se podría añadir el estadounidense, en parte) parece el que más placer le causa. Todas las críticas que realiza siempre van enfocadas hacia algún que otro sector de la Iglesia europea. Todas las actuaciones autoritarias siempre han ido enfocadas a la Iglesia europea, sean prelaturas, sean órdenes (como benedictinos), sean asociaciones laicas (como Comunión y Liberación). Pero donde puede haber cometido su mayor error es en la eliminación del rito antiguo y lo que supone para los católicos europeos.
Benedicto XVI permitió, para acabar con movimientos cismáticos como los de Lefebvre, que se pudieran realizar las misas con el misal reformado de 1962 (Juan XXIII) siempre y cuando no fuesen la norma sino la excepción. Así, a lo largo y ancho de Europa se han venido celebrando las eucaristías bajo el rito antiguo (incluso el propio Benedicto celebró alguna), en latín y con el misal que no había sido prohibido por el Concilio Vaticano II, como bien declaró la Congregación para la Doctrina de la Fe en su momento. En Estados Unidos también esa forma de rito ha tenido sus muchos seguidores en un país que, paradójicamente, ha sido un tanto hostil a los católicos –ya no les califican de papistas pero sí de blandengues–.
Al actual ocupante del sillón de san Pedro, empero, se le ha puesto en sus boleadoras argentinas que no, que ese rito no está permitido bajo ningún concepto en la forma de eucaristía. Permite una fantochada mirando a Oriente, pero no una misa… como Dios manda. Mediante el motu proprio Traditiones Custodes se ha cargado el rito antiguo, algo que hizo doler el corazón a Benedicto XVI según contó su secretario Georg Gänswein. De hecho, no ha dejado de atacarlo en charlas, coloquios o comentarios off the record para la prensa amiga. No quiere misas en latín, ni zarandajas de esas que hacen parecer a “su” Iglesia muy carca. Tampoco le ha parecido bien el libro del cardenal Robert Sarah (aquí tienen reseña) donde defiende ese modelo de eucaristía.
La importancia de los símbolos y la antropología
¿Dónde está el error de Francisco?, se preguntarán ustedes que llevan años sin escuchar una misa en latín (si es que la han escuchado alguna vez). En el simbolismo que tiene para un católico europeo frente a una sociedad en derrumbe y descomposición. Como buen jesuita debería conocer que buena parte de la Biblia es alegórica no histórica. Generadora de símbolos que sirven para determinar una antropología propia (primero del pueblo de Israel y luego del cristianismo), unos mitologemas culturales y, por ende, una tradición histórica hasta llegar a los Evangelios. Otras culturas y religiones tienen sus propios mitologemas, símbolos y culturas que han crecido de igual forma.
Los católicos en Europa están sufriendo una expulsión cada vez mayor del espacio público. En los países protestantes porque ya es casi tradición acabar y minusvalorar a los papistas (algo que Juan Pablo II y Benedicto trataron de desterrar y aprovecharon para meterles alguna cuña en favor del catolicismo), pero en otros más propiamente católicos, la “persecución” es diaria. Si se posicionan frente al aborto, carcas. Si se posicionan frente a la ideología de género-queer, carcas. Si se posicionan frente a los peligros del transhumanismo y la Inteligencia Artificial, carcas. Si se posicionan contra el liberalismo de dos caras, reaccionarios. Y así, poco a poco, a los católicos se les acaban quitando las ganas de ser apostólicos en la esfera pública. Además Francisco no les deja hacer ni un poco de proselitismo.
El argentino pontífice no ha entendido la situación del catolicismo en Europa. Aquí no hay competencia con grupos de evangélicos reaggetoneros, ni de baptistas utilizadores de culebras, ni de animismo lleno de danzas, aquí la competencia no es otra religión con bailes y canciones, aquí la competencia son el protestantismo individualista, el individualismo neoliberal, el Estado Minotauro y el laicismo mal entendido. De eso debe haber allá al otro lado del charco (tienen neoliberales sanguinarios para regalar y evangélicos furibundos), pero aquí menos en el plano sociopolítico. De ahí que, frente a la presión social, la misa tradicional servía (y sirve) como mecanismo de reafirmación de la propia fe. Un símbolo de estar en el lado correcto de la historia.
Un mundo desaparece y el papa quita el taburete al ahorcado
Cuando cientos de tradiciones son puestas en cuestión por la clase política, los universitarios postmodernos –que quieren criminalizar a todo europeo blanco y heterosexual– y los medios de comunicación, la misa del rito antiguo servía como símbolo de la Verdad. No es que la eucaristía conciliar sea vista como algo herético (puede que alguno así lo vea) sino que gracias al otro rito el católico, que así lo quiere, siente que no todo está perdido. No es que haya una preferencia por el canto gregoriano antes que por las canciones, que acaban siendo odiosas, copiadas de cualquier hit parade anglosajón, es que frente a un mundo que se cae ante los ojos de cualquier buen católico, la misa en latín supone un alivio del alma. En EEUU se añade, además, que los católicos con ello mantienen un fuerte vínculo con sus antepasados migrantes y se evitan a los evangélicos guerreros.
Todo esto no ha sido comprendido por Francisco porque tiene más asumido el indigenismo, el nacionalismo antiespañol y todas esas modas que están tan extendidas en América Latina. Normal que la mafia de St. Gallen se vea ganadora en la batalla dentro de la curia romana, tienen a un papa autoritario (como se analizó aquí) y populista que se incardina perfectamente con las modas postmodernas (excelente este artículo de José Arturo Quarracino en el blog de Marco Tosatti: ¿Obispo de Roma, vicario de Rothschild, Pfizer y Soros?”). Por una misa tradicional que se celebre no va a dejar de entrar aire en el seno de la Iglesia, también existe el riesgo de abrir demasiado las puertas y perecer de una pulmonía.