Resulta paradójico que el equipo que presume de españolidad victoriosa al final esté lleno de jugadores “no españoles”. El Real Madrid siempre ha gustado de hacerse con los servicios de jugadores españoles que eran considerados los mejores en sus puestos. Hoy, bajo el mando del señor de Pío XII, el español de cuna es casi algo misterioso. No le deben gustar a Florentino Pérez los jugadores españoles, dentro de su megalomanía, y los ficha de cualquier otro lugar del mundo, preferentemente brasileños jovencitos —algo que no le gustaría a Santiago Bernabéu pues es sabido que le gustaban los de color (ni los que tenían padre representante)—.
Esta temporada ha sido de la que más jugadores nacionales ha tenido seguramente, pero la próxima ya volverá al gusto florentiniano. Kepa, Nacho, Carvajal, Lucas Vázquez, Fran García, Ceballos, Joselu y Brahim han sido los “españoles” esta temporada, la que viene no estarán ni Nacho, quien se marcha joven a Arabia, ni Joselu, ni Kepa. Está por ver si Ceballos se anima a marcharse o a quedarse a la sopa boba como Bale y Hazard. Total en Madrid se vive bien ingresando buenos milloncejos. Quedan, pues, cinco españoles, en principio, en la plantilla.
Por suerte para el Real Madrid el cambio en las inscripciones de UEFA les permite hacer un pequeño truco (llevar tres años entre los 18 y los 21) y contar como formados en España a Vinicius, Rodrygo y Valverde con lo que salvarían los ocho mínimos que se exigen para poder tener 25 fichas. Aunque no sean realmente nacionales —de hecho estaría bien ver qué opinan en Vox cuando estos nacionalizados hablan mal de España o ignoran su historia— cuentan con doble nacionalidad y truco formativo, algo que le ocurrirá a Endrick cuando lleve tres años en España.
Llega la tortuga francesa, Mbappé, y parece que para cubrir la baja del joven Nacho quieren fichar a Yoro (francés) y cualquier otro no español para cubrir la de Kroos (como Wirtz), más el ya fichado Endrick. Dos franceses y un brasileño que se sumarán al alemán Rüdiger; al austríaco Alaba; a los franceses Mendy, Tchouameni, Camavinga; el belga Courtois; el ucranio Lunin; el inglés Bellingham; el croata Modric; el uruguayo Valverde; el turco Güler; y los brasileños Vinicius, Rodrygo y Militao. Más el cuerpo técnico italiano. Una especie de ONU del fútbol que no desagrada a sus aficionados pues gana y como eso es lo único que les importa, ni protestarán.
El resto se quedan mirando, importándoles poco —aunque habría que animar a Pedro Sánchez o Isabel Díaz Ayuso para ver quién corre más a darle el premio a la diversidad—, porque los amanuenses de Florentino luego hablan de españolidad, de representatividad y se cachondean de la Masía del Barça o alaban el quitar canteranos (a base de chequera) al Atlético de Madrid —no han acertado con ninguno, todo cabe decirlo—. La realidad es que a Florentino no le gustan los jugadores españoles (¿recuerdan sus audios?) porque no le reverencian como los otros y porque no venden fuera, que es el mercado único que interesa a Pérez. Que aquí, en España, los madridistas gasten le importa poco (nunca vienen mal unos eurillos) porque las morteradas por los ingresos los consigue fuera. A los de aquí que pague las cuotas de socio (aunque no les conceda ningún derecho real) y de abonado, el resto ni le interesa.
Luego los equipos antiespañoles son otros. ¿Saben, no?